AVISO

A partir del 1° de Diciembre, este foro cesa su actividad, atento a que la nueva etapa de formación de líneas alternativas dentro del peronismo requiere, más que la ya agotada discusión acerca del PJ, un trabajo específico de análisis y propuestas que puedan fortalecer a los nuevos liderazgos peronistas liberales.

Nuevas notas en nuestra nueva página:

PERONISMO LIBRE
LA REVISTA DEL PERONISMO LIBERAL
http://peronismolibre.blogspot.com/

Últimas entradas

noviembre 28, 2009
Panorama político nacional de los últimos siete días
El ruido de un poder que se desploma

por Jorge Raventos

noviembre 25, 2009
POLITICA, CORRUPCIÓN Y BARRAS BRAVAS

por Claudio Chaves

noviembre 23, 2009
COMUNICADOS DE PRENSA - Del 23 al 30 de Noviembre

noviembre 23, 2009
LAS VÍSPERAS

septiembre 28, 2008

Panorama político nacional de los últimos siete días

Plan B, síndrome F,debilidad K
por Jorge Raventos


Después de años de postergar un arreglo con el Club de Paris (Roberto Lavagna ha declarado que el plan era convenirlo en 2005, después del primer canje de deuda), después de infinitas (inclusive muy recientes) negativas a considerar legítimos los reclamos de los bonistas que no aceptaron aquel canje, muchos observadores estiman que, al anunciar negociaciones en ambos frentes, el gobierno de la familia Kirchner recorre ahora el camino de Canosa.

El emperador Enrique IV, se despojó de sus armas y sus ropajes lujosos, y se presentó ante los muros de Canosa como un humilde penitente a suplicar que se dejara sin efecto su excomunión; en cambio, la señora de Kirchner solicita el perdón de los mercados a los gritos, empleando el idioma de la arrogancia y tratando de ocultar detrás del maquillaje verbal y los modelos exclusivos la realidad de un giro que retrata, en rigor, la vulnerabilidad de su situación, y las consecuencias negativas de la política que sostuvo durante estos años.

En momentos en que el mundo financiaba con amplitud (y hasta con ligereza), cuando podían conseguirse fondos baratos de los organismos nacionales, el gobierno se aisló, decidió "vivir con lo nuestro", sostuvo el crecimiento artificialmente, impulsó la inflación y trató sin éxito de contenerla con regulaciones y gasificación estadística. Ese comportamiento alejó las inversiones (que favorecieron a otros países de lo región, en primer lugar Brasil), empujó la fuga de capitales y nos ubicó en el índex; lastrados por una pesada tasa de riesgo, pocos estaban dispuestos a ofrecer financiamiento y los que lo hacían (seducidos por su propio negocio de enriquecerse con los mecanismos del doble mercado de divisas, caso del chavismo venezolano) no dejaban de aplicarnos las correspondientes sobretasas. Así, el financiamiento llegó a costar más de tres veces lo que hubiera requerido apelar al mal afamado Fondo Monetario Internacional.

Con fuertes vencimientos en los próximos dos años, el gobierno necesita fonos frescos, especialmente tras su fracaso en agrandar la caja con el sistema de retenciones móviles: ese mecanismo confiscatorio fue detenido por la lucha de los agrarios y la consiguiente negativa del Senado a convalidar la resolución 125. Así, quedó abierto el camino de Canosa. No sólo en el sentido de que el gobierno debe negociar con quienes no quería, sino que tiene que moderar o sofrenar el gasto y contemplar con inconfesada satisfacción cómo el enfriamiento espontáneo de la economía acota un poco la trepada de la inflación.

Por cierto, el oficialismo se niega a admitir su cambio obligado de orientación. En un desayuno público de la última semana, el ex jefe de gabinete, Alberto Fernández, rechazó el término "ortodoxia económica" para definir el sentido de los últimos pasos dados por el gobierno. "No hablaría de ortodoxia –dijo-; se trata simplemente de medidas racionales". Quizás no reparó en que la palabra que él prefería sonaba más ácida que la otra, pues insinuaba que en años, meses y semanas anteriores se habían elegido opciones "irracionales"; y ya se sabe que no es bueno mentar la soga en casa del ahorcado.

El relato del oficialismo no incluye la idea de "retroceso", procura describir sus pasos atrás en términos de fortaleza propia, trata de explicar algunos de ellos en el contexto de la crisis financiera internacional y, además, sobreactúa su papel negando que esté aplicando un Plan B. "Son ustedes los que necesitan un Plan B", les disparó con incontinencia, a empresarios y diplomáticos de Estados Unidos, un país que, pese a las monumentales dificultades financieras que atraviesa, sigue generando confianza y atrayendo ahorros de todo el mundo, en busca de la seguridad que consideran ofrecen los bonos del Tesoro americanos.

Así como es difícil resolver el dilema de la inflación si previamente se lo diluye en la mentira estadística, no es posible generar confianza (y esto tiene que ver con la política) si el relato que recita el poder tergiversa abiertamente la realidad. No es saludable llamar fortaleza a la debilidad. Mucho menos saludable aún es creerse las piadosas mentiras que se emplean como coartada.

El historiador Claudio Chaves ha hablado en estos días, al comentar el viraje oficialista, que quizás nos encontremos ante lo que él llama (salvando las notables distancias) "el síndrome Frondizi". Chaves se refiere a las dificultades que atravesó el presidente desarrollista, a quien la debilidad y las tensiones llevaron a practicar múltiples virajes políticos (de izquierda a derecha; de negociaciones con el peronismo a tratativas con el antiperonismo) y a cambiar radicalmente desde el gobierno su propuesta electoral en temas energéticos y educativos, hasta sufrir sangrías en todas las direcciones y perder finalmente las condiciones mínimas de gobernabilidad.

El gobierno había ya virado en aspectos políticos. Sus primeras formulaciones, tan pronto alcanzó el gobierno, lo mostraban alejado del peronismo y alzando la propuesta de "la transversalidad" una construcción política basada en la opinión pública de centroizquierda y alejada de lo que entonces era ominosamente pintado desde el poder como "el aparato pejotista". La opinión pública se divorció del gobierno y el kirchnerismo pasó a depender cada vez más del apoyo de aquel "aparato" que vituperaba. Para desolación de las corrientes de centroizquierda que se sintieron atraídas por la oferta K, ese viraje las dejó al margen, mascullando un sentimiento de amantes despechadas.

