AVISO

A partir del 1° de Diciembre, este foro cesa su actividad, atento a que la nueva etapa de formación de líneas alternativas dentro del peronismo requiere, más que la ya agotada discusión acerca del PJ, un trabajo específico de análisis y propuestas que puedan fortalecer a los nuevos liderazgos peronistas liberales.

Nuevas notas en nuestra nueva página:

PERONISMO LIBRE
LA REVISTA DEL PERONISMO LIBERAL
http://peronismolibre.blogspot.com/

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Panorama político nacional de los últimos siete días

Estados alterados
por Jorge Raventos

La mujer del gobernador chaqueño Jorge Capitanich estrelló voluntariamente una camioneta cuatro por cuatro contra un muro de la Casa de Gobierno, en Resistencia. La señora Sandra Mendoza ocupa un ministerio en el gabinete de su esposo y al parecer reaccionó contra la sugerencia de su cónyuge de que abandone ese cargo para encabezar en octubre las listas legislativas del Frente para la Victoria. Hasta el momento muchos dirigentes han optado por no figurar en las boletas del kirchnerismo, pero nadie lo hizo con un estilo tan dramático y espectacular.

Al borde de un ataque de nervios

Evidentemente, un intenso ataque de nervios trastorna el espíritu y las conductas del oficialismo. La alocada decisión presidencial de retirar la tradicional guardia de granaderos del templete que recuerda en Yapeyú el nacimiento del General San Martín es una muestra más de esa perturbación. La señora de Kirchner ordenó que no quedara ni un efectivo del tradicional regimiento en la ciudad correntina con el objetivo de dañar la presencia del vicepresidente Julio Cobos en los actos de homenaje al prócer en su natalicio.

Los Kirchner le hacen la vida difícil al vicepresidente: sus lenguaraces le reclaman que renuncie, sus amanuenses le niegan medios para traslados tan plausibles como el viaje que Cobos quiso hacer a Tartagal en medio de la crítica situación que pasó la localidad salteña. Pero sobre todo, no quieren que el vicepresidente ocupe situaciones que evoquen ciertas aristas de su rol institucional: en el caso de Yapeyú, no querían que el cuerpo de escolta presidencial desfilara ante el hombre que fue elegido para reemplazar a la presidente en caso de ausencia. Más allá de que, ya que el fin era dañar a Cobos, el tiro salió por la culata y el vicepresidente atrajo cámaras y simpatías solidarias, lo significativo del episodio es la falta de límites de los Kirchner, que no vacilan en atropellar instituciones y tradiciones impulsados por motivos de pequeña política o directamente facciosos. Antes del episodio de San Martín y los granaderos, el gobierno K ya había suspendido más de una vez el tradicional Te Deum del 25 de mayo para no oír las homilías del Cardenal Jorge Bergoglio.

Como la señora de Kirchner no quiso escuchar directamente lo que ya sabía que la Mesa de Enlace agropecuaria le quería decir al gobierno, envió a esa reunión una delegación de intermediarios, miembros del gabinete que jamás se reúne. No estuvo presente siquiera el jefe de gabinete, Sergio Massa; tampoco el ministro de Economía, Carlos Fernández. Pero fue de la partida el ministro de Interior, Florencio Randazzo, como para subrayar que el gobierno considera a los dirigentes del campo protagonistas políticos (enemigos políticos, más bien) antes que representantes de un sector productivo. Sólo porque los líderes de la Mesa de Enlace parecen persuadidos de que deben exhibir mansedumbre y paciencia pudieron calificar la reunión con un 4 (“De cero a diez, un cuatro”, resumió Eduardo Buzzi) o considerarla “el inicio de algo”, ya que Randazzo y sus dos acompañantes (la ministra de Producción y el secretario de Agricultura) dejaron en claro que está vedado el tema central, clave para resolver el conflicto, que es el de las retenciones a la soja.

Ocurrencias anacrónicas

Como para que no quedara duda alguna de que la voluntad del gobierno apunta a chucear al campo antes que a negociar un acuerdo plausible, hacia fines de la semana el gobierno hizo trascender que estudia un proyecto de estatización del comercio de granos y derivados. Tres semanas atrás, a través de un columnista porteño que suele difundir ocurrencias y bluffs del jefe del kirchnerismo, se difundió la idea de que estaba a estudio la expropiación de Siderar, la gran empresa de San Nicolás, propiedad del grupo Techint. Ahora se lanza a rodar esta idea referida al comercio de granos, una caricatura anacrónica del IAPI del primer peronismo. Estas amenazas intervencionistas y expropiatorias constituyen nuevas expresiones de la excitación, a veces delirante, que altera el pensamiento oficialista. Muchos consideran este último arranque como una presión desesperada tendiente a forzar al campo a los productores a vender la soja que aún conservan en sus campos, guardada en silos-bolsa. El gobierno tiene ansiedad por cobrar los derechos de exportación sobre esa soja, y hasta sobreestima su existencia: considera que la soja retenida llega a 9 millones de toneladas, aunque los cálculos técnicos aseguran que no llega a los 6 millones. Kirchner y dos de sus mosqueteros, Guillermo Moreno y Ricardo Etchegaray, creen que la mera amenaza de estatizar el comercio de granos volcará al mercado una parte sustancial de las existencias. Y si la amenaza no alcanza…

A diferencia del IAPI de Juan Perón, y más allá del juicio que se tenga sobre aquel instrumento económico, la diferencia sustancial con lo que maquina actualmente el gobierno reside en que, en los años 40, los productores no contaban con ese formidable instrumento de poder propio (de “empowerment”, dice la literatura anglosajona) que son los silos-bolsa; estos les permiten almacenar en los campos, no depender de acopiadores y exportadores para elegir la oportunidad de venta y, así, tener decisión autónoma para adaptarse a las condiciones y precios del mercado. Si en los 40 el peronismo podía argumentar que el IAPI apuntaba contra el exceso de poder de acopiadores y grandes firmas exportadoras, ahora no hay duda alguna de que la medida que estudian en Olivos, de aplicarse, estaría dirigida contra los agricultores y sus silos-bolsa. Este monopolio estatal proyectado no tendería a acotar o contener monopolios privados, sino que se ejercería sobre la libertad de los productores, independientemente del tamaño y rasgos de sus emprendimientos.

Lo primero que consiguió la ocurrencia de Olivos no fue, sin embargo, un retroceso temeroso del campo, sino una reacción unánime de entidades productoras y comercializadoras: veintisiete de ellas (que, además de las cuatro Mesa de Enlace, incluyen desde la Cámara de Puertos hasta centros de consignatarios, productores avícolas y de legumbres, industriales fabricantes de maquinaria agrícola, etc.) suscribieron una solicitada el sábado 28 de febrero titulada “Argentina en retroceso”. Si el gobierno no retrocede silenciosamente después de esa respuesta, deberá tomar nota de que la próxima vez que la Mesa de Enlace adopte una medida su representatividad será más amplia que hasta esta semana. Gracias a los Kirchner.

Lo que vio la CIA

Si faltaba algo para enajenar el humor de los Kirchner, lo introdujo León Panetta, el hombre que fuera jefe de gabinete de Bill Clinton y al que Barack Obama designó como número uno de la CIA, la Agencia Central de Inteligencia estadounidense.

Panetta incorporó en el menú diario de información que la CIA le entrega al presidente Obama un análisis sobre las repercusiones políticas que la crisis económica global puede ocasionar en diferentes regiones. En el primero de estos nuevos informes, la agencia señaló que Argentina, Ecuador y Venezuela afrontan serios problemas económicos y que su estabilidad política corre peligro. Obviamente, los periodistas no tienen acceso al informe que recibe el presidente de los Estados Unidos; Panetta habló con la prensa y él personalmente resumió esos conceptos. “On the record”.

La noticia alteró tanto a Olivos como a la Casa Rosada, pero esta vez el disgusto no se tradujo en una reacción directa de la pareja presidencial, como sino en un llamado a la Cancillería para que fuera Jorge Taiana quien respondiera. El ocupante del Palacio San Martín se cuidó, a su vez, de no tomarlas con el gobierno americano en su conjunto, sino sólo con la agencia de inteligencia. Cristina Kirchner deberá cruzarse con Obama (si es que éste concurre) a principios de abril, en la cumbre del G20 en Londres y aspira, al menos, a sacarse una foto con él, como la que consiguió con Fidel Castro. El presidente americano por ahora está protegido hasta de los arranques de ira del gobierno argentino. La CIA es otra cosa. Para los Kirchner es como el FMI. Creen que se puede maldecir a bajo costo. Kirchner, por ejemplo, acaba de afirmar que no quiere plata del FMI “ni regalada”, aunque Argentina afronta este año y en 2010 vencimientos de deuda por valor de 40.000 millones de dólares y nadie está demasiado entusiasmado por prestarle ni creer en su palabra, que se sepa.

El Wall Street Journal disparó esta semana que “en esta crisis económica global, el comportamiento financiero argentino es especialmente preocupante. Su estatus de mayor país con deudas con default, su repudio sin precedentes en 2005 de los bonos mantenidos por aquellos que obstaculización los términos para la reestructuración, y la falta de transparencia y empalagosa revelación respecto de su capital corriente, creó un ejemplo peligroso”. El diario lanzó esa fuerte opinión ante la noticia de que Argentina intenta presentar a la Comisión de Garantías e Intercambio la aprobación para entrar nuevamente al mercado de capitales de Estados Unidos. “Si la SEC falla en mantener a la Argentina fuera del mercado de capitales –publkicó el influyente matutino- podría favorecer a otras naciones en seguir el camino irresponsable de ese país”.
La Argentina de los Kirchner no tiene buena reputación. Y pasa, sin duda por graves dificultades económicas, muchas de las cuales no han alcanzado todavía la superficie, pero emergerán en el curso de este año.

La información que el señor Panetta le facilitó a su jefe en la Casa Blanca apuntó, seguramente a subrayar que, además de los problemas económicos (al fin de cuentas no hay país que no los atraviese en mayor o menor grado en tiempos de crisis global) Argentina puede atravesar altibajos políticos, como ya han sufrido (o están sufriendo) algunas de las naciones sacudidas por el tsunami económico-financiero (Islandia, Irlanda, Inglaterra, Grecia, Ucrania, Letonia han visto caer abruptamente la popularidad de sus gobiernos…y en algunos casos lo que cayó fue el gobierno mismo).

No hace falta un gran aparato de inteligencia ni un ejército de espías para detectar esa realidad: la información es pública; las empresas demoscópicas registran en sus encuestas el derrumbe de la imagen de la familia presidencial, los diarios dan cuenta de las aceleradas sangrías que sufre el oficialismo, de los diputados, senadores y legisladores locales que se alejan de la fuerza kirchnerista; cualquiera puede observar que el gobierno no cierra el conflicto con el campo, que tanto lo debilitó en 2008, sino que, en cambio, pretende profundizarlo en busca de una dudosa revancha. En fin, los observadores hablan ya desde la perspectiva del sentido común del “comienzo del fin de Kirchner” (La Vanguardia de Barcelona) y del postkirchnerismo. Y muchos (sin excluir a políticos prudentes como el santafesino Carlos Reutemann) temen que si la crisis no es adecuadamente manejada – es decir, con racionalidad y audacia, serenamente, sin espíritu faccioso, sin ánimos vengativos- se encuentre en peligro inclusive la elección de octubre.

febrero 27, 2009

RECOMENDADOS

Para todos aquellos que perciben con claridad que la clave del próximo programa argentino de crecimiento estará en un acabado y perfecto federalismo, recomendamos la excelente nota de Juan Llach, "Pobrezas del Conurbano" en La Nación del jueves 25 de febrero:

http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1103295&pid=5904032&toi=6269

Como es José Manuel de la Sota el peronista liberal que con sus equipos está trabajando más aceleradamente en un plan federal, esperamos que ponga pronto a disposición del público su trabajo y quizá que lo compatibilice con los equipos de la Universidad Austral preocupados por la misma temática.

Cuando la Argentina falsa en que vivimos se derrumba, bueno es recordar lo que tenemos acumulado en capacidad y conocimiento, porque pronto lo vamos a precisar.