El viraje económico actual tal vez refuerce una fuga por el centroizquierda, que puede quizás ser capitalizada por otros sectores, desde el socialismo hasta la corriente que orienta Fernando Solanas. Pero a esa fuga se agrega la que ha comenzado a experimentar el oficialismo en las líneas del peronismo disidente, una sangría que se abrió claramente con la rebelión agraria y de la Argentina anterior, que se ensanchó con el debilitamiento del gobierno y la pérdida de sus instrumentos principales de disciplinamiento. Hoy la CGT de Moyano impulsa la revisión del asesinato de José Rucci, los gremios reclaman aumentos que evidencian su incredulidad sobre la inflación que informa el Estado, los bloques oficialistas en el Congreso se han vuelto difíciles de arrear y cada vez hay más gobernadores que anuncian sus aspiraciones presidenciales, lo que es sinónimo de decir adiós al proyecto K. La disidencia quizás se profundice con algunos efectos del giro a la ortodoxia económica, que seguramente determinará un mayor encogimiento de los fondos que llegan a provincias y municipios. De hecho, ya en la actualidad el gobierno no cumple en materia de coparticipación con el piso de la distribución legal de recursos (33 por ciento), sólo gira un 24 por ciento. Además está restringiéndose la obra pública.

Obligado por su debilidad a revisar parte de sus instrumentos y sus políticas, el gobierno paga un doble precio: por lo que los acontecimientos lo fuerzan a hacer y, al mismo tiempo, por no lograr los réditos que espera de ese cambio, en su empeño en disimular los hechos (es decir, su empeño en simular consecuencia y, sobre todo, su imposibilidad de remover la fuentes real de la desconfianza política: el manejo de Néstor Kirchner y de los hombres que él sostiene, llámense Guillermo Moreno, Jaime o De Vido).

La gobernabilidad reclama más que maquillaje.

septiembre 25, 2008

EL SINDROME FRONDIZI

por Claudio Chaves

A poco de asumir la Presidencia, Frondizi invitó a cenar a Olivos a Don Arturo Jauretche. El hombre de Lincoln había trabajado fuerte para el triunfo electoral de la UCRI con el sólo afán de derrotar al candidato de la Revolución Libertadora, Balbín. ¡Y vaya si lo había logrado! No obstante el éxito, el hombre del habano comenzaba a mirar torvo a los vencedores.

La cena procuraba acercar a Don Arturo con Frigerio. Todo inútil. Jauretche no aceptó el convite, recelaba de Rogelio. No tenía sentido la charla. De todos modos el ágape se realizó con el Presidente y su familia. Jauretche lo relata del siguiente modo:

“En el momento de las ensaladas le pregunté al doctor Frondizi si las 500 páginas de Política y Petróleo las iba a comer con aceite y vinagre, con un no muy delicado rasgo de humor negro que solo puedo justificar en la honda pesadumbre patriótica que sentía y en el triste fin que le preveía al dueño de casa.” (Jauretche, Arturo: Mano a mano entre nosotros. A Peña Lillo editor. Bs. As. 1983. Pág. 75)

Luego vinieron la Ley de enseñanza libre, los contratos petroleros, las inversiones extranjeras, la devaluación, la intervención del Lisandro de la Torre, Alsogaray, el plan Conintes, matizado como corresponde con un discurso progre, donde no faltaba su amistad con Fidel, el Che y su absurda intermediación entre EE.UU. y Cuba.

No pudo evitar la huida del grupo Alem: intelectuales de izquierda que comenzaban a perder la inocencia. Así se marcharon Ismael Viñas, Babini, Noe Jitrik, Ricardo Rojo, entre otros. ¡Una enorme desilusión!

El frodizismo mostraba su rostro de ecuanimidad.

Y como decía Jauretche así le fue.

El mundo de aquellos años era favorable a los ideales de izquierda. La URSS enviaba satélites espaciales y una perra al espacio. Yuri Gagarín orbitaba. La experiencia Sputnik era exitosa, Castro triunfaba frente a las costas norteamericanas, Argelia se rebelaba y Vietnam marchaba en esa dirección. No obstante esos vientos favorables, Frondizi los embromó. Su discurso progre fue para sumar giles. Sin embargo las mentiras se pagan. Se quedó sin los amigos y jamás sumó a los otros.

Hoy cincuenta años después, con el comunismo desaparecido, la URSS pulverizada, y el capitalismo triunfante por todo el orbe, a pesar de la crisis o por ella, hay quienes siguen creyendo en las utopías de la salvación por todos, la igualdad impuesta a golpes de efecto y el estatismo como dogma subyugante. Para ellos: el Socialismo del siglo XXI se ofrece como la gran alternativa.

Francamente una formidable impostura. ¡Una extraordinaria simulación!

El Gobierno (de Kirchner, primero y el de su mujer, ahora) no ambicionan tanto. Coquetean, sí, con el absurdo de un progresismo nacional y popular, y durante todos estos años engrupieron a los giles que se dejaron seducir por el largo dolor de la orfandad. La necesidad imperiosa de la compañía comprada.

Lucieron como políticos progre a tono con las demandas de una izquierda retrógrada y de un nacionalismo anacrónico. Le insuflaron energías, les hicieron creer que no todo estaba perdido. Se ofrecieron como Mesías salvadores de la utopía irredenta. ¡Y les creyeron!

Hoy la Presidenta agacha la cabeza. No los puede mirar de frente. Sabe que los defrauda. ¿Pero que puede hacer? La realidad se impone dolorosamente.

En sus nueve meses de gobierno produjo un viraje impensado. Retrocede en todos los frentes. Paga a todos y por demás, FMI, Club de París, los fondos buitres, a pesar de que el Parlamento en su momento cerró la discusión. Sube las tarifas, impide la rediscusión de los salarios, enfría el dólar, habla de los males del proteccionismo, contiene las jubilaciones, reduce los subsidios, da conferencias de prensa, sonríe, se comporta como una mujer tierna y sensible. ¿Qué más? ¡Solo le falta ir a misa e hincarse a rezar!

De a poco va perdiendo a sus amigos y no gana nuevos.

El campo cambió la historia y los mohines de fémina fatal no le alcanzan para ganar la confianza y la simpatía de los chacareros.

¿Qué queda entonces?

Sencillamente el matrimonio tendrá como mérito haber conducido a la izquierda y al progresismo a un callejón sin salida o lo que es peor a bañarse en las tibias aguas de los 90’.

Como decía Jauretche que triste el fin que les espera.

Al peronismo le cabe en esta hora la responsabilidad de entender cual es su rol, cual su ubicación en el tablero de la política mundial y argentina.

¿Redobla la apuesta por izquierda? ¿Refuerza el perfil progresista? ¿Critica el viraje cristinista desde posiciones de peronismo viejo? O acepta, sin culpas, las nuevas verdades que a golpes de realidad sacuden al gobierno. Este es el debate que el peronismo debe darse. Urge hacerlo de no ocurrir la próxima presidencia tendrá otro signo.

septiembre 21, 2008

RUCCI

El próximo jueves 25 se cumplen 35 años del asesinato de José Rucci. Esa tarde, a las 17, en la Catedral Metropolitana se rezará una misa en su homenaje, mientras distintos sectores –en particular, del movimiento obrero- reclaman que el hecho sea investigado y caracterizado como crimen de lesa humanidad.