En cuanto al criterio general que deberá tomar la economía bajo un signo peronista liberal, la página de Domingo Cavallo (así como su reciente libro "Estanflación"), abunda en riqueza conceptual y una productva discusión pública. Esta semana, una imperdible nota en www.cavallo.com.ar : "Mis discusiones con Roberto Mangabeira Unger" que remiten además a las clases sobre El Consenso de Washington que diera Cavallo en Harvard invitado por el ministro y pensador brasileño.

febrero 26, 2009

OPINIÓN

¿El futuro es del peronismo de centroderecha?
por Pablo Díaz de Brito

El 2009 será recordado probablemente como el año de los tercios. Un tercio para el poder K, otro tercio a Lilita-socialismo-radicalismo, un último tercio al PJ disidente-Macri-Felipe-De Narváez. Así viene la cosa, parece.Pero la cuestión de fondo es el 2011 y lo que implica: ¿cómo gobernar el país? ¿Cómo plantearse como alternativa de gobernabilidad? ¿Con o sin peronismo? Hacerlo sin, como propone el eje Lilita-socialismo-radicalismo, es casi una renuncia a priori a ganar, o a gobernar con mediano exito si, de algún modo, se accediera a la Presidencia. Por esto, en el universo de gente de centroderecha de clase media, aparece con más interés el eje que comenzaron a tejer los tres líderes antecitados (Mauricio-Felipe-De Narváez). Con lo que se consolida un voto peronista de clase media urbana y rural muy amplio, desde Bahía Blanca a Cruz del Eje, desde Rosario a Capital. Pero también, y acá está la clave, en Quilmes y Lanús.¿Por qué se perfila como ganador para 2011 un voto de este tipo en ese amplísimo arco geografico y social del país, en lugar de la alternativa de Lilita y sus aliados? Acá va un ensayo de respuesta.Descontado el déficit de credibilidad en el ejercicio del gobierno nacional que tiene todo lo que provenga del radicalismo, hay una percepción de que los citados líderes centroderechistas van a poner más énfasis en temas como la inseguridad ciudadana y el restablecimiento del orden urbano perdido que Lilita y sus socios, aún vistos con un halo residual de progresismo porteño y bienpensante. "La gente" no quiere ni oír hablar de este desgastado discurso-cultura-impostura. Hay mucho hartazgo, y el viraje al centro de Lilita con la CC no alcanza. No alcanza en materia de derecho penal, por ejemplo.Hay, sumado a esto, las limitantes propias del fenómeno Carrió-socialismo santafesino. En el Conurbano no entran, a duras penas en el interior de la provincia de Bs As, con Stolbizer. Y es en el Conurbano, el gran bastión pejotista, donde se dará la batalla decisiva, como es archisabido, y es ahí donde De Narváez y Felipe, arropados por Duhalde, pueden hacer buen pie. Felipe conoce el paño, puede hablarles a los habitantes del Conurbano en su lenguaje, Lilita, en cambio, les debe parecer llegada de Marte. Además, y en crudos términos de seguridad personal y social, el trío citado le garantiza algo a la clase media: que ellos saben manejar a los marginales, que saben cómo arreglar el desmadre de la inseguridad que generan esos marginales y a la vez pueden llegarle a la gente del Conurbano con políticas clientelares idénticas a las ejercidas en estos años por los K. "Contención", que le dicen, combinada con una buena dosis de "tolerancia cero" que la aterrorizada clase media baja de las periferias argentinas va a aplaudir a rabiar.En resumen: el peronismo, reciclado nuevamente, esta vez como centroderecha portadora del orden, tiene todas las de ganar. Porque colecta votos ahí donde el poder K no lo hace, en los grandes y medianos centros urbanos y en la clase media rural, y a la vez "entra" en el Conurbano y en otros feudos pejotistas que hoy, todavía, reportan a los K. Néstor lo sabe. Y por eso se debe saber perdido, salvo un milagro económico, que sin embargo no está a la vista ni en los pronósticos de nadie.

febrero 24, 2009

COMUNICADO

PARA PELEARSE CON COBOS,
EL GOBIERNO AGRAVIA LA MEMORIA DE SAN MARTIN


Inspirado una vez más por el espíritu faccioso, el gobierno no ha vacilado en agraviar a la memoria de General San Martín y a Yapeyú, su pueblo natal, forzando al histórico Regimiento de Granaderos a estar ausente el 25 de febrero del lugar en el que por tradición se memora el nacimiento del héroe.

Este gobierno, que ya había cancelado en varias oportunidades el Te Deum del Día de la Patria en la Catedral Metropolitana por motivos de idéntica, minúscula, envergadura, levantó ahora la guardia de Granaderos de la casa de Yapeyú.

Los abajo firmantes rendimos homenaje al Gran Capitán en su aniversario y convocamos a desagraviarlo ante la nueva ofensa de esta política microscópica, que atropella tradiciones e instituciones e ignora la Historia hasta el extremo de chocar contra ella.


Buenos Aires, 24 de febrero de 2009


OSVALDO AGOSTO- PASCUAL ALBANESE- JORGE RAVENTOS – LUIS CALVIÑO-CLAUDIO CHAVEZ- VÍCTOR LAPEGNA- JUAN MORALES- GUILLERMO ALCHOURON- HECTOR MAYA- ADRIANA DE MACRI- JORGE PEREYRA DE OLAZABAL- DIANA FERRARO- PILAR LEIDI- WALTER JUAN- EDUARDO MENEM- DANIEL CHICHO BASILE- ALBERTO TELL- EMILCE MAURY- MARIO CONTE- ENRIQUE AVOGADRO- RICARDO SALDAÑA- ROBERTO MORENO- BRUNO TORRANO- HECTOR FLORES- JULIO CARRILLO- MAURICIO SILVA- JORGE PIRRA- DANIEL RABINOVICH- SANTIAGO CUNEO- TERESA GONZALEZ FERNANDEZ (SIGUEN FIRMAS)


Información complementaria: En señal de desagravio, mañana, miércoles 25, depositaremos una ofrenda floral en el monumento al General San Martín, en la plaza homónima.

febrero 21, 2009

Panorama político nacional de los últimos siete días

Los avisos de Reutemann
por Jorge Raventos

La renuncia de Carlos Reutemann y Roxana Latorre al bloque oficialista de senadores sorprendió a la familia Kirchner como un relámpago en cielo estrellado. La arrogancia y los delirios de poder a menudo nublan el análisis: por ese fenómeno suele afirmarse que Dios ciega a quien quiere perder.

No puede decirse que Reutemann no haya avisado. A fines de enero, cuando observó que desde Olivos se montaba una operación destinada a sugerir que él se había convertido en una especie de marioneta oficialista, un alfil en el ajedrez de Néstor Kirchner, disparó una salva de anuncio: "Hoy no se puede salir a hablar del Frente para la Victoria en el interior santafesino. Ahora, si hablamos del Partido Justicialista, éste preserva un piso histórico del 28 al 30 por ciento del electorado. La cuestión es quién suma el otro 15 por ciento que se necesita para ganar con comodidad". Entonces señalamos en esta columna que el Lole " anticipa que no piensa competir bajo el emblema kirchnerista del Frente para la Victoria y amenaza con abstenerse de participar si pretenden condicionarlo desde Buenos Aires" .

Las operaciones de Néstor Kirchner no cesaron y, en vísperas de una nueva batalla del gobierno central contra el campo, Reutemann consumó lo que había insinuado con mucha claridad tres semanas antes, se apartó del bloque kirchnerista e hizo rancho aparte, con su divisa provincialista. "Yo me voy del bloque kirchnerista porque yo represento al pueblo de Santa Fe, ando por los pueblos, charlo con la gente y todos me dicen lo mismo, me piden que luche para sacarlos de l dramática situación en que están, porque están muy mal", resumió el senador.

Su actitud golpeó fuertemente al oficialismo, porque Reutemann es uno de los políticos con mejor imagen en el país y la señal de su dimisión aceleró el proceso de deserciones que ya se observaba en el kirchnerismo. Rápidamente dijeron adiós los salteños Juan Carlos Romero y Sonia Escudero, mientras varios otros están sacándole punta al lápiz. Con aire decepcionado, el ex jefe de gabinete Alberto Fernández (uno de los que inauguró la fuga, aunque siga reivindicándose leal al matrimonio presidencial) admitió que el éxodo "como todo proceso es colectivo" y agregó que "lo ideal sería que nos preguntáramos por qué nos está pasando esto. Yo me lo pregunto. Y creo que estamos equivocando cosas". Cuando registra estas vacilaciones, Kirchner evoca aquella célebre frase de su reciente aliado, Aldo Rico - "La duda es una jactancia de los intelectuales"- y sigue la marcha, sin detenerse: él tiene más de Macbeth que de Hamlet. Así, alardeó ante un micrófono suburbano: "Nosotros avanzamos con Agustín". Se refería al jefe de los diputados oficialistas, el santafesino Agustín Rossi, que desafía a Reutemann en el justicialismo de la provincia para agenciarse el primer puesto en la lista de diputados del PJ en el distrito. Para Reutemann la presencia de Rossi en la boleta equivale al suicidio político, en una provincia donde el kirchnerismo se ha transformado en mala palabra.

Así, si Kirchner quiere aparecer asociado a una eventual victoria de Reutemann y el justicialismo en Santa Fé, se ve forzado a aceptar las condiciones del Lole, tragar amargo y escupir dulce y sacrificar a Rossi. Si hace esto (aun compensando a Rossi con un cargo en el gabinete de su esposa) la señal será leída en el peronismo y fuera de él como una nueva muestra de debilitamiento y como impotencia o desinterés en la defensa de la propia tropa: Rossi
ha sido un soldado leal de Olivos y consiguió atravesar situaciones exigentes sin sufrir derrotas en la Cámara baja.

"Si esto sigue así, no hay octubre"

Por una o por otra razón (quizás más por la primera que por la segunda) es probable que Kirchner se incline en primera instancia por enfrentar a Reutemann y amenazarlo con la venganza: autorizará para eso una lista del Frente por la Victoria encabezada por Rossi que podría quitarle a Reutemann una cantidad de votos suficiente para condenarlo a una derrota frente al candidato a senador del socialismo santafesino, Ruben Giustiniani. Se trata, en principio de una estrategia de presión, basada en la ilusión de quebrar la hermética intransigencia de Lole. Llevada hasta sus últimas consecuencias, seguro provocaría la derrota del PJ en Santa Fé y actuaría como un bumerán para el propio Kirchner, pero éste –alentado por algunos asesores del sedicente progresismo - prefiere interpretar esa eventualidad de otra manera. Considera que si con aquella estrategia se diera en Santa Fé una victoria del socialismo de Hermes Binner sobre un peronismo santafesino alzado contra el poder central tras el liderazgo de Reutemann, se evidenciaría que el matrimonio presidencial retiene capacidad de castigo y daño: el Lole quedaría eliminado como eventual candidato presidencial poskirchnerista del PJ. Además, provocaría una competencia fuerte y eventuales tensiones en el campo de los adversarios: Elisa Carrió tendría que pujar por la candidatura del frente opositor no-peronista con un Binner victorioso. Ante esas presiones, Reutemann –a quien la pulseada con Kirchner parece haberlo dotado de una elocuencia desconocida- contestó con brutal franqueza. Primero recordó que él no tiene aún decidido participar electoralmente en las elecciones parlamentarias de octubre.

En suma: Lole avisa que no será candidato del oficialista Frente por la Victoria y que tampoco será candidato para someterse a una celada urdida desde Olivos contra el justicialismo de Santa Fé. Pero además, evadiéndose del hipnotismo que el calendario electoral ejerce sobre buena parte de los políticos, señaló el dramatismo de la situación económico-social: "El problema es tan grave, que cuando me hablan de octubre, si esto sigue así no sé si hay octubre...".

En verdad, basta ver el comportamiento del kirchnerismo ante las organizaciones del campo para comprender que desde Olivos se trabaja, antes que en la búsqueda de una solución, en la promoción de una nueva batalla en la que aspira a tomarse revancha por la derrota sufrida en 2008. Después de que la Mesa de Enlace agropecuaria detuvo una medida de fuerza atendiendo a una solicitud pública de la señora de Kirchner, la Casa Rosada demoró una convocatoria oficial al diálogo y, cuando la produjo, quitó del escenario a la presidente y hasta al Jefe de Gabinete (que, así fuese formalmente, le hubiera otorgado mayor jerarquía al encuentro) para destinar como interlocutora a la ministra de la Producción, Deborah Giorgi. Paralelamente, probablemente con la intención de, como dictaminó Reutemann desde Santa Fé, "dinamitar la Mesa de Enlace", el gobierno deslizó primero a la prensa y luego informó oficialmente que durante tres semanas se habían registrado negociaciones secretas con el presidente de la Sociedad Rural, Hugo Biolcatti. Tanto la flagrante ruptura del pacto de discreción como el hecho de que ni siquiera bajo la sombrilla de una conversación secreta el gobierno quiere cambiar ideas sobre el crucial tema de las retenciones son señales de que el diálogo que pretende el gobierno es puro jarabe de pico, una mera operación de desgaste.