A continuación, un artículo de Jorge Raventos publicado en febrero del 2007 en Ambito Financiero, que cobra actualidad con el reciente libro de Ceferino Reato y las declaraciones que exigen la imprescriptibilidad de aquel crimen. En aquella nota, el autor enumeró varios motivos complementarios para adoptar ese criterio.

El asesinato de José Rucci y los crímenes de la guerrilla

De lesa humanidad
por Jorge Raventos


Después de haber evidenciado honda satisfacción por los procedimientos judiciales que involucraron a María Estela Martínez de Perón en las acciones de la Triple A durante la década del 70, y tras alentarlos a través de declaraciones públicas y gestiones oficiosas, el gobierno del doctor Néstor Kirchner eligió hacer un discreto mutis por el foro al advertir la reacción negativa que se estaba gestando en el seno del peronismo profundo, sintetizada en ásperos carteles fijados por las 62 Organizaciones: «No jodan con Perón».

Pocos ignoran que buena parte de la llamada «izquierda peronista» que en los años 70 militó en la organización Montoneros o en sus grupos de superficie está íntimamente convencida de que fue Juan Domingo Perón el que gatilló la acción directa antiguerrillera que se resumió principalmente en la Triple A. Basta leer a escritores de culto de ese sector (como el diputado nacional Miguel Bonasso, a la sazón, autor favorito del Presidente) para comprender que las acusaciones contra la viuda del General o contra el entonces ministro de Bienestar Social, José López Rega, son máscaras transparentes que no alcanzan a ocultar (ni se esfuerzan en hacerlo) la denuncia al propio Perón, responsable para ellos, en realidad, de haber interrumpido lo que consideraban (con sólidos motivos) su propio gobierno: el que encabezaba el doctor Héctor J. Cámpora, surgido de la proscripción del creador del peronismo.

Las acciones judiciales contra la señora María Estela Martínez y contra algunos de sus ministros de hace más de tres décadas, como Carlos Ruckauf o Antonio Cafiero, se basan en el concepto de que los llamados crímenes de lesa humanidad son imprescriptibles, tal como esa idea ha sido interpretada por la actual Corte Suprema, que ha definido como tales sólo a aquellos cometidos con participación del Estado. Suele afirmarse que, por ese motivo, la Justicia está obligada a revisar la acción del gobierno militar del Proceso o, inclusive, aquella producida por una organización antiguerrillera como la Triple A, pero debe considerar en otro plano los crímenes cometidos por el terror guerrillero, so pena de incurrir en la oficialmente condenada «teoría de los dos demonios».

Esa mirada sobre el pasado que culpabiliza los crímenes de unos y absuelve los de la otra parte puede ser discutida hoy con una suma de argumentos.

El jurista argentino Luis Moreno Ocampo, primer fiscal de la Corte Penal Internacional (y, en los 80, fiscal del juicio a las juntas militares del Proceso), rebatió el criterio de considerar crímenes de lesa humanidad sólo a los actos inhumanos contra la población civil cometidos con participación del Estado. Moreno señaló que todos los ataques de ese carácter, sin excluir los realizados por grupos no gubernamentales, entran en la categoría. «En la Argentina hubo diferentes grupos que cometieron crímenes de lesa humanidad», resumió el fiscal.

Con todo, aún si se admite como correcto el criterio restrictivo de la Corte y sólo se consideran imprescriptiblemente imputables las acciones criminales vinculadas a gobiernos, lo que habría que discutir es el carácter de «grupos no gubernamentales» que suele asignarse a las guerrillas que actuaron en la Argentina en la década del 70. De hecho, Montoneros participó activamente en el gobierno nacional ejercido por el doctor Cámpora, ocupando con hombres propios o con compañeros de ruta sobre quienes ejercían influencia decisiva cargos de extrema responsabilidad, tanto en el gabinete como en la estructura político-administrativa del Estado. Un dato más puede incorporarse a este cuadro: muchos actores de la política de los años setenta recuerdan que, en las negociaciones anteriores y posteriores a la elección del doctor Cámpora, destinadas a la conformación de los elencos gubernamentales en Nación y provincias, las «orgas» de la izquierda peronista reclamaban centralmente el manejo de las fuerzas policiales, lo que obtuvieron en muchos casos. La renuncia del doctor Cámpora a la Presidencia ni eliminó de inmediato toda su inserción en el gobierno nacional ni suspendió la que mantuvieron desde el primer momento en gobiernos de importantes provincias argentinas (Buenos Aires, Córdoba, Mendoza, Santa Cruz, por ejemplo), de donde sólo fueron desalojados paulatinamente, tras la primera reacción impulsada por el general Perón al echarlos de la Plaza.

Dato despreciado

De hecho, cuando se evocan episodios de extrema tensión y violencia como los ocurridos en Ezeiza al producirse el retorno del general Perón, suele despreciarse el dato de que esto ocurrió durante el gobierno del doctor Cámpora, con las organizaciones montoneras y sus aliados ocupando fragmentos importantes del poder. Los choques ocurridos en las proximidades del aeropuerto en esa ocasión enfrentaron a dos sectores gubernamentales, no a un grupo estatal o paraestatal y a otro de partisanos irregulares. Entre algunos protagonistas de la violencia de los 70 se sostenía, por otra parte, que en el asesinato de José Ignacio Rucci se habían utilizado armas proporcionadas por el Estado bonaerense al grupo que ejecutó al líder gremial más próximo a Juan Domingo Perón.

Existe aun una tercera argumentación que abona la imprescriptibilidad de las acciones terroristas de los años 70. Ese razonamiento se apoya en el vínculo entre las organizaciones guerrilleras y un gobierno... aunque no se tratara ya del gobierno argentino, sino del cubano. Hay decenas de testimonios que muestran la relación íntima que existía entre las sedicentes organizaciones revolucionarias argentinas y la inteligencia del Estado castrista. Algunas de esas organizaciones argentinas fueron, de hecho, fundadas para brindar apoyo logístico a la frustrada guerrilla iniciada por Ernesto Guevara en Bolivia. El propio Che lo menciona en su diario de campaña y ofrece inclusive algunos nombres de apoyos argentinos que, aunque comprometidos, no llegaron al Altiplano.

En esta interpretación, los crímenes cometidos por el terrorismo de izquierda de los años 70 serían imprescriptibles por haber sido acciones inspiradas y alentadas desde un gobierno, en este caso, de un Estado distinto del de las organizaciones operativas. Una mirada parecida es la que probablemente inspiró al fiscal Alberto Nisman cuando analizó las responsabilidades sobre el atentado contra la sede de AMIA, en el que se imputa a un grupo armado libanés -Hizbollah-como instrumento del Estado iraní, cuyos funcionarios son igualmente responsabilizados por el crimen.