Una vez más, la arrogancia nubla la visión; Dios ciega a quienes quiere perder. El oficialismo está alimentando la furia que reina en todo el interior ligado a las economías agroindustriales, mientras crecen otros focos de protesta en ciudades y pueblos, sea por los salarios, sea por las suspensiones y despidos de una economía que da evidentes muestras de paráte (60 por ciento de caída de la siderurgia de enero 2008 a enero 2009), sea por la inseguridad, sea por el aumento de las tarifas de servicios públicos. La agenda social se vuelve acuciante y la agenda electoral muestra a un oficialismo en paulatina centrifugación. Hasta octubre todavía faltan ocho largos, calientes meses: una eternidad.

COMUNICADO

CARTA A LOS SENADORES
Salta, 20 de Febrero de 2009

Señores Senadores de la Nación por Salta
D. Juan Carlos Romero y Da. Sonia Escudero


Deseo manifestarles mi personal satisfacción por la decisión de abandonar la obediencia al Bloque de Senadores del llamado “Frente para la Victoria”, de gran calado simbólico y de promisorias consecuencias futuras.

La defensa del Federalismo es, hoy más que nunca, un punto de encuentro en el que confluirán millones de ciudadanos.

Ni bien este renovado compromiso federalista confluya con sólidos compromisos con la República (y el republicanismo), con la equidad social, y con los equilibrios medioambientales básicos, estarán dadas las condiciones para iniciar una nueva era política, económica y social en Salta y su región.

De allí mi entusiasmo con el gesto que ambos acaban de protagonizar.

Reciban un afectuoso saludo.

José Armando Caro Figueroa

http://armandocarofigueroa.blogspot.com/

febrero 19, 2009

DEL MINUÉ AL AJEDREZ

La separación de Jorge Macri de la conducción del PRO bonaerense muestra con mayor claridad aún que la última semana la urgente necesidad de visibilidad del polo peronista liberal. Mauricio Macri puede optar prudentemente por guardar a un valioso dirigente hasta mejor oportunidad, por expulsarlo según aspiraría un Duhalde que ya muestra los dientes como amo y señor de la fuerza opositora peronista, o por dejarlo ir, con mayor sabiduría y versatilidad, allí hacia donde el joven dirigente parece inclinado: el peronismo liberal. Quizá Macri también quiera ahorrarse la experiencia de una Gabriela Michetti candidata de Duhalde en la Capital y probar algún experimento más creativo.

Muchos han notado ya que dos actores competitivos enfrentando a Kirchner en las próximas elecciones, favorecerían a éste último y no crearían nada nuevo. Tres actores permitirían, en cambio, mover al peronismo de diferente modo y establecer alianzas creativas para dirimir, según distrito, alguna de las dos pugnas en cuestión: la que enfrenta a Kirchner por su falta de republicanismo y la que enfrenta a Kirchner por su modelo económico.

El polo peronista liberal es republicano y esto lo acerca en algunas circunstancias a Elisa Carrió más que a Duhalde; en otras, su liberalismo económico lo separa tanto de Elisa Carrió como de Duhalde, pero lo acerca al Mauricio Macri capitalino y no bonaerense. En otros distritos, Duhalde puede resultar para el peronismo liberal el amigo político dentro del PJ necesario para enfrentar el kirchnerismo. La salida de Reutemann y Juan Carlos Romero del kirchnerismo acelera el paso del minué y traslada el juego a un tablero de ajedrez donde todo es infinitamente más sutil. Todas las alianzas son válidas mientras esté claro qué las sustenta en cada distrito, si la unión por una mayor institucionalidad o la unión por un programa económico y de gobierno.

Mientras el PJ esté ilegítimamente ocupado por los Kirchner, el polo peronista liberal tiene que imaginar un partido nacional invisible estructurado por las alianzas de los afines en cada circunstancia distrital. La experiencia movimientista de muchos de los más valiosos y antiguos dirigentes peronistas es la va a liderar en esta circunstancia. La alianza Duhalde-Solá-De Narváez- Macri en la Provincia de Buenos Aires es un ejemplo de este tipo de experiencia, pero no el único posible. El peronismo liberal tiene mucho más para ofrecer en la misma línea.

Para que todas las variantes de alianza sean posibles, el polo peronista liberal tiene que comenzar a manifestarse ya como conjunto frente a la opinión pública. Esta manifestación es el primer paso imprescindible para preparar el futuro, ya no de las elecciones de octubre, sino del país. La Argentina carece hoy de un proyecto explícito peronista liberal formulado como antítesis, por su republicanismo y su liberalismo económico, del polo radical y de los remanentes del retraso en el peronismo, el duhaldismo y el kirchnerismo. Es este polo político peronista liberal en construcción el encargado de proporcionarlo.

También el designado para ratificar el cancionero republicano: los peronistas cantan (¿es nesario?) la marcha y los radicales, si quieren, Adelante Radicales. La música maravillosa del pueblo no tiene por qué ser monótona y también dos melodías suenan bien, allí donde haya que unir los coros para bien de todos.

LA INSEGURIDAD QUE NO CESA

por Claudio Chaves

Vigilante, policía, batidor, cobani, gorra, yuta son algunos de los muchos adjetivos “descalificativos” utilizados por el hampa para hundir en el oprobio a las fuerzas del orden. Por extensión, los vocablos se han popularizado y vastos sectores sociales, sin arte ni parte, los usan con la misma intencionalidad, por moda, gracia, prestigio o estupidez.

¿Hay algo peor que estas palabras al momento de ofender a una persona?

Verdaderamente, no muchas.

La Policía se ha ganado un lugar en el imaginario de la gente. No hace falta enumerar la larga lista de desaguisados, robos, coimas y corrupción que existe en las distintas fuerzas policiales. Pero ¿acaso es esta la razón por la que se ofende a la policía? ¿Es por su degradación profesional que un sector de la sociedad anatematiza vociferando los malditos vocablos?

¿Cuándo un joven, o quien fuere, le dice a otro “gorra” le está diciendo corrupto, coimero? ¿O lo que le señala es su condición de alcahuete porque defiende la ley? Con la mano en el corazón cuando alguien utiliza estos vocablos para agredir, no lo hace por los defectos de la fuerza sino por sus virtudes. He aquí el problema.

Por lo defectos la policía se descalifica sola. Por sus virtudes lo hace un sector de la sociedad. ¡Así vamos!

Veremos si el vil asesinato de un policía de ley como fue el Suboficial Garrido es capaz de cambiar esta costumbre.

LIMITES DEL KIRCHNERISMO

Esta argumentación al paso construida en el mundo del hampa cuenta con relatores ideológicos que han elaborado un cuerpo de doctrina que justifica el delito como una salida (¿válida?) ante las injusticias flagrantes del sistema capitalista. De esta forma los delincuentes serían sujetos de la historia y agentes revulsivos del cambio. Cantantes, intelectuales, dirigentes barriales y almas “piadosas” hacen de los delincuentes comunes, mártires de la libertad.

Este conjunto que podemos señalar genéricamente como los progresistas son los que con sus argumentos lábiles pero efectistas impiden hoy la lucha abierta y sin culpas contra la delincuencia.

Hay, también, argumentaciones menos jactanciosas como la de los garantistas que lucen un firmamento de ideas que engalanan su mundo de buenas intenciones. Zaffaroni es uno de ellos. En una nota que le hiciera La Nación el 18/2/09 desgrana una novedosa teoría acerca de estos temas. “Frente a la inseguridad creada en el mundo por el retroceso del Estado de Bienestar. ¿Cómo se compensa esta sensación? Mostrando que la principal amenaza que hay es el delito común” (sic)

Con este argumento para Zaffaroni el delincuente pasaría a ser un chivo expiatorio de una situación que le es ajena y que nos habla de la injusticia del capitalismo. En síntesis el delincuente es una víctima de una persecución magnificada frente a lo irremediable del modelo.

Remata su arquitectura mental con la siguiente afirmación:

“Uno no va a excarcelar a un violador múltiple, a un homicida. Se excarcela a un chorrito. ¿Qué ganás con tenerlo adentro?

¿Puede haber disparate mayor de un miembro de la Corte?

En este colectivo contamos, así mismo, con la benemérita Argibay Molina. Más lanzada y locuaz. Si se quiere más atrevida. Frente al célebre violador de Recoleta y cuando se había construido su identikit por declaraciones de las damnificadas y expuesto su rostro en los comercios de la zona, puso el grito en el cielo porque se estaba linchando a alguien sin juzgarlo. Y hoy frente al asesinato del agente Garrido en San Isidro les pide a los vecinos un poco de tolerancia (Radio Mitre)

Es cierto que el clima de garantismo bobo que alentó el kirchnerismo desde el poder ya no existe. Tampoco está en la naturaleza del gobierno la solución del problema. Verdaderamente no saben que hacer.

Los sectores progresistas que lo rodearon han comenzado a alejarse. El viraje a la derecha luego de la derrota del campo se hace a la desbandada. O mejor dicho a la bartola. Deja hilachas en el camino. Cabe al kirchnerismo la vívida imagen creada por Sarmiento en el Facundo. Andaba el Caudillo, solo, por la travesía, un desierto entre San Luis y San Juan, cuando de pronto oyó, a lo lejos, bramar a un tigre. Apuró su marcha. El bramido ácido y lacerante se acercaba implacablemente. Comenzó a desprenderse de lo que cargaba a sus espaldas, montura, parte de su indumentaria. En fin todo aquello que dificultaba la carrera. Finalmente semidesnudo vio a lo lejos un algarrobo. Fue hacia él. Trepó. Desde lo alto y moviéndose peligrosamente al compás de la copa observó durante horas como lo acechaba la fiera. Así se encuentra el kichnerismo.

Sin embargo, aún en peligro, no deja de hacer macanas y cometer gruesos errores que acarrearán grandes males.

Ocurrido el asesinato del Suboficial Garrido, un excelente policía, del cual la sociedad y la institución se sienten orgullosos. Kirchner habló.

Justo cuando esta fuerza mostraba su mejor cara. Un hombre amante de la profesión, generoso con los chicos de la calle, atento con los vecinos, responsable de su labor y enamorado de su trabajo. Digo, cuando la institución exhibía con orgullo a uno de sus hombres salvajemente ultimado por delincuentes, ese mismo día el Presidente del PJ (trucho) golpea una vez más a la policía. Se ensaña con ella. Le exige a Scioli que purifique el arma. ¿Era ese el momento de dirigir la mirada a la “maldita policía”? ¿Se puede ser tan ignorante y torpe en el accionar? No, de ninguna manera. Kirchner sabe lo que hace. Y lo hace cruelmente.

Es que para este salvaje la Policía no puede quedar ante la sociedad con la imagen de Garrido. Hay que opacar, enturbiar, ennegrecer, ensuciar.

Como aspira a ser diputado por la Provincia se pone a opinar sobre seguridad, tema del que jamás habló por sus antiguos vínculos con el progresismo.

Como pretende seguir cautivándolos en vez de señalar a los delincuentes como los responsables de la inseguridad tuerce el foco y apunta a la Policía. Ahí está el problema. En la Policía. Y como la policía tiene mala prensa como hemos dicho al principio. Todo le sale fácil. Veremos si el pueblo lo acompaña en este nuevo delirio.