Por estos meandros jurídico-políticos se internará, sin duda, el debate que inició el gobierno con su actitud revisionista sobre la violencia de los años setenta. Si las sociedades deben procesar sus conflictos más graves, no de acuerdo al talante y la voluntad política de sus ciudadanos y su dirigencia, sino de acuerdo con los libros y con la decisión de una Justicia de ojos vendados, entonces los criterios de imprescriptibilidad deberán aplicarse con la mayor objetividad. La Justicia deberá ser ciega. No tuerta.

septiembre 20, 2008

Panorama político nacional de los últimos siete días

BURBUJAS
por Jorge Raventos

Según la señora Cristina de Kirchner, huésped principal de la Casa Rosada, "el primer mundo se derrumba como una burbuja". La dama no se luce con las metáforas: esta es tan imperfecta en su búsqueda del lugar común como decir que "el capitalismo estalla cual castillo de naipes". Lo interesante de la profecía (o la ilusión) de la presidente es menos su calidad literaria que lo que revela de su pensamiento. Ese regodeo en desgracias que considera ajenas (y que sitúa restrictivamente en Estados Unidos) tiene un aire de familia con aquellas expresiones de gozo de la señora Hebe de Bonafini en relación con el derrumbe de las Torres Gemelas.

Las fantasías ideológicas pueden abrumar las mentes más aún que la humilde ignorancia. Sólo desde esas nieblas puede llegar a imaginarse que la casita de uno se mantendrá firme si se caen los rascacielos vecinos. El oficialismo confunde el aislamiento internacional al que condujo al país con una quimera de indemnidad nacional ante los problemas del mundo. Por cierto, las cosas no funcionan así: el llamado "desacople" nos priva de muchas posibilidades que brinda la globalización (notoriamente: nos aleja de las inversiones que llegan a raudales a otro países de la región), pero en modo alguno nos libera de las consecuencias y las dificultades. El avance de la crisis financiera y sus temidos efectos depresivos hará más arduo aún el acceso al crédito, reducirá la demanda (y con ella los precios) de nuestros principales productos de exportación, encogerá los recursos fiscales, impulsará una mayor presión recaudatoria, achicará la inversión pública y privada y también el consumo. ¿Qué es lo que se festeja, entonces?

La mentalidad oficial que aquellos dichos revelan es una que no consigue evadirse de los límites domésticos y observa el mundo en los estrechos términos de "nosotros y ellos", es decir, sin la dimensión asociativa que Juan Perón designó como "universalismo". En rigor, la crisis que hoy muestra su epicentro en los Estados Unidos exhibe cuestiones que reclaman abordajes globales, universales. Señalaba en estos días un experimentado hombre de Estado como Felipe González: "La famosa gobernanza (papel ineludible de la política) permanece en el ámbito de lo local-nacional y de los obsoletos organismos financieros del pasado, en tanto que los fenómenos económicos y financieros más relevantes se mueven en el ámbito global sin gobierno alguno". Su diagnóstico sugiere la necesidad de una política global, capaz de construir nuevos instrumentos económicos, poner reglas globales y hacerlas cumplir. En el diseño de esos instrumentos, que cada día lucen más necesarios, participarán aquellos países y grupos de países dispuestos, por fuerza y convicción, a asumir responsabilidades globales, preparados a no sentirse ajenos. Dispuestos a acoplarse, no a desacoplarse.

Las excepcionales, y sin duda sorprendentes medidas que la Reserva Federal y el gobierno republicano de los Estados Unidos están adoptando para contener la formidable crisis financiera que se incubó allí y evitar que esta impulse una depresión parecen, por el momento, enérgicos palos de ciego, capaces en principio de comprar tiempo, pero no hay ninguna certeza de que, al fin, sean aptas para aquel objetivo. En su historia, Estados Unidos soportó muchos procesos recesivos (algunos bien serios), pero hasta ahora sólo sufrió tres depresiones económicas, dos en el siglo XIX (1840 y 1870) y una en el XX. La depresión se produce cuando un proceso recesivo es acompañado por un colapso del sistema financiero que hace caer fuertemente la demanda durante un período de varios años. La economía estadounidense representa un tercio largo de la economía mundial: es obvio que los efectos de su crisis se extienden globalmente.

En términos domésticos, en tanto, lo que se observa es que el gobierno dedica sus mayores esfuerzos a poner orden en su gallinero, con éxito cambiante. El jefe de gabinete, Sergio Mazza, y el secretario de Transporte, Ricardo Jaime, mantienen un pulso en torno a la concreción del tren bala. Mazza llegó a su puesto con el halo de un renovador moderado; muchos quisieron verlo como encarnación del "cambio" que la señora de Kirchner había prometido en su campaña electoral. Con esa carga sobre los hombros (y un capital político a cuidar) hasta ahora no pudo entregar mucho más que té y simpatía: no consiguió apartar a Guillermo Moreno de la Secretaría de Comercio ni de su influencia sobre el INDEC, aunque al menos logró apartarlo de los escenarios. Ahora presentó un proyecto de presupuesto que no prevé partidas destinadas al tren bala que impulsan Jaime y el ministro Julio De Vido. Mazza hubiera querido que se instalara la idea de que esa ausencia numérica era equivalente al olvido del proyecto, pero Jaime se encargó de decir que el tren sigue en marcha. Y la embajada francesa se ocupó de reforzar la postura de ambos funcionarios. El gobierno terminó asignando a la crisis financiera internacional y, en particular, a la situación que atraviesa el Banco francés Natixis, agente financiero de la operación, la prudencia con la que ha decidido avanzar en el proyecto.

Mazza no está contento con los resultados que va obteniendo en su función a cargo del gabinete; observa su papel como reemplazante de Alberto Fernández es muy acotado: él no ha conseguido la silla que Fernández tenía en el círculo pequeño de los que toman las decisiones y esa constatación lo hace meditar muy seguido en la posibilidad de volver a su cargo de intendente de Tigre, en el que mantiene una licencia.

En otro terreno, una cámara judicial consiguió lo que la ministra de Defensa no lograba pese a sus denodados esfuerzos: forzar el retiro del jefe de Ejército, Roberto Bendini. Nilda Garré venía vaciando de mandos a la fuerza, puenteando a Bendini, con quien sobrellevaba diferencias y tensiones. Bendini, con el respaldo de la llamada pingüinera (Julio De Vido, y tras él, Néstor Kirchner), resistía a Garré, pero no podía evitar los bombardeos de la ministra, que lo desgastaban más de lo que él había conseguido esmerilarse solo. Hace años –desde antes de que Néstor Kirchner fuera presidente- que pesaba sobre él una denuncia sobre manejo irregular de fondos del arma. El gobierno lo protegió y lo mantuvo en el cargo pese a un procesamiento del que emergió sobreseído en primera instancia . Ahora, con una revisión de esa medida en segunda instancia y con decenas de subordinados golpeados y apartados de sus cargos por investigaciones de mucho menor envergadura, Bendini cayó. Pero, siguiendo el viejo lema peronista que reza: "el que saca, no pone", Garré tuvo que soportar que Bendini y sus protectores de la cúpula gubernamental definieran al sucesor: el general de división Luis Pozzi. Habrá que ver como siguen las hostilidades de ahora en más.

La derrota ante el campo determinó el deterioro del sistema de poder kirchnerista. Ese deterioro se observa en las grandes dificultades que tiene para mantener la disciplina en sus filas, la creciente incoherencia entre discursos y hechos, y la acumulación y divulgación de cuestiones que en los buenos tiempos el gobierno conseguía sin dificultad barrer bajo la alfombra.

Queda sin mencionar, claro, el tema de la valija de Antonini Wilson. La semana próxima, cuando la señora de Kirchner se encuentre en Nueva York, en un juzgado de Miami, el hombre del maletín estará haciendo su deposición ante el tribunal. Allí dirá de quién era la valija con los 800.000 dólares y a quién estaba destinada.
Ya no se puede barrer bajo la alfombra.

septiembre 18, 2008

LA HERENCIA DE PERÓN

Muchos dirigentes peronistas parecen haberse cansado ya de lo que suponen una batalla perdida: elecciones democráticas en el Partido Justicialista antes de las elecciones de 2009. Hay ya muchos partidos en formación, de modo de no perder la chance electoral por la injusticia de la justicia electoral, que sigue dando la razón a Néstor Kirchner en su arbitraria posesión de un partido que sólo pertenece a los afiliados peronistas en particular y a la comunidad argentina en general.

No importa si la comunidad es peronista en su mayoría o si no lo es. El caso es que el Partido Justicialista es una institución y que como toda institución debe funcionar de acuerdo a la ley. La comunidad debe hacer suya esta causa, por la misma razón que debe exigir el cumplimiento de las leyes en todos los órdenes y frenar el uso y abuso de las instituciones públicas por parte de los malos políticos y peores funcionarios.

La comunidad peronista, en cambio, no puede renunciar tan fácilmente a reivindicar lo que ha quedado como legado institucional del General Perón. Hay razones políticas, de defensa de la institución que Perón creó como el instrumento electoral de su movimiento, y razones culturales, las de defender en un país que no es capaz de conservar lo más valioso de su patrimonio, un partido histórico con un nombre que expresa la única creación política argentina original, el justicialismo.

La generación formada desde la infancia por Perón para entronizarla como la primera elite democrática de la nueva era argentina no ha cumplido aún su misión. Esta no es la de desgajarse en una miríada de formaciones políticas personalistas sino la de ocupar y resguardar la institución heredada. En una época en la cual cuesta establecer lazos productivos con el pasado político, esta misión conservadora es de vital importancia para la Nación. Lo mismo puede decirse del Partido Radical, sometido a una idéntica extenuación histórica y necesitado de ser revalidado en su tradición.

Es verdad que bajo el ala invisible del movimiento peronista ha nacido una voluntad de liderazgo en Mauricio Macri, con la sigla del PRO, y que en singular correspondencia, bajo el ala invisible del radicalismo, se ha desarrollado Elisa Carrió, bajo el nombre de Coalición Cívica. El bipartidismo continua siendo una clara tendencia de los argentinos, y ha buscado su cauce más allá de las estructuras madres del PJ y del PR, corrompidas por dirigentes antidemocráticos.

No hay que confundirse, sin embargo, y creer que el camino hacia delante pasa por dos nuevos partidos. Esa piedra en el camino que son los Kirchner, a la vez en el partido y en el gobierno, lo van a impedir: con ellos, siempre se tratará de la competencia entre tres y nunca entre dos. Por esta razón pragmática, además de las otras mencionadas y que hacen más al sentimiento y a la responsabilidad personal, valdría la pena revisar el abandono prematuro del PJ. También a los radicales les conviene un PJ democratizado. Sólo ganaran si enfrentan a uno y no a dos. Ni que decir que a Mauricio Macri le conviene lo mismo.

septiembre 13, 2008

Panorama político nacional de los últimos siete días


QUIÉN ESTÁ AL MANDO

"Duérmete oficialmente, sin preocuparte,

que sólo algunas piedras son responsables".

María Elena Walsh, Canción de cuna para gobernante


Hace ya un buen tiempo que el gobierno no difunde encuestas sobre la imagen presidencial o sobre el juicio de los ciudadanos en torno a la gestión del kirchnerismo. Los motivos de esa discreción son comprensibles. No es que la Casa Rosada haya dejado de pagar estudios de opinión pública, sino que prefiere echar un piadoso manto de silencio sobre los datos que le proporcionan.

Un influyente ministro, por caso, recibió la semana última una extensa encuesta recién salida del horno que revela que el porcentaje de aprobación que cosecha hoy la señora de Kirchner ya se encuentra –después de unas semanas de amesetamiento- por debajo de los 20 puntos: para ser precisos, obtiene 50 opiniones negativas cada 17 favorables. En algunos rubros el juicio ciudadano es aún más duro: la gestión del tema seguridad recibe un 5 por ciento de opiniones positivas contra un 78 por ciento de negativas; el trabajo del gobierno sobre la inflación obtiene un 3 por ciento de aprobación versus un 77 por ciento de rechazo. Son cifras significativas, sobre todo si se considera que inflación e inseguridad representan (según datos del mismo estudio) las preocupaciones dominantes en la opinión pública.

Los datos de la encuesta sobre la presidente la pintan –para decirlo con una expresión popular- "más golpeada que rodilla de zapatero", incluso en comparación con la administración de su esposo: 17 de cada 100 consideran que su gobierno es "igual de malo" que el de Néstor Kirchner; 51 de cada 100 estiman que es "peor".

Pero no sólo la castigan los números. El proceso que se desarrolla en Miami con protagonismo de Guido Alejandro Antonini Wilson ha devuelto a las primeras planas la historia de la valija con más de 800 mil dólares enviada a Buenos Aires por el gobierno de Hugo Chávez y trasladada en un avión fletado por el Estado argentino. Las cintas grabadas que el fiscal y el FBI aportaron a aquel juicio incriminan cada vez más nítidamente a altos funcionarios del kirchnerismo y proyectan más sombras sobre el financiamiento de la última campaña electoral oficialista. Esas sospechas se suman a las que surgen de los hechos conectados con la venta ilegal de efedrina en relación con el narcotráfico y algunos aportantes a esa misma campaña. A la luz de estas circunstancias, y como señal de la seriedad institucional que les otorga, Elisa Carrió señaló esta semana que creía reunidas causales para el inicio de un juicio político.