A LA DELINCUENCIA SE LA DERROTA COMBATIENDO




Todo lo que se ha hecho en los últimos años sobre este intríngulis ha sido ir a la zaga de los acontecimientos. Hemos tenido políticas defensivas frente a bandidos cuyo accionar es absolutamente ofensivo. La policía sabe o puede averiguar fácilmente donde se encuentran las principales cuevas de los malhechores. Pues hay que hacer con ellos lo que el General Roca recomendaba hace ya muchos años en su lucha contra el indio que robaba y asaltaba estancias: “Vamos pues a disputarles sus propias guaridas, lo que no conseguiremos sino por medio de la fuerza. A mi juicio el mejor sistema de concluir con los indios es el de la guerra ofensiva. Hay que ir a buscarlos a sus guaridas y causarles un terror y un espanto indescriptibles”

Este accionar sería además aleccionador sobre aquellos que aún dudan de que lado estar. Que sepan los que eligen el camino del delito que el chiste lo pagarán muy caro y socialmente no habrá reconocimiento, ni canciones, ni piedad, ni temperancia. Toda la sociedad debe cerrar filas contra este flagelo.

La discusión acerca del aumento o no de las penas pierde sentido frente a una política ofensiva sobre la delincuencia.

Para todos aquellos jóvenes en situación de riesgo por falta de contención familiar, educación o proyecto, el Estado debe crear instituciones que los contenga. Hace ya muchos años el Virrey Vertiz al fundar el Virreynato creó la Casa de niños Expósitos a donde iban los niños huérfanos y abandonados. Institución fundamental de aquella sociedad. Cuando Roca avanzó con sus fuerzas sobre las tolderías detrás del Ejército marchaban los Salesianos fundando escuelas para los hijos de los caciques que aceptaban la nueva situación. Allí se educó el hijo del gran Cacique Namuncurá, nuestro beato criollo y acional: Ceferino. También los hijos del Cacique Sayhueque, temerario guerrero de la zona del Neuquén, ingresó a sus hijos en otra escuela Salesiana de San Antonio Oeste.

Estas novedosas instituciones escolares a crear, deben tener como horizonte la contención, la construcción de lazos fraternos capaces de sustituir a la familia, deben asimismo formar en oficios, practicar deportes, impartir contenidos académicos, organizar labores solidarias para la comunidad que hagan sentir a los niños útiles y necesarios. Los jóvenes permanecerán en ellas las 24 horas del día.

Estas instituciones deben ser gestionadas en el ámbito de Educación y Acción Social. Con profesionales con vocación social de servicio que gracias a Dios sobran en la Argentina.

En síntesis abierta intervención del Estado en la persecución implacable del delincuente y protección y cuidado de aquellos que quieren redimirse. Creo que la tarea no tiene más secretos.

febrero 16, 2009

LA CONVERGENCIA Y EL POLO PERONISTA LIBERAL

El periodismo, las encuestadoras y la opinión pública asimilaron rápidamente la idea de un panorama electoral dividido en tercios. Pero como en la Argentina todo es fugaz, es mejor actualizar esta somera matemática y pasar a la próxima cuenta, donde los actores se dividen por cuartos. Alguien se olvidó de contabilizar el polo peronista liberal, que aún aprestándose a formar parte de la convergencia en contra de los Kirchner, plantea una clara diferenciación de la alianza Macri- Solá- de Narváez. Lejos del duhaldismo, aunque cerca de él en la reivindicación institucional de un PJ que debe ser reabierto a la pugna democrática, el peronismo liberal, incluidos la UCD y el cavallismo, plantean un mensaje antikirchnerista bastante más fuerte y profundo que el aún teñido por cierto lavagno-duhaldismo de Solá y de Narváez. Incluso Macri, el más liberal de los tres, dominado por cierto lastre europeísta parece a veces cómodo con ciertas posiciones socialdemócratas. Esas que hacen que Elisa Carrió se sienta incómoda de tener que competir con quien considera su igual ideológica, como Gabriela Michetti.

Con los pesos pesados de Alberto Rodríguez Saá, Carlos Menem, Ramón Puerta, Juan Carlos Romero, José Manuel de la Sota, sumados a la discreta presencia de un Domingo Cavallo hoy otra vez en la cima de la reorganización financiera mundial, bien harían en cuidarse los tibios como Carlos Reutemann. También el mismo Macri, que no erraría su estrategia en la Capital si recordase que esta ciudad es de izquierda por default y que en su base más profunda sólo tiene liberalismo y peronismo mal conducido hacia el extremo equivocado. Dentro de la convergencia amplia que busca estructurarse en un gran partido nacional hasta poder reocupar o refundar el PJ, el cambio tiene una hélice claramente liberal.

De última, lo que se verá en octubre son dos mitades, más o menos nítidas según el grado de ordenamiento de los cuartos, que sucederá en paralelo con la profundización de la crisis local económica y el comienzo de solución de la crisis mundial.

febrero 14, 2009

Panorama político nacional de los últimos siete días

Recordando la Hora del Pueblo

por Jorge Raventos


Mientras su esposa se trasladaba al Reino de España a cumplir (desganadamente) con una visita oficial, Néstor Kirchner permanecía en la trinchera interna, trabajando para afrontar el decisivo desafío de las urnas de octubre.

El paseo madrileño de la señora transcurrió con más pena que gloria: los medios censuraron su ya irremediable impuntualidad (llegó tarde a todos sus compromisos y en particular plantó a sus reales anfitriones por más de cuarenta minutos), quedaron perplejos ante su inoportuna reivindicación del "diálogo" con los grupos terroristas (un día antes, ETA había hecho estallar un coche-bomba en Madrid) y se ensañaron con su debilidad por trapos, maquillajes y artificios (la llamaron "reina del bótox" y "heroína anti-age"). El expediente económico más acuciante, el que más inquieta a las autoridades españolas (la expropiación de Aerolíneas Argentinas) quedó en suspenso, sujeto a discusiones ulteriores.


La otra mejilla o la mejilla de otro

Néstor Kirchner, en tanto, permaneció en la residencia presidencial de Olivos recibiendo visitas de jefes distritales adictos y también se presentó en un acto en el conurbano, invitado por intendente de Almirante Brown, Darío Giustozzi. Allí reclamó apoyo para las elecciones de octubre: " Es fundamental evitar que frustren este proceso", arengó. Y arremetió contra Mauricio Macri: "Es muy fácil conducir la Capital Federal,porque hay recursos". Aunque sus asesores de imagen le han recomendado a Kirchner que prometa con humildad "poner la otra mejilla", a él le surge con más naturalidad buscar la mejilla de otro.

En cualquier caso, el oficialismo atraviesa un período de grave incertidumbre sobre su futuro. En octubre se renueva la mitad de la Cámara baja que llegó a las bancas en 2005, en comicios que observaron la mejor performance electoral del kirchnerismo: 62 diputados que ahora se van. Y ya es evidente que la suerte no será la misma: las encuestas de opinión revelan que la imagen del matrimonio presidencial está por el suelo sin que el país haya ingresado aún plenamente en el ojo de tormenta de la crisis.

Néstor Kirchner sabe que perderá por goleada en la Capital y en Córdoba; comprende que inclusive si en Santa Fe Carlos Reutemann lograra imponerse con el Justicialismo a la coalición formada por socialistas, radicales y seguidores de Elisa Carrió, nada de ese triunfo le pertenecería. Tampoco ignora que en Mendoza -otro distrito que pesa y otro trago amargo- es más que probable que triunfe la oposición, alentada por el vicepresidente Julio César Cleto Cobos. De modo que ha decidido jugarlo todo en la provincia de Buenos Aires, "la madre de todas las batallas", como solía decir en otros tiempos Carlos Kunkel, uno de los mosqueteros favoritos del jefe de la familia presidencial. En ese sentido, esta semana el oficialismo tuvo que asimilar una mala nueva: el anuncio de unidad formulado por Mauricio Macri, Francisco De Narváez y Felipe Solá. Aunque el PRO de Macri no está excesivamente desarrollado en el distrito bonaerense, el jefe de gobierno porteño cuenta con un alto grado de conocimiento y una imagen fuerte en la provincia. Y además, su influencia se irradia al primer cordón del Gran Buenos Aires, que suele votar siguiendo las tendencias de la Capital. Por su parte, De Narváez cosechó un millón de votos en los últimos comicios. El ex gobernador Felipe Solá tiene buen crédito en el gran océano rural que representa una tercera parte del distrito y, además, desde atrás de los cortinados, Eduardo Duhalde opera como consejero y aporta contactos y relaciones.

Horacio Verbitsky, uno de los analistas que más atiende Néstor Kichner (atención que es recíproca), resumió el domingo 8 la visión oscura del oficialismo: "El gobierno entiende tan bien como la oposición cuánto se juega en los comicios legislativos de este año. El kirchnerismo debe renovar las bancas obtenidas en su mejor elección, la de 2005, cuando CFK triplicó los votos justicialistas de Duhalde en la provincia de Buenos Aires. Esto implica tanto cantidad como calidad: en aquel año pudo colocar en las listas de distintas provincias a candidatos muy identificados con su política, como el propio Rossi o la diputada cordobesa Patricia Vaca Narvaja. Por mejor que le fuera este año, es improbable que los bloques legislativos conserven su número y que los reemplazantes tengan el mismo grado de proximidad y adhesión. Esta debilidad relativa permite, además, que los liderazgos provinciales impongan al poder central condiciones antes inimaginables". Verbitsky llega a una conclusión dramática: para él, la contradicción entre la audacia de los Kirchner "y las alianzas políticas en las que se sustenta dentro del PJ es cada día más evidente y permite sospechar que, en algún momento, uno de los dos términos excluirá al otro". El agudo observador fue uno de los que, cuando se desarrollaba la batalla del campo a mediados de 2008, forjó la frase "actitud destituyente" para caracterizar las movilizaciones que se oponían a la política oficial. Ahora la expresión quedaría reemplazada por esta otra: "actitudes recíprocamente excluyentes". Y si en un polo siguen figurando los Kirchner, el otro polo se ha ampliado considerablemente y ahora incluye también a los aliados justicialistas que prestan sustentación a la familia presidencial. En síntesis, Verbitsky retrata el progresivo enclaustramiento político en que se va encerrando el gobierno.

La Hora del Pueblo

Aunque aislado y en retroceso, el gobierno sigue contando con superpoderes, se ha agenciado de una caja considerable tras confiscar los depósitos personales del sistema jubilatorio de capitalización y controla un creciente número de medios de comunicación (sea directamente, sea a través de una red de empresarios amigos). Hasta hace unas semanas, a esas fortalezas relativas el oficialismo le sumaba otra: la atomización opositora.

Los movimientos que en los últimos tiempos han desplegado, de un lado, el peronismo disidente y Mauricio Macri, y de otro, la Coalición Cívica, el radicalismo y el socialismo, a lo que hay agregar una atmósfera mejorada de diálogo entre ambos agrupamientos, empiezan a generar un paisaje político nuevo.

En agosto de 2007, en esta misma columna aludíamos a la necesidad de esa nueva perspectiva: "Es probable –decíamos entonces- que las catástrofes políticas que destruyen periódicamente la continuidad institucional y la transmisión intergeneracional de las experiencias incidan en la falta de agudeza para adquirir la sensibilidad e imaginación que permite identificar las oportunidades. Por ejemplo, es posible que se haya extraviado el sentido de una experiencia que, más de tres décadas atrás, impulsaron dos grandes jefes políticos, Juan Perón y Ricardo Balbín; dos hombres que tenían muchísimos motivos para desconfiarse mutuamente pero que decidieron esas suspicacias porque eran inoportunas para lo que dictaba el momento: la enemistad absoluta con un régimen tiránico. En 1970, cuando ya el general Roberto Marcelo Levingston había sucedido al general Juan Carlos Onganía a la cabeza del gobierno militar de la época, Balbín y Perón (éste, a través de su delegado personal, Jorge Daniel Paladino) junto a líderes políticos de otras fuerzas (la Democracia Progresista, el conservadurismo, el Partido Socialista, el bloquismo sanjuanino) emitieron una declaración que fue el punto de partida de un amplio movimiento de reivindicación institucional: La Hora del Pueblo. Allí exigían el respeto de la soberanía popular y formulaban las bases de un sistema político equilibrado, respetuoso de la Constitución y del principio republicano de convivencia de mayorías y minorías. No se trataba de un frente electoral (de hecho, el peronismo se agruparía electoralmente en el Frente Justicialista de Liberación y Balbín sería candidato competidor con la boleta de la UCR). Era un acuerdo de toda la oposición contra la tiranía; un gesto levantado de todas las fuerzas que estaban dispuestas a trabajar en común para recuperar la república democrática. La Hora del Pueblo jugó un papel de enorme importancia en la búsqueda de reconciliación de los argentinos y de la canalización pacífica de los enfrentamientos entre peronismo y antiperonismo. El abrazo entre Perón y Balbín sería un símbolo de ese momento político virtuoso".

Los últimos movimientos opositores tienden a corregir una conducta anterior, cuando las fuerzas no kirchneristas parecían incapaces de elevarse por encima de una lógica estrecha y atendían exclusivamente al pequeño juego propio antes que a la situación político-institucional de conjunto. Veremos si son capaces de perfeccionar estos primeros signos.

Perón y Balbín, cuatro décadas atrás, pusieron los caballos delante del carro: antes de disputarse recíprocamente una victoria, sabían que debían crear las condiciones para que alguno ganara en elecciones libres y que eso implicaba una enemistad absoluta y compartida y un trabajo en común. La enemistad con la tiranía, el trabajo por restablecer la República.

Aquí se trata de recuperar la concordia nacional, el orden republicano, un sistema político con partidos sólidos y democráticos, la inserción internacional, el fortalecimiento de la economía, el respeto al trabajo, la resolución de la emergencia social. Y antes que nada, la confianza de los argentinos en la Argentina.

febrero 12, 2009

COMUNICADO

Convocatoria Peronista:
"…Somos los que las Veinte Verdades"

Porque el Partido Justicialista ha dejado de representar y contener a los Peronistas. Se ha convertido en la estructura electoral de los funcionarios y amigos del Gobierno. Ha dejado de expresarse como un Movimiento Nacional para actuar como mero Partidos Provinciales. Porque la Razón de ser del peronismo que es interpretar las necesidades de la inmensa mayoría de los argentinos, hoy no se expresa políticamente en el gobierno Nacional quien toma distancia en identificarse con el Peronismo y hasta expresa sus rechazos. Porque después del Trágico Congreso de Lanús para las elecciones del 2003, se han institucionalizado el accionar de facciones irreconciliables, inconducentes y totalmente agotadas como alternativas de Unidad, Solidaridad y Organización para reconstruir la Identidad Política que nos identifique y nos una. Que frente a los problemas graves que afligen a la inmensa mayoría de los argentinos, sumidos en la pobreza la indigencia y desocupación. Que los desafíos electorales del 2009 y la posibilidad de instalar un Gobierno Nacional en el 2011 Identificado con las Banderas Históricas del Peronismo y dispuesto ha hacer lo que el Pueblo Quiere y defender un solo interés, el de la Patria. Los peronistas del Nea-Litoral nos convocamos en la ciudad de Resistencia el próximo 27 y 28 DE FEBRERO para constituirnos en un Bloque Político Regional, que se convierta en expresión Política Regional. Qué exprese lo que los sectores sociales, políticos y económicos siempre esperaron del Peronismo y que en los tiempos que vivimos los más pobres y desamparados son tratados con indiferencia; los sectores de la producción y la economía como enemigos y los sectores políticos ignorados y deliberadamente atacados buscando la desaparición para hacer que la Argentina sea sostenida por el Partido Único, por el Partido del Gobierno. Queremos el Peronismo para la Argentina, recuperar Santa Fe, Recuperar Corrientes, Defender el gobierno Peronista de Formosa e impulsar mayor signos Peronistas en la gestión del Chaco. Esta convocatoria es amplia, sin limitaciones personales ni geográficas, sólo esperamos encontrarnos para sostener con Perón que “...No hay nuevos rótulos que nos identifiquen, somos los que las veinte verdades Peronistas dicen…”

Resistencia, 22 de enero de 2009.

Barbosa, Obdulio; Ramón CASTILLO (Corrientes)
Lujan, Vicente (Misiones)
Mañas, Oscar (Formosa);
OJEDA, Héctor (Santa Fe);
Anibal PONTI; Federico Muñoz Fernández; Ernesto GHIDINI; Francisco SOUILHE; Jorge CORDOBA; Carlos VILLALBA; Héctor H. CRAMAZZI; J.C. STACHEVICH; Atilio VELAZQUEZ (Chaco)

Invitación

REUNION NEA-LITORAL
RESISTENCIA –CHACO 27/2 Y 28/02 -2009

A todos los compañeros de las provincias de Chaco, Entre Ríos, Corrientes, Formosa, Misiones, Santa Fé, Salta y Santiago del Estero, esperamos contar con su presencia.

Fecha: 27/02 y 28/02/ del 2009

Lugar: “Universidad Popular” Mitre y Santa Fe -Resistencia -Chaco.

TEMARIO:

1 - El Peronismo. Somos lo que las 20 verdades Peronistas dicen: La Comunidad Organizada. Doctrina Peronista. Conducción Política.

2 - El Peronismo y la Justicia Social:
a)Trabajo y Desocupación
b) Jubilados y Pensionados
c) Distribución de la Riqueza.
d) Sistema de Salud
e) Evita y la Mujer argentina
f) Situación de los Jóvenes
g) Inseguridad

3 - El Peronismo. Conductores y Candidatos:
a) Unidad, Solidaridad y Organización.
b) Facciones. Transversalidad. Concertación Plural.
c) Movimiento. Partido. Unidad de los trabajadores. Una sola CGT. Las 62 Organizaciones Peronistas
d) De la periferia al Centro.
e) Democracia Justicialista. La Democracia argentina después de Perón. Democracia Liberal 25 años de Democracia.

4 - El Peronismo y el Mundo:
a) Universalismo. Globalización
b) Unidad Continental. El Mercosur.
c) Nuevo Orden Mundial. Nuevo Orden Económico.
d) Producción, desarrollo económico y Medio ambiente. Organización Comunitaria

5 - Peronismo Educación y Cultura:
a) Educación
b) Cultura
c) Medios de Comunicación. Medios controlados. Medios libres.

6 -Peronismo y los intereses Regionales -NEA/ LITORAL:
a )Gasoducto
b )Segundo Puente Chaco-Corrientes ç
c )Autopista Santa Fe -Formosa
d )La problemática del Agua Potable
e) Producción - Integración económica– Mercado Común del Norte
f) Autopista Corrientes Capital -Posadas Misiones

COORDINAR CON
CPN ATILIO VELAZQUEZ

CEL 03722 15627612
atiliovelazquez8@hotmail.com
lealtadpopular@yahoo.com.ar
radiorcia@yahoo.com.ar

febrero 11, 2009

EL PJ, SIEMPRE EL PJ

El radicalismo, aún en proceso de trabajoso reordenamiento con la coalición de varios partidos, ya no presenta grandes sorpresas. Lo que se ve ya definitivamente frustrado es su deseo de arrimar peronistas sin partido o espacio, ya que se ha instalado en la escena política un nuevo y poderoso remolino capaz de absorber peronistas dispersos. Como es habitual en la ya larga historia del peronismo, el gesto que se animó a quebrar el statu quo, la nueva alianza PRO- peronismo, desató una inevitable tormenta de pasiones.

De ahí al alto voltaje en materia electoral, hay sólo un paso, que Kirchner, presidente autonominado del PJ, acaba de dar, reivindicando una vez más para sí el poderoso y nacional sello de goma y llamando a internas seguramente tramposas donde ningún dirigente peronista que se respete querrá participar. Aún sin saber qué opinará en esta ocasión la siempre voluble Justicia Electoral, ni qué lugar revolucionario se darán los afiliados hartos de ser excluidos, es fácil deducir que nos espera un otoño entretenido en materia política.

La alianza, bendecida por Duhalde, de de Narváez, Solá y Macri es sólo el comienzo de un minué donde Reutemann no podrá ya jugar por mucho tiempo más a la contradanza misteriosa o al cambio veloz de pareja y donde de la Sota, hombre serio al fin, deberá resignarse a bailar antes de lo previsto, aunque sea en soledad, la también maravillosa música de esta cuestionada porción del pueblo, la dirigencia peronista.

La convergencia está en marcha, con sectores del peronismo disidente y el PRO, y esa es una buena noticia. Pero como tres actores protagónicos son demasiados para una elección, uno deberá desaparecer. No será la Coalición Cívica con el radicalismo reconstruido sobre ella y una clara ideología socialdemócrata y republicana, la que abandone el escenario. Lo ha ganado bien y cumple a la perfección con su rol de oposición a todo aquello que suene antirrepublicano, populista o capitalista globalizador.

La tragedia a observar está en el otro lado: un PJ ocupado hoy ilegítimamente por quien no representa su ideario, un PJ que no puede jugar su rol de partido de centro derecha modernista, republicano y popular a la vez. Ahí está la batalla, hoy como en el primer día de este blog: por el lugar político e ideológico del PJ. ¿Quién se quedará con el lugar? ¿La convergencia ampliada y con elecciones abiertas y transformada en un nuevo partido contenedor y superador del peronismo? ¿O una dirigencia anti Kirchner que derrote a éste dentro del PJ con la ayuda de la Justicia, del Congreso y de los afiliados y abra el PJ a sus aliados naturales con internas democráticas? Por un camino u otro, el resultado será el mismo: la Argentina responderá a su mejor tradición bajo el liderazgo que sepa conciliar peronismo y liberalismo bajo el mismo partido.

Kirchner, atrincherado con gran astucia en el PJ, el Ministerio de Economía y el Poder Ejecutivo es un rival difícil, pero no imposible de vencer, si se tiene en claro cuál es su punto débil. Él no se da cuenta, pero ya hay alguien que vio por dónde va a caer. Como bien dijo Carrió una vez, “Dios ciega a los que quiere perder”.

Podríamos agregar que también suele iluminar a los que quiere ver ganar.

febrero 07, 2009

Panorama político nacional de los últimos siete días

El copyright a qué

por Jorge Raventos


…el "to be" a qué

o el "not to be" a qué…

Oliverio Girondo. El pentotal a qué



La señora de Kirchner y su esposo se han volcado a una lectura un tanto autorreferencial de la realidad: según ellos, Barack Obama y otros gobernantes de las democracias desarrolladas deberían pagarles derechos de autor porque "toman medidas que parecen copiadas de lo que ha sido este modelo desde el 2003". Hasta hace unos meses, la pareja presidencial bendecía sus políticas intervencionistas (miles de millones en subsidios que, obviamente, sólo reprimieron temporalmente un estallido tarifario; control de precios, tan inconducente que debió complementarse con la lisa y llana falsificación de los índices por el INDEC, etc.) atribuyéndola a la inspiración de John Maynard Keynes. Ahora se han liberado de esa falsa tutela y sin falsa modestia se atribuyen la paternidad de una tendencia mundial, se ubican en el rol de intérpretes avanzados y audaces guías de una escuela que los mandatarios occidentales no comprendieron en su momento y ahora imitan sin reconocer el copyright.

En algunas semanas, a comienzos de abril, la señora de Kirchner se encontrará en Londres con muchos de esos líderes, probablemente hasta el propio Obama, en la próxima reunión del G20. ¿Se animará la dama a hacer ante ellos estas reflexiones, que en la última semana tuvieron tan efusiva recepción en una reunión mayoritariamente poblada por funcionarios y empleados de su gobierno?

En cualquier caso, convendría, para evitar equívocos o papelones, que la señora que ocupa la casa de los Presidentes argentinos tome adecuada nota de lo que están pensando otros influyentes miembros de ese Grupo.

El primer ministro británico, Gordon Brown, que será anfitrión del encuentro, está lejos de impulsar teorías aislacionistas del "desacople" como las que entusiasman al matrimonio K, es enemigo del proteccionismo y considera que hay que profundizar la globalización. "Este no es tiempo para aislarse en medidas individuales, nacionales para vérselas con la crisis financiera global. Este es un momento para que el mundo actúe como una unidad", acaba de sostener Brown. "Retroceder a un proteccionismo, a una suerte de mercantilismo financiero, conduciría al mundo a una pobreza mayor que la que hoy soporta", agregó; y consideró que es necesario "actuar, para evitar un retroceso de la globalización a nuevas formas de proteccionismo y a una reducción del comercio y la actividad que trasciende las fronteras".