El gobierno, entretanto, reaccionó frente a las revelaciones del juicio de Miami repitiendo la escena ensayada a fines del último año, cuando emergieron los primeros trascendidos sobre la investigación del fiscal americano Thomas Mulvihill y la Casa Rosada acusó al gobierno de los Estados Unidos de organizar "operaciones basura" para perjudicar al kirchnerismo.

El gobierno, que sin demasiados motivos creía haber enderezado un poco sus vínculos con Washington, vuelve a patalear ante el gobierno americano por situaciones que ocurren en los tribunales. Observa, además, sin demasiada capacidad de reacción cómo se dispersan fuerzas que hasta hace algunos meses consideraba propias y disciplinadas y cómo se le escurren entre los dedos instrumentos de poder que empleó largamente durante estos años.

Que Hugo Moyano, por ejemplo, haya solicitado públicamente que se considere el asesinato de José Rucci –del que se cumplen pronto 35 años- un crimen de lesa humanidad (es decir, imprescriptible) y que se juzgue y condene a los culpables, implica un gesto de indisciplina calificada para el kirchnerismo. El asesinato de aquel secretario general de la CGT y aliado principal de Juan Perón, como lo muestra una reciente investigación firmada por el periodista Ceferino Reato ("Operación Traviata"), fue consumado por la organización Montoneros y la doctrina oficial sólo ha querido considerar delitos de lesa humanidad las acciones producidas por la represión antiterrorista, jamás las que ejecutaron los grupos guerrilleros.

Una de arena y otra de cal: después de soltar ese bombazo, Moyano hizo buena letra y salió a sumarse al coro de ángeles que protesta contra la investigación judicial norteamericana sobre la valija llena de dólares chavistas. Una cosa no borra la otra, pero los Kirchner a esta altura no tienen tantos defensores como para despreciar esa ayuda.

De todos modos, tras esos descartes todavía queda un naipe en las manos del camionero, y tiene que ver con los reclamos para que el gobierno compense con dinero la pretensión de mantener cerradas las negociaciones salariales hasta el año próximo. Moyano no puede abandonar esa bandera porque siente en la nuca el aliento de su principal competidor, Luis Barrionuevo, quien desde la CGT Azul y Blanca ya desatada de compromisos oficialistas, exige nuevas negociaciones, aumentos de sueldos no meramente simbólicos. La pinza gremial se cierra sobre la Casa Rosada.

Las cosas no parecen más tranquilizantes en el plano parlamentario. Después del revés sufrido en julio a manos de los senadores con la famosa resolución 125, el oficialismo ha venido gambeteando las votaciones complicadas en las cámaras, y ha soportado con estoicismo que los proyectos enviados por Ejecutivo fueran perforados con modificaciones, con tal de sumar respaldos que le ahorraran una nueva derrota. Ahora, sin embargo, aparecen peligros en el horizonte. Uno es el proyecto de movilidad jubilatoria, que obtuvo la media sanción de Diputados tras haber sufrido varios cambios. Sucede ahora que muchos senadores (inclusive varios oficialistas) se proponen introducir nuevas reformas en ese proyecto, pues consideran que no cumple con pautas de movilidad equitativas que, además, estén en condiciones atravesar el examen de legalidad de los juzgados a la luz de la reciente jurisprudencia de la Corte. El oficialismo, por parte, ha insinuado que no admitirá nuevas reformas, que quiere que se apruebe el proyecto tal como salió de la Cámara Baja. ¿Se convertirá la movilidad jubilatoria en una nueva resolución 125? En cualquier caso, hay otras dos chances de choque en el fixture del Congreso: el Ejecutivo tiene que presentar en estos días su proyecto de Presupuesto para el año 2009. Vinculados a este debate hay dos puntos que seguramente tensarán las fuerzas del oficialismo y la disidencia: la declaración de emergencia económica y los llamados superpoderes, dos herramientas con las que el gobierno contó estos años y que le permitieron manejar fondos a discreción y poner en caja a gobernadores o intendentes ansiosos de autonomía.

En paralelo, el campo intensifica los preparativos de nuevas movilizaciones ante la evidencia de que el gobierno no resuelve problemas y se limita a hacer jueguito para la tribuna.

La señora de Kirchner exhibe las fragilidades de su administración en diferentes campos. El resonante anuncio del pago al contado de toda su deuda al Club de París –con una cifra precisa recitada por la presidente- fue primero corregido desde la tesorería francesa, que indicó que el número indicado era inexacto y fallaba en más de mil millones de dólares. Más tarde, fue el propio gobierno el que rectificó el anuncio presidencial: ahora, más sensatamente, se habla de abonar sólo el stock de deuda exigible. Y como las tratativas son mucho menos expeditivas de lo que soñaba un Ejecutivo que se asesora en familia en lugar de hacerlo con expertos, ahora el gobierno respira porque, al no cumplir el anuncio, evita un debilitamiento prematuro en la situación de las reservas, es decir, se salva –a costa de un papelón- de un peligro que había inventado con su propia improvisación.

Otro terreno en el cual la semana última quedó expuesta la pérdida de poder: el gobierno, preocupado por la falta de crédito que se le otorga en torno al tema de los manejos ilegales con la efedrina, los precursores destinados a la fabricación de drogas y, en general, con el tema del narcotráfico (aunque, por cierto, merced a su conducta ante el INDEC, no exclusivamente sobre esas cuestiones) anunció que establecería una colaboración plena con la DEA, la agencia antinarcóticos de los Estados Unidos. Sin embargo, el titular de la Policía de Seguridad Aeroportuaria, Marcelo Saín, declaró sobre el pucho, el martes 9 de septiembre, que la fuerza que él conduce no colaborará con la DEA. "Nunca pude trabajar ni trabajaré con la DEA. No nos interesa su esquema de trabajo", le confió Saín a La Nación.

De acuerdo al organigrama del Estado, Saín depende del ministerio de Justicia y Seguridad y éste, a su vez, depende de la Presidencia. Cinco días después de esas declaraciones que chocaron contra la información ofrecida por quienes parecen ser sus superiores, Saín continuaba en su puesto. Tal vez aquel organigrama esté desactualizado.

septiembre 09, 2008

HACIENDO LOS DEBERES

Mientras se soluciona el problema legal que impide la participación democrática en el PJ de los opositores a los Kirchner, persiste un problema que ni aún la más democrática de las internas y la predominancia de la más acertada y mejor orientada línea política resolverán: la calidad de la gestión una vez ganado el Gobierno Nacional. Por lo tanto, a la par que se continua la lucha política por la participación, el control del PJ y la victoria en las eventuales elecciones internas, se deben hacer los deberes y crear algo más que sellos de goma para juntar cuadros con apenas alguna especialización y conocimiento de las áreas de Gobierno que esperan resolución.