¿Intervención del Estado? Localizada y por poco tiempo, reclaman influyentes miembros del G20. Angela Merkel, por ejemplo, la jefa del gobierno alemán que asume la defensa de "las democracias con economía social de mercado", señaló: "No debemos permitir que las fuerzas del mercado sean distorsionadas completamente. Por ejemplo, miro con mucha inquietud la inyección de subsidios en la industria automotriz norteamericana. No deberían durar mucho. Eso lleva a la distorsión y francamente constituye proteccionismo". Merkel tampoco parece haber adherido a la escuela de pensamiento liderada por la pareja de Olivos: "No hay alternativa a una economía libre de escala global", acaba de refirmar. Es cierto que para garantizarla, la líder alemana propone una intervención, pero se trata de una intervención que difiere marcadamente de la que prefieren los Kirchner. Merkel ha propuesto establecer los lineamientos del nuevo orden económico global y garantizar su cumplimiento "a través de un Consejo Económico de las Naciones Unidas, análogo al Consejo de Seguridad creado tras la Segunda Guerra". Es decir, un organismo global con capacidad de intervención en los estados miembros poco disciplinados. Merkel llevará esta propuesta al G20 en abril y ya ha conversado sobre ella con el FMI y con la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, el club de las democracias de mercado). Se trata de establecer regulaciones y normas de procedimiento de carácter global, auditarlas y hacerlas cumplir. ¿Estará en condiciones de pasar el examen de cumplimiento de esas reglas un estado que falsifique sus estadísticas para de ese modo estafar a los tenedores de sus bonos soberanos?¿Qué lugar para el "desacople" tendrá un Estado que no quiera dar cuenta de sus cifras y de sus reglas de juego a un Consejo como el que postula Angela Merkel o a la institución mundial que funcione como auditor global…por ejemplo, el FMI?

Aunque es evidente que las inauditas tensiones que genera la crisis internacional suscitan reacciones aislacionistas y proteccionistas (Obama tuvo que poner coto parcial a algunas que, con el paraguas del lema "compre americano", impulsaron sus correligionarios proteccionistas del partido Demócrata), la lógica de fondo con la que se ven impelidos a moverse los líderes del mundo no es la del desacople, sino la de la globalización y la integración mundial.

De ahí que la idea de que el mundo les está copiando el modelo a los Kirchner probablemente sea un embeleco fraguado en Olivos, una aproximación impresionista, una lectura superficial, enrevesada y deficiente de los hechos.

Al matrimonio presidencial no le caen bien las auditorías ni los controles: se mueven internamente con facultades de emergencia y con superpoderes y llegaron a pagar una suma que no era exigible para evitarse los informes y recomendaciones del Fondo Monetario Internacional. Mal que les pese, el FMI en su más reciente estudio, preparado precisamente para los estados miembros del G20, diagnosticó que la Argentina sufrirá este año una fortísima caída que la llevará a una tasa de crecimiento cero, con una lenta recuperación de un punto y medio en 2010. Algunos analistas locales vaticinan situaciones más oscuras. El Fondo, en cualquier caso, señala la inexistencia de "un marco fiscal previsible". Sucede que la recaudación crece a tasas marcadamente más bajas que la de los años anteriores (y que la inflación real), pese a que la caja central ha recibido respiración artificial con los fondos atrapados al sistema jubilatorio de capitalización. La caída de la recaudación refleja el encogimiento de la actividad económica: el campo está golpeado por la sequía y por las políticas oficiales, la construcción está detenida, la industria cae, el sector la producción automotriz bajó más de un 50 por ciento. Las provincias ven demorarse las entregas por coparticipación. Así, el gasto público, de no ser recortado, quedará muy por encima de los recursos y requerirá un financiamiento que al Estado le resulta muy vidrioso obtener. En la reunión de abril, en Londres, si llega a hablar con Angela Merkel, la señora de Kirchner podría quizás escuchar algunas ideas que los alemanes no copiaron, precisamente, del gobierno argentino. Por ejemplo, ésta que Merkel reiteró en la reciente reunión de Davos: "Una lección: no vivir por encima de los propios medios".

El espejo de la madrastra

No sería raro que la visión groseramente autorreferencial que distorsiona el relato del gobierno sobre la crisis y el mundo, también le juegue una mala pasada en el análisis doméstico. Apoyándose en encuestas hechas a la medida de sus deseos, Néstor Kirchner le pinta a algunos de los intendentes y gobernadores que ahora recibe asiduamente en Olivos que su fuerza política ganará los comicios de octubre. Admite que los votos oficialistas sufrirán un encogimiento en relación con los que obtuvo quince meses atrás su mujer, pero dice confiar en que la pérdida no llegará los 10 puntos porcentuales y agrega que esa mengua quedará disimulada por un segundo factor de victoria: la división de sus rivales. Para confirmar esa predicción –a Dios rogando y con el mazo dando- él mismo alimenta esa división alentando candidaturas alternativas destinadas a desviar hacia ellas votos de sus principales adversarios.

Desde que cambiaron los astros –para el matrimonio presidencial eso empezó a ocurrir con el plebiscito misionero de octubre de 2006, en el que su candidato, el entonces gobernador Carlos Rovira, fracasó en su búsqueda de reelección indefinida- el activismo de Kirchner, que hasta allí le había permitido acumular poder, comenzó a transformarse en autodestructivo; la pelea con el campo durante 2008 no sólo le infligió una decisiva derrota parlamentaria, sino que motorizó un creciente e inconcluso proceso de desintegración de sus apoyaturas políticas: ya había perdido a las clases medias urbanas y con esa batalla se enajenó la opinión pública rural. La suma de esas pérdidas determinó el paulatino alejamiento de sectores del peronismo que comprendieron que el ciclo kirchnerista estaba agotado. La negativa de Carlos Reutemann a acompañar a la señora de Kirchner y su esposo en la visita oficial al Reino de España es sólo una última evidencia de esa toma de distancia. Reutemann es, hoy por hoy, el dirigente peronista de mejor imagen en la opinión pública y tiene claro que la frecuentación de la familia presidencial y su entorno deterioraría ese prestigio.

La actitud de Reutemann es, si bien se mira, un gesto discreto de alejamiento. Ya hay una legión de peronistas –como la que esta semana acompañó en Mar del Plata la ya tradicional convocatoria veraniega de Luis Barrionuevo- que, más que en el postkirchnerismo, militan claramente en el antikirchnerismo: Eduardo Duhalde, Alberto Rodríguez Saa, Ramón Puerta, Héctor Maya, por citar algunos. Más numeroso es, con todo, el campo de quienes, amparándose todavía en "la máscara de Néstor", preparan su retirada con sigilo y cautela, pues aún necesitan recursos y obras en sus distritos y no se sienten, por eso, con fuerza para romper abiertamente lanzas con Olivos y la Casa Rosada.

Quizás, entonces, los pronósticos electorales que Kirchner prodiga (y acaso cree) se estén perdiendo esos movimientos moleculares, sutiles o vertiginosos, que anuncian en el justicialismo que está en marcha un cambio de piel.

En cuanto al segundo factor tranquilizante que consume el esposo de la presidente –la atomización opositora-, también es posible que esté modificándose. Lo que muestra este inicio de año es un interesante proceso de acercamientos políticos. El radicalismo se aproxima al cierre del cisma del grupo K y la conducción partidaria hace las paces con el cobismo; Mauricio Macri y Felipe Solá dejan trascender su eventual trabajo en común; desde la Coalición Cívica se lanzan palabras cordiales hacia Reutemann y Solá; éste y Margarita Stolbizer se tiran flores recíprocamente; una convergencia que va desde el peronismo disidente hasta la izquierda y es empujada por el PRO, la fuerza de Elisa Carrió, el socialismo y la UCR promueve una reforma política y el empleo de la llamada "boleta única" para acotar las posibilidades de fraude electoral.

Esas muestras de coincidencia y de trabajo en común difícilmente se traduzcan en octubre en una gran coalición electoral (aunque acaso, una vez más, el activismo de Néstor Kirchner consiga ese milagro). De todos modos, lo que ponen de manifiesto es que las distintas corrientes partidarias empiezan a construir una atmósfera de diálogo político civilizado que también contribuye a la creación del postkirchnerismo.

En cierto sentido, y salvando las distancias, este cambio de modales en el trato entre las fuerzas no oficialistas guarda un aire de familia con aquel intento que a principios de los años 70 se encarnó en el abrazo entre Ricardo Balbín y Juan Perón y en la frase del líder radical: "El que gana gobierna y el que pierde, apoya". Aquel encuentro, históricamente demorado, resultó tardío para contener la crisis política que le daba marco, pero dejó una semilla sembrada. Hoy también los movimientos de los partidos pueden parecer atrasados, morosos, en relación al vértigo de una crisis social y económica que vuelve a entrar en ebullición y al deterioro de las instituciones y del sistema político. En cualquier caso, la crisis y esas coincidencias políticas, aunque lo hagan a distinto paso, marchan en la misma dirección

febrero 04, 2009

Opinión

Hacia una redefinición del nacionalismo económico
(A propósito de un documento de CARTA ABIERTA)


por Daniel González

Introducción

El gobierno del matrimonio Kirchner cuenta con un grupo de intelectuales que lo apoya y lo defiende. Que saca a relucir sus facones ideológicos para apuntalar el proceso político y económico en marcha. Se trata, aproximadamente, del mismo núcleo de pensadores, aunque con ideas un poco remozadas, que acogió favorablemente y respaldó a Raúl Alfonsín durante los años de su gobierno, desde diversas trincheras del mundo de la cultura. En esos años fue desde el Club de Cultura Socialista, la Fundación Plural, el diario Página 12, la Revista El periodista y la totalidad de los medios de comunicación en manos del estado nacional, que en ese tiempo eran muchos, diversos y poderosos.

Los veinte años transcurridos desde entonces han dejado su huella en el escenario político mundial y han horadado fieramente las tesis y sistemas de ideas de aquellos años primaverales e iniciales de la democracia. Y eso se nota: por ejemplo, ya casi ninguno de ellos habla del socialismo. Y es razonable: con la implosión de la Unión Soviética y de toda la Europa del Este parece haber sucumbido para siempre la idea de un sistema económico donde sea el Estado quien decida qué, cómo, cuánto y dónde se produce. No nos regocijamos especialmente por este hecho, claro está. Pero tomamos debida nota del que resulta quizá el acontecimiento político y económico más decisivo desde la Segunda Guerra Mundial. Aunque uno haya podido inicialmente horrorizarse con las tesis que Francis Fukuyama escribió y reescribió hacia comienzo de los noventa, no puede dejar de aceptarse que ya no existe un horizonte socialista. Los que pensamos en una sociedad más justa que la actual deberemos pues aprender que las reglas han cambiado y que nuestras batallas –políticas, de ideas o de lo que fuere- han de desenvolverse dentro del tumultuoso, denostado pero triunfante sistema capitalista.

Completan el panorama de grandes cambios ocurridos en las últimas décadas, con una importancia también descollante, las profundas reformas económicas introducidas por China, que a partir de su giro hacia el estímulo de la iniciativa privada y normas indubitablemente capitalistas, se perfila como la gran potencia mundial de este siglo que recién ha comenzado.

De modo tal, el discurso del llamado "progresismo" ha cambiado desde aquellos años. Pero es un cambio que se ha quedado a mitad de camino. Ha retrocedido a regañadientes desde aquellos pensamientos que ya no encuentran un lugar en el mundo pero se ha atrincherado en lo que podría denominarse como "nacionalismo económico inercial", esto es la matriz ideológica de la posguerra, que ya muestra los rastros implacables de los más de sesenta años transcurridos desde su nacimiento.
Muchos de los ideólogos de Carta Abierta tienen una larga historia de rechazo al peronismo o al "populismo", según sea una denominación política o sociológica la que se prefiera. Desde afuera o desde adentro del ese inmenso movimiento nacional, siempre desconfiaron de él porque lo veían burgués, reaccionario, apenas reformista o bien simplemente demagógico. Pero no hablamos del peronismo reciente sino del histórico, del de Perón, en cualquiera de sus presidencias.

Pero ahora los politólogos más prestigiosos del mundo ya han otorgado credenciales de existencia al "populismo". Han tardado más de medio siglo pero lo han hecho. Así nos lo han hecho saber, por ejemplo, Ernesto Laclau (La razón populista) y su señora esposa, Chantal Mouffe. Aburridos de la Europa inmóvil, ese geriátrico de la política, han vuelto sus ojos hacia América Latina y han decidido que el "populismo" ya merece un lugar en el canon de la Ciencia Política.