No existe hoy, salvo en los contados casos de algunas investigaciones universitarias, un estudio orgánico de la Administración nacional, menos aún un plan de reforma y ni por asomo están pensadas las leyes que deberían promover y facilitar esta reforma. Más allá del remanido ejemplo del INDEC, hay que mencionar que tampoco existen datos fehacientes, aceptados y comprobados por los diferentes referentes políticos actuales, de modo tal que cualquier debate sobre gestión se transforma en un debate ideológico superficial sin un verdadero sustento en la realidad. El hecho de que se continúen discutiendo mal las reformas de la década de los noventa es una prueba más que suficiente de este problema: se desdeña la realidad de los datos económicos a favor de lo más fácil e indemostrable, el argumento ideológico.

Sean liberales, peronistas ortodoxos o socialdemócratas, los políticos y los comunicadores sociales no cuentan con una base de datos fidedigna que les permita evaluar aciertos y errores y corregir o modificar con sensatez y racionalidad estrategias de acuerdo a su ideología y es por eso que, sea cual sea el signo ideológico que gobierne, la Administración nacional es siempre deficiente.

Lo que sucede en el nivel nacional sucede también en el nivel provincial y lo que sucede entre ambos niveles o lo que debería suceder, o sea el federalismo llevado a su mejor práctica, también requiere investigación.

Predominarán en el favor de los votantes aquellos que desde ahora, a un año exacto de las próximas elecciones legislativas, puedan ofrecer la promesa de una verdadera gestión de elite, basada en el previo profundo conocimiento de las estructuras a administrar y a reformar para su mejor servicio a la población y a la Nación. Los empresarios y, en general, el pueblo llano interesado en promover una mejor dirigencia con calidad de gestión, antes que donar a las futuras campañas, deberían anticiparse y apoyar y sostener a las instituciones que decidan hacer este imprescindible trabajo, el recurso menos vistoso en la arena política pero el más rendidor a la hora de rediseñar un país y una dirigencia.

septiembre 06, 2008

Panorama político nacional de los últimos siete días

AUNQUE SEA CON MULETAS
por Jorge Raventos


El martes 2 de septiembre, ante un Salón Blanco colmado de industriales y cortesanos (sin excluir a algunos que misturan ambas calidades), Cristina de Kirchner fue aclamada cuando anunció que había ordenado cancelar en un solo pago, con reservas del Banco Central, la totalidad de la deuda argentina concentrada en el Club de París, un foro informal de países acreedores que reúnen y negocian desde allí obligaciones y deudas que ciertos estados dejaron caer. Aunque la presidente mencionó un monto de 6.706 millones de dólares, la cifra fue corregida (hacia arriba y en mil millones de dólares) por los funcionarios de la Tesorería francesa que actúan como administradores del Club.

Más allá de los ineludibles aplausos del público congregado en la Casa Rosada, hubo expresiones de buena voluntad que la prensa argentina más influyente derramó un día más tarde y también elogios que llegaron desde algunas cancillerías, en particular desde el Departamento de Estado. Probablemente haya que interpretarlas como un premio consuelo y también como un esfuerzo por no agravar la notable vulnerabilidad que exhibe el gobierno kirchnerista.

Es que, en rigor, el anuncio -presentado al estilo de esta administración como un gesto de autonomía y poder- constituyó una nueva muestra de retroceso e improvisación. Hasta apenas tres días antes el gobierno seguía desmintiendo cualquier arreglo ("no es una prioridad", era el argumento al uso). Y si bien es cierto que habían ocurrido algunas conversaciones de aproximación con el Club de París (con Martín Redrado y algunos funcionarios del área de Finanzas como protagonistas), esas charlas exploraban la vía –más que razonable- de un acuerdo con refinanciación de la deuda, no el pago completo con recursos del Banco Central que informó la presidente. Aquella vía era resistida por Olivos (eufemismo territorial que encubre el nombre de Néstor Kirchner), porque cualquier acuerdo requería el monitoreo y consenso previo del FMI. Y tal monitoreo obviamente hubiera destacado la mentira de las estadísticas oficiales, la situación de alta inflación y otras desprolijidades que el gobierno prefiere no divulgar para poder insistir en ellas.
Puesto que el capricho kirchnerista cerraba el camino del acuerdo con monitoreo, sólo quedaba continuar con la política de postergar sine die el pago o taparle la boca a los acreedores pagando todo y al contado rabioso. ¿Cuál fue la razón para que esta vez el gobierno decidiera poner la reversa y buscar la vía de la solución tajante que venía rechazando sistemáticamente? Muy sencillo: el oficialismo guardaba esa bala para coronar con ella algún añorado momento de alza política, pero tuvo que malgastarla en virtud del descrédito alcanzado por sus desastrosas decisiones financieras y monetarias. La sistemática destrucción del INDEC y de un sistema estadístico nacional que gozaba de buena reputación en el mundo para transformarlo en instrumento destinado a falsificar índices ( en particular el de inflación, que rige la indexación de una serie de bonos de la deuda argentina) está en la base de ese descrédito, pero no es la única barrabasada cometida desde el poder. El sospechoso (y costoso) empleo exclusivo de la Venezuela chavista como palenque financiero es consecuencia y causa de esos manejos. La última operación con bonos argentinos colocados en Caracas con una tasa cercana al 16 por ciento dio a los mercados la señal de que el gobierno de los Kirchner tenía problemas de caja y, ya que los mercados no se mostraban dispuestos a prestarle, estaba dispuesto a pagar carísimo por obtener fondos.
Voceros oficiales refutaron esos análisis señalando la holgada situación de reservas del país. Pero fatalmente funciona el síndrome del pastor mentiroso: ¿por qué creer las cifras que ofrece quien ha confesado que las falsea para pagar más barato lo que debe?

Así, los analistas de Wall Street subrayaban los problemas de Argentina y aconsejaban reducir inversiones en esta engañosa plaza; y muchos advertían sobre el riesgo de un default o una reestructuración forzosa de la deuda.

El pago al Club de París fue, entonces, una jugada desesperada por recuperar algo de credibilidad internacional (y eventualmente algo de crédito, más allá de la costosa ayuda del amigo Chávez) en vísperas de un 2009 en que Argentina tendrá fuertes vencimientos que afrontar.