¡En buena hora! Sólo que nos tememos que nuevamente, como en la fábula de Zenón de Elea sobre Aquiles y la tortuga, otra vez la realidad se les ha corrido unos pasos más adelante y que, en definitiva, el "populismo" tal cual afloró de la Segunda Guerra Mundial, ya ha perdido su vigor esencial y necesita ser reformulado para las nuevas circunstancias históricas.

¿Qué cosa es el "neoliberalismo"?

Resulta algo inconsistente adjudicar los males de la economía argentina a esa suerte de ente perverso llamado "neoliberalismo". Porque ¿de qué diablos se trata verdaderamente? ¿De un sistema de ideas que impregna inevitablemente a los gobernantes de los países subdesarrollados? ¿De una constelación de fuerzas maléficas al estilo de la Sinarquía Internacional, depositaria de todas las responsabilidades en otros tiempos?

Sentimos una cierta incomodidad y pudor al tener que recordarles a nuestros progresistas que las ideas tienen la costumbre de encarnar intereses… de clase. No provienen de un repollo ni sobreviven flotando en el aire grácilmente. Sin embargo, Carta Abierta no se la adjudica a nadie o, si lo hace, embiste en forma personal contra algún político. Con picardía pero también con concepto rudimentario, Carta Abierta traza una línea y dice: de aquel lado, el "neoliberalismo" y de este lado, nosotros, los que queremos que el Estado exista y tenga fuerte injerencia en la economía.

Pero hay algo más: el mal "neoliberal" no proviene, como siempre se ha dicho desde el progresismo, del gobierno de Carlos Menem sino de un poco atrás: de 1976. Un concepto formidable. Es decir: los que no están con Carta Abierta, están con el Proceso Militar. Así de simple.

Claro que esta simplificación tiene un costo alto para los intelectuales de Carta Abierta: meten en la misma bolsa a Don Raúl Alfonsín, cuyo gobierno dio de comer –en más de un sentido- a muchos de los intelectuales firmantes del documento. Pero la revolución exige estos sacrificios. ¿Qué pensará, por ejemplo, Aldo Ferrer de esto? U otros economistas (¿cómo llamarlos?) estructuralistas, como el mismísimo Roberto Lavagna, Mario Brodersohn y Juan Vital Sourrouille que fueron funcionarios de Alfonsín. O Rodolfo Terragno, y otros.

¿Estado o mercado?


En realidad, desde la publicación en 1776 de La Riqueza de las Naciones, los economistas no han hecho otra cosa que discutir cuánto de Estado y cuánto de mercado debe contener una política económica en un momento preciso, en un momento determinado, en singulares coordenadas históricas y políticas.

Aunque cada autor abrigue pretensión de universalidad (¡y vaya si algunos la consiguieron!), el pensamiento económico se nutre de la circunstancia inmediata. Es allí de donde extrae la información con la que se configura la idea abstracta que luego sobrevive incluso más allá de la desaparición de las precisas circunstancias que le dieron origen. Y, cuando uno toma prestadas las ideas "universales" nunca debe perder de vista que responden a precisas coordenados históricas y que, además, deben ser debidamente chequeadas, adaptadas y reformuladas para que respondan a la realidad a la que queremos aplicarlas.

La posibilidad del Estado planificador, que define producto por producto qué, cómo y cuánto se ha de producir, que sustituye al empresario privado, ya ha desaparecido para siempre. Termina sofocando la economía, inhibiendo las posibilidades creativas de los hombres y mujeres del país, aplastando la producción y, en definitiva, sacrificando a generaciones enteras a un nivel de vida inferior. Es preciso tomar nota del significado del derrumbe del muro de Berlín, de la implosión de la Unión Soviética, del redireccionamiento de Europa del Este, de los cambios impulsados por China.

Se pretende que pararse en un módico banquito ideológico y decir: "Sin Estado no hay Nación" constituye una definición que irradia su luminosidad esclarecedora sobre los problemas económicos nacionales. Y esa afirmación genérica no es ni siquiera el comienzo del debate que debemos dar. De ningún modo pensamos que ese severo dictamen pertenezca al universo político-conceptual y que nosotros, al proponer un debate circunstanciado, derrapemos hacia lo "técnico", los meros detalles derivados de una imprescindible definición conceptual previa. No, lo que estamos diciendo es que Argentina necesita redefinir el rol del Estado y también del mercado. Y que eso fue justamente lo que comenzó a hacerse en la década del noventa.

Adam Smith no comete la torpeza de decirnos que los doscientos años de mercantilismo británico habían sido un error. Quien haya leído, incluso a la ligera, su Investigación sobre la Naturaleza y Causa de las Riquezas de las Naciones, se hace una idea clara del respeto de Smith hacia la maraña de intrincadas normas proteccionistas que precedieron su propuesta de liberalización. Trata con mano de seda, por ejemplo, el Acta de Navegación de Oliverio Cromwell y explica pacientemente por qué esas normas que habían resultado útiles en un momento concreto para Inglaterra, ya no lo eran por la sencilla razón que Inglaterra se había convertido en el país más poderoso del mundo y que, en esa condición, nada debía temer de la competencia con cualquier país del mundo, de la que sólo podría resultar beneficiada.

Desde Alemania, unos años después, le responde Federico List. Y dice que Smith tiene razón, que sus consejos son acertados… para Inglaterra. Pero que Alemania, con atraso evidente en su industrialización, necesitaba la protección que Gran Bretaña había tenido. Y que después sí se volcaría a la competencia como propone Smith.

Todos los grandes libros de la historia de la economía nos hablan de Estado y de mercado. Y cada uno está pensado para circunstancias particulares, aunque sus ideas puedan ser aprovechables en situaciones similares. Pero, para ello, siempre conviene repasarlas y ajustarlas. Repensarlas.

Marx, por ejemplo, no impugna al liberalismo inglés sino que lo estimula haciéndolo depositario del progreso mundial y el avance hacia lo inevitable: el socialismo, un nuevo estadio de la civilización centrado en la planificación estatal de la economía.

Keynes estaría muy lejos de suscribir algunas ideas que ahora se le adjudican. A veces parecería que el economista británico hubiera respaldado el proteccionismo y las empresas públicas cuando solamente observó, con genialidad doctrinaria, algo que muchos gobiernos ya habían implementado a tientas durante la crisis mundial: el estímulo estatal a la demanda para remontar la parálisis y para que el aparato industrial volviera a rodar.

Plantear el problema como en el título del documento, es no haber avanzado un ápice en el debate que pretende darse. O bien, intentar correr con la vaina a los opositores. Porque, como ya veremos, Carta Abierta tampoco dice qué clase de Estado es el que pretende para la Argentina de hoy. O lo dice de un modo tan genérico que tampoco sirve.

Y dale con el Consenso de Washington

Una de las afirmaciones que ya tiene categoría de clisé es la que repite que la política económica de los noventa, de los años de Carlos Menem, deriva de una especie de obediencia colonial al mandato de los poderosos del mundo, enunciado en el Consenso de Washington.

Por supuesto que estamos lejos de ser ingenuos respecto del poder de los países desarrollados y de las políticas económicas que ellos prefieren que reinen en el mundo. Pero adjudicar las reformas de los noventa a una especie de orden impartida desde el Norte es tener una visión conspirativa de los procesos económicos y, sobre todo, es no comprender la evolución de la economía argentina durante las últimas décadas. Distraigámonos un momento con el Consenso de Washington.

Fue el economista John Williamson quien, en noviembre de 1989, publicó un documento titulado "Lo que Washington quiere decir por política de reformas". Ese documento consta de diez puntos que no aportan demasiada novedad acerca de las políticas que los países poderosos proponen al mundo y, en especial, a las naciones más débiles. En general, consisten en medidas de libertad económica que ellos, en muchos aspectos, omiten cumplir. En un mundo de libertades irrestrictas, se sabe, reina el más poderoso.

El decálogo propone:

Disciplina fiscal
Reforma tributaria
Modificar la composición del gasto público a favor de la salud y la educación
Respetar el derecho de propiedad
Tasa de cambio competitiva
Liberalización del comercio internacional
Liberalización de la entrada de inversiones extranjeras
Privatización de empresas públicas
Desregulación de la economía
Desregulación de la tasa de interés

¿Qué es lo que está mal y qué está bien obedecer de este catálogo? ¿Qué cumplió Menem y qué cumplió Kirchner? Veamos.

No puede decirse que los puntos 1 a 4 sean, en general, dignos de rechazo. En materia fiscal, por ejemplo, la Reforma del Estado concretada durante los noventa fue exitosa. Ella permitió recuperar el presupuesto como un instrumento de política económica en manos del Estado. Hasta ese momento, no existía sino como una obligación legal que debía cumplirse de un modo formal e inocuo. A veces, el presupuesto era aprobado el último día del año que se presupuestaba, cuando ya estaba completamente vencido, los gastos ya completamente realizados y el tiempo que abarcaba el presupuesto, completamente transcurrido. La estabilidad y la disciplina fiscal (algo que Menem no cumplió durante todo su mandato pues el gasto público se desbandó hacia fines de la década) permitieron que el estado pudiera manejar el presupuesto nacional con mayor racionalidad y que su presencia ahí fuera mucho mayor que en los años previos, aquí hubo más estado, no menos. Antes de los noventa, el presupuesto no existía. A partir de allí, es uno de los principales instrumentos económico que cuenta el Estado. Eso fue consecuencia de las transformaciones de los noventa.

En cuanto a la reforma impositiva, cierto es que en esos años no se realizaron grandes transformaciones en su estructura. El drama crónico de la Argentina en materia fiscal es que su estructura tributaria se asienta sobre impuestos regresivos en materia de distribución del ingreso: pagan más los más pobres. Pero la estabilidad permitió que el estado recuperara sus ingresos (efecto Olivera-Tanzi), que además logró una mayor recaudación en los impuestos directos, tal cual se refleja en las estadísticas de la DGI de la época. De todos modos, aunque este tema sea recomendado por quien sea, nadie puede disentir con la necesidad de implementar una reforma tributaria que apuntale una mejor distribución del ingreso y una mayor equidad en la distribución de la carga tributaria. En tal sentido, los últimos años, con un Estado holgado, han sido ideales para una transformación como la que describimos. Sin embargo, el actual gobierno nada ha hecho al respecto. Ni siquiera pequeñas modificaciones tales como eliminar el IVA de los productos alimentarios de consumo popular, algo que tendría evidentes efectos redistributivos.

Los puntos 3 y 4 son inobjetables. La modificación del gasto público a favor de la educación y la salud es algo aún pendiente, en las magnitudes que nos impone la necesidad. El respeto del derecho de propiedad también es incuestionable, dentro de las leyes de la Nación.

Respecto de la liberalización de la tasa de interés (punto 10), diremos que se trata de un enunciado que carece de autonomía. Gran parte del boom consumista que hubo en la primera mitad de los noventa se debió al renacimiento del crédito a más largo plazo que el preexistente. Al desaparecer la inflación, el crédito se tornó accesible y vivificó la demanda y, en consecuencia, la producción. Hoy, por ejemplo, ha desaparecido el crédito para la compra y construcción de vivienda. El gobierno ideó un plan que fracasó debido a la falta de financiación y a la inflación. Ni la propia banca pública puede prestar por debajo de la inflación o bien de las expectativas de inflación existentes. Uno puede teorizar sobre el nivel adecuado de las tasas de interés pero no puede manipular las tasas sino de un modo acotado en el tiempo o en el volumen. Crédito, tasas de interés e inflación, forman parte de un paquete de solución conjunta y muy difícil de manejar a gusto.

Y vamos llegando al núcleo duro de las reformas de los noventa.

Uno de esos temas es la liberalización del comercio internacional (punto 6). Se identifica a la política de Carlos Menem con una remoción total de la protección arancelaria para la industria, con la vigencia plena e irrestricta del librecomercio. Y esto no ha sido así, de ningún modo.

En primer lugar existe un hecho fundamental de la política económica de esos años, que es reivindicado por muchos partidos políticos pero haciendo un prudente silencio sobre su origen, y que constituye el desafío más grande que pueda habérsele hecho a los países poderosos en el plano de la economía: el MERCOSUR. La creación de un espacio económico de libre comercio y con un arancel externo común no sólo excluye el concepto de libertad comercial propuesto por el norte industrial, sino que es un modo distinto de entender la inserción argentina en el mundo global.