El recurso en el que la pareja de Olivos depositó sus esperanzas tuvo, sin embargo, un efecto decepcionante. Aplaudido por algunas horas (en especial por quienes cobrarán al contado lo que Argentina podía cancelar en cuotas cómodas y de bajo interés), muy pronto quedó evidenciado que ese pago no salva al país del descrédito. No hay duda de que es mejor tener imagen de pagador que de moroso o incobrable, pero el crédito se recobra con comportamientos consistentes y sostenidos, más que con pezzi de bravura. El sorpresivo (y sorprendente) pago cash fue leído por numerosos analistas, antes que como la cuota de ingreso al club de las economías normales, como la compra de tiempo para evitar que el FMI, gran síndico internacional, auditara nuestras dudosas cuentas y más que dudosos negocios. O como un costoso esfuerzo financiero destinado a facilitar operaciones delirantes como la del tren bala. Seguramente por eso, pese al gesto de la señora de Kirchner, el riesgo – país de Argentina se incrementó después del anuncio, y los bonos argentinos volvieron a bajar, aunque ese descenso pueda justificarse por la turbulenta situación general de las bolsas del mundo en vísperas del fin de semana.

El anunciado pago con reservas del Banco Central tuvo además el defecto de golpear la autonomía de la institución monetaria. Y azuzó, por otra parte, a los tenedores de bonos argentinos en default de todo el mundo que reclamaron un pago al que el gobierno se sigue negando con obstinación. "También eran obstinados con el Club de París y le pagaron con reservas, igual que al FMI. ¿Por qué no a los tenedores de bonos?", se preguntan estos. Y le preguntan a sus respectivos estados.

Los analistas señalan, en fin, que al pagar con reservas Argentina, todavía un paria en los mercados genuinos de capitales, se torna financieramente más vulnerable en vísperas de un año en que tendrá que pagar mucha deuda y cuando la desconfianza puede someter a su moneda a fuertes desafíos. Esa desconfianza es razonable: el pago no resuelve situaciones que afectan las bases del fatigado "modelo" kirchnerista. Cada día son más visibles esas situaciones: inflación creciente, pesadísimos subsidios, dramática falta de inversiones, caída del consumo (factor sobre el que pivoteó la reactivación), etc.

Cuando se descuenta el efecto de la inflación, se observa que los ingresos tributarios tienden a estancarse, mientras el gasto crece, motorizado por los subsidios al sector privado, que este año superarán los $ 40000 millones de pesos.

Una encuesta realizada en estos días entre empresarios da cuenta de un creciente pesimismo: el 38 por ciento de los entrevistados previó disminuir su inversión mientras sólo el 19 por ciento señaló que piensa aumentarla. Esto ocurre pese a que el 82 por ciento de las empresas está trabajando al borde de su capacidad instalada. El expero Bernardo Kosacoff consideró que generan incertidumbre la suba de las tasas de interés, las dudas por la provisión energética, la apreciación del tipo de cambio, la menor disponibilidad de infraestructura, la falta de proveedores especializados y de mano de obra calificada y la ausencia de un mercado de capitales para financiar la inversión a largo plazo. Nada más que eso.



Así, pues, mientras retrocede, el gobierno se va desahaciendo de instrumentos y ensancha su fragilidad. La estrategia de Néstor Kirchner –en alguna medida consentida por la mayoría de sus adversarios políticos- sólo consiste en dar pasos atrás y hacer clinch mientras se bambolea en el ring, procurando evitarse caídas fuertes como la que le ocasionó su pelea con el campo. En el revival del Congreso, la táctica de Kirchner es que sus fuerzas participen en proyectos que obtengan mayoría en las votaciones, así esos proyectos surjan de la destrucción de las propuestas originales enviadas por el Poder ejecutivo. Ha ensayado ese expediente con la estatización de Aerolíneas Argentinas y con la implantación de la movilidad a las Jubilaciones y, de ese modo, los proyectos del ejecutivo fueron ampliamente corregidos por los legisladores.

De ese modo, el kirchnerismo retrocede sacrificando sus políticas y sus adversarios le sueltan piolín para que los vientos no lo arrastren prematuramente. Pese a ese esfuerzo compartido, el gobierno corre riesgos permanentes, porque en debilidad no puede evitar que estallen consecuencias de sus actos anteriores: la inseguridad cunde e irrita hasta el paroxismo a los ciudadanos; la ira de la gente explota en hechos como el incendio de trenes de cercanías que obligan a millones de personas a viajar hacinados y a llegar tarde a sus obligaciones, mientras el gobierno vuelve a apelar a las teorías conspirativas, denuncia complots y no deja de delirar con el negocio del tren bala. Los carteles de la droga se establecen en la Argentina y sus socios aparecen financiando campañas electorales del oficialismo.

A menudo, cuando se encuentra en dificultades, el oficialismo evoca con aire de queja el hecho de que este gobierno sólo lleva 9 meses de existencia "y fue elegido por la mayoría". Puede dejarse de lado el hecho de que este gobierno es continuidad directa del anterior, razón por la cual el cansancio no se inició hace sólo nueve meses. Puede también omitirse la exageración de hablar de "mayorías" cuando, en rigor, el oficialismo es una primera minoría que sólo obtuvo el voto de uno de cada tres empadronados. Más allá de ello, lo que conviene retener es el hecho de que las democracias actuales –todas ellas, y con más razón las que inventaron el cacerolazo- no se basan sólo en el voto popular, sino también en el veto popular. El politólogo y economista socialdemócrata Pierre Resanvallon ha analizado el tema en su último libro: "El principio de base de la democracia es la legitimiación del poder por el pueblo por las elecciones; pero sólo se vota cada dos, cuatro o cinco años; entonces, hay un principio fundante, pero también el riesgo de una dimensión intermitente de la democracia.(…) ¿Cómo vie la democracia de manera permanente? Por la manifestación de las exigencias, los reclamos de que el poder no traiciones sus promesas ( …) no se puede hablar de democracia, pues, sin hablar de ese otro costado que es el conjunto de desafíos y puestas a prueba, exigencias y contrapoderes de la actividad democrática cotidiana…"

Y no son esos los únicos desafíos: los gobiernos son interpelados por sus electores, por los ciudadanos, y también por las instituciones, las costumbres, las corporaciones…y los mercados. Debe renidir examen en todos esos escenarios. Y no sólo cada tantos años.

A principios de 1976, cuando sólo faltaban meses para las siguientes elecciones presidenciales, Ricardo Balbín, el jefe radical, sostenía que había que ayudar a que el gobierno de Isabel Perón terminara su período "así fuera con muletas". Hoy, cuando el 2009 parece tan lejano y hasta el 2011 falta una eternidad, buena parte de esos adversarios a los que el oficialismo consideró más de una vez "destituyentes" procuran conseguir muletas reforzadas para que el calendario electoral se cumpla sin alteraciones. Si el paisaje no cambia, (y si el enfermo, en rasgo de orgullo o de inconciencia, actúa como si fuera omnipotente) es probable que las muletas no sean suficientes.