La alianza estratégica con Brasil, Paraguay y Uruguay, a la que se han sumado otros países, es el desafío más grande desde el punto de vista de la política económica y de las decisiones estratégicas del estado, que se haya podido establecer a las políticas de librecomercio desindustrializante que irresponsablemente proponen desde los países centrales.

En modo alguno estamos de acuerdo con la remoción lisa y llana de la protección arancelaria, que tiende a disolver a la industria nacional y reemplazar su producción por artículos importados, muchas veces producidos o vendidos con subsidios encubiertos de los respectivos estados. Los países centrales también protegen a su producción, industrial o agrícola, cuando la competencia de otros países las amenazan. Y lo hacen de mil maneras, incluyendo la protección para arancelaria, las normas sanitarias, las objeciones técnicas y de calidad, etcétera.

Como sea, el mayor desafío generado en el continente para construir un polo de poder económico distinto a los Estados Unidos, es el MERCOSUR. Y éste fue creado a comienzos de los noventa. No se puede ser tan ciego como para ignorar este hecho objetivo. Muchas de las importaciones de los noventa, que generaron quejas en nuestra clase industrial, provenían de Brasil y estaban amparadas por las normas del MERCOSUR. Nuestros industriales deberían ya acostumbrarse a la competencia con sus pares de Brasil, que hace apenas un par de décadas eran mucho más débiles que ellos y que han sabido, en poco tiempo, adecuarse a los requerimientos de la competencia en el mundo global.

Otro de los puntos más objetados de la política económica de los noventa y que figura en el decálogo de Williamson es el referido a las inversiones extranjeras. Contrariamente a lo que aparenta, la resistencia al capital extranjero no proviene tanto de los setenta sino de los cuarenta. No del Perón del tercer mandato, sino del Perón inicial, el que tenia los pasillos del Banco Central llenos de oro, el que gobernó una época en la que el capital extranjero estaba concentrado en la reconstrucción de Europa y había abandonado sus inversiones y empresas de ultramar.

En ese tiempo, el país contaba con recursos suficientes como para encarar por sus propios medios el crecimiento económico fundado en los parámetros que esos recursos, y la situación mundial, permitían: proteccionismo, nacionalización del comercio exterior y la banca, empresas públicas, crédito barato, aumentos salariales, gasto público, etcétera. Ya al promediar su segundo mandato, Perón comprendió que necesitaba también de la inversión y el know how extranjeros: convocó a la FIAT y a IKA para fabricar autos en Córdoba, y a la Standard Oil de California para sacar el petróleo.

La aceptación de la inversión extranjera es algo que ya no objetan ni Cuba ni China. El país caribeño no podría sobrevivir sin el turismo, que se asienta en la inversión extranjera y hoteles e infraestructura adecuadas. Y China ha sido el boom de las últimas décadas gracias a la inversión en su territorio realizada por los países capitalistas desarrollados. Ya nadie se opone a la inversión extranjera.

Hablar de Argentina cuenta con capacidad de ahorro suficiente y que, por lo tanto, puede bancar su propio desarrollo ("vivir con lo nuestro") es apenas una frase inconducente. La incorporación de tecnología, el know how, la exploración de mercados exteriores suelen ser más fáciles con alianzas estratégicas entre empresarios nacionales y extranjeros. Quien quiera ver cómo se hace esto, que mire a Brasil y, en especial, su exitosa fábrica de aviones Embraer, privatizada en 1994 y en la que coexisten tres grupos empresarios brasileños, un grupo europeo y el Estado, con una acción dorada y derecho (que ejerce, por supuesto) a discutir las líneas estratégicas.

La desregulación de la economía (punto 9) es otro de los temas que se objeta del Consenso de Washington y se lo vincula con una actitud prescindente y desentendida, por parte del estado, del funcionamiento de la economía y de la preservación de los intereses de los consumidores. Tratándose de un tema tan amplio y de tantos matices y circunstancias, solamente lo abordaremos con un ejemplo revelador.

En el caso del transporte automotor de pasajeros de larga distancia existían múltiples regulaciones que se acumularon durante décadas y que, llegado un momento, significaron en los hechos un verdadero monopolio por parte de un puñado de empresas que, aprovechando su situación de privilegio, se tornaron totalmente ineficientes. El tramo Córdoba-Buenos Aires, por ejemplo, era cubierto por muy pocas empresas (ABLO, Chevallier, General Urquiza) que prestaban el servicio a precios que oscilaban entre los 40 y 50 dólares por pasajero. La desregulación en este rubro consistió en que cualquier particular que poseyera un colectivo adecuado podía poner su propia línea pagando un arancel de 200 dólares.

El resultado fue que se instalaron multitud de empresas, algunas de mejor calidad y otras muy precarias. Pero el precio del boleto bajó inmediatamente a la mitad y, en un plazo de meses, el servicio mejoró notablemente por la competencia, que antes estaba excluida. Aparecieron emprendedores en todo el país, se multiplicó la cantidad de empresas y el consumidor fue el mayor beneficiario de esta nueva situación.

Se trata de un ejemplo claro de desregulación pero somos conscientes que no es un caso abarcador de todas las situaciones. Con el paso de los años, de los sucesivos gobiernos, la economía argentina había sido modelada por los lobbies corporativos que se beneficiaban con mercados cautivos a expensas del consumidor. La ausencia de competencia trajo consigo la ineficiencia y fue necesario, en un momento, reformar drásticamente esa situación.

Para no irnos del ejemplo, tenemos muy claro que la acción reguladora del estado, incluso férrea, debe existir. En el caso del transporte de pasajeros, en el control de la calidad del material de trasporte, de la seguridad del pasajero, del descanso de los choferes, de la solvencia de las empresas en defensa del consumidor, etcétera.

Las privatizaciones

Pero llegamos a una de las recomendaciones del documento de Williamson que constituye la principal objeción a la política de los años noventa: las privatizaciones. Porque nada ha resultado tan rechazado por el nacionalismo inercial de la posguerra ni( y) por el socialismo que se quedó sin grandes países como referentes, que la política de privatizaciones. Es el núcleo central para denostar, en conjunto, toda la economía de los noventa y para no reconocer, ahora, ninguno de sus logros evidentes en materia económica.

Por de pronto, se pretende que las privatizaciones fueron carentes de racionalidad local y que su implementación provino de una obediencia ciega al mandato de Washington. Hoy, desde el "progresismo" se intenta hacernos creer que no había motivos para privatizar las empresas públicas, que ellas eran un preciado tesoro, gemas innegociables del patrimonio nacional. Pero la realidad es bien distinta.

Las empresas públicas fueron uno de los ejes indiscutibles de la política de nacionalismo económico del peronismo fundacional. Hacia 1943, cuando nació la Revolución militar que luego dio lugar al peronismo, la situación del país y del contexto mundial era sumamente distinta a la de los años noventa. En 1930 había hecho crisis el país fundado exclusivamente en la producción y exportaciones agrarias. La crisis mundial había replanteado en todo el mundo las estrategias económicas. Gran Bretaña, que había modelado nuestra economía conforme a su posición de taller industrial planetario, había perdido interés en continuar sosteniendo sus inversiones de ultramar. Los propietarios terratenientes de Argentina habían recobrado el poder en 1930 y habían abandonado su liberalismo secular para adoptar, a tono con las ideas de la época y también con sus intereses económicos inmediatos, fuertes políticas de intervencionismo económico. La continuidad y consolidación del país agrario no estaban aseguradas con el mero liberalismo de la época anterior pues todos los países del mundo, golpeados por la crisis, habían adoptado políticas de protección de sus producciones nacionales y el comercio internacional había caído a pique.

La producción de bienes industriales y los criterios de defensa nacional en que habían sido educados los militares que tomaron el poder, significaban la presencia de un estado que garantizara productos estratégicos (petróleo, acero) y la prestación de servicios decisivos (teléfonos, marina mercante, seguros, comercio internacional).

La necesidad de un estado empresario se fundaba también en la inexistencia de un empresariado nacional que pudiera tomar en sus manos la ciclópea tarea de apuntalar la producción de bienes que, como el acero, suponían una gran inversión de lenta maduración en materia de rentabilidad. En tal sentido, la presencia fuerte del estado se hizo indispensable.

Sin embargo fue el propio Perón quien, poco antes de ser derrocado, torció el rumbo de su gobierno porque las circunstancias habían cambiado. Tomó nota de que YPF no iba a poder extraer todo el petróleo que necesitaba la industria que crecía y que la Fábrica Militar de Aviones no iba a poder producir los automóviles que el país demandaba. Por eso convocó al capital extranjero en ambos rubros. Y eso le valió el calificativo de "entreguista", propinado por la izquierda tradicional, que contribuyó a su derrocamiento.

Con los años, las empresas públicas se fueron deteriorando por el saboteo consciente de sucesivos gobiernos y las malas administraciones. La falta de inversiones, la acumulación de personal, la falta de controles o bien el robo descarado a través de compras sobrevaluadas o contratos lesivos, fueron horadando a lo largo de los años a las empresas públicas.

Así, al momento de la privatización distaban mucho de ser "las joyas de la abuela". Resulta curioso que muchos de los que calificaron como inconvenientes las nacionalizaciones de los tiempos de Perón, con el argumento de que se compraba "hierro viejo", cuando las empresas públicas estaban ya verdaderamente en un estado ruinoso e irrecuperable, se opusieron a las privatizaciones con el argumento de que se trataba de verdaderas alhajas del patrimonio público.

Las privatizaciones no sólo resultaron inevitables sino también un modo concreto de salir del inmovilismo al que estaba sometido el gobierno respecto de las inmensas áreas de la economía que estaban a cargo de ellas y en las que el estado, en precarias condiciones financieras y económicas, estaba imposibilitado de invertir a fines de revertir la situación en la que habían caído luego de casi 50 años de desmanejos.

Los resultados fueron inmediatos y benéficos: agua, energía eléctrica, teléfonos fueron inmediatamente revitalizados con la inversión privada y contribuyeron a solucionar antiguos problemas de los consumidores, especialmente de los más pobres, que pudieron acceder a los servicios en forma casi inmediata.

Al caer la convertibilidad y para evitar los aumentos de precios y tarifas pactados en los contratos vigentes, comenzaron a implementarse subsidios masivos, que ahora en el comienzo de la crisis están retirándose. Si la prestación de servicios por parte de las empresas privatizadas aún no se ha visto afectada ha sido por la inversión realizada durante los noventa. Las empresas que prestan servicios públicos, sean estatales o privadas, están sujetas a las leyes elementales de la dinámica capitalista. Se trata de una verdad de Perogrullo pero es preciso repetirlo: sin ganancias no hay inversión, sin inversión la prestación del servicio se deteriora. Durante los años que se mantuvieron en su propiedad, el Estado no pudo invertir en las empresas públicas lo que estas demandaban para su saneamiento, consolidación, y expansión, porque tenía urgencias más perentorias que lo demandaban. Por eso llegaron las privatizaciones con resultados indiscutibles.

El incumplimiento de los contratos, la falta de actualización de las tarifas, el ahogo deliberado de las privatizadas, sólo puede desembocar en un deterioro en las prestaciones y, en caso de continuidad, en la reestatización con críticas a la insensibilidad del capital privado que no sabe producir cuando los costos superan sus ingresos. Nuevamente en manos del estado –como ya ocurre con Aerolíneas Argentinas- las empresas serán desatendidas y el circuito comienza nuevamente.

El tipo de cambio competitivo

Llegamos así al punto del Consenso de Washington que deliberadamente hemos dejado para el final: el nivel del tipo de cambio, el precio de la moneda extranjera. Los países desarrollados siempre han preferido que las naciones en desarrollo tengan un tipo de cambio elevado. De este modo, estimulan las exportaciones y generan los recursos para afrontar los pagos externos. También así –en caso de no existir retenciones o de ser éstas muy débiles- se favorecen las ventajas comparativas. Una moneda nacional débil, potencia el poder comprador del inversor extranjero para quienes las empresas locales se vuelven baratas y resultan de fácil adquisición.

El tipo de cambio es un dato esencial de cualquier esquema económico. Y no puede decirse que en los noventa se haya cumplido con ese requisito. Al contrario: una de las principales críticas que recibió la convertibilidad, consistió en que partía de un nivel de cambio que supuso la sobrevaluación de la moneda nacional.

Y al revés: es este gobierno el que ha descubierto las ventajas de un tipo de cambio subvaluado, de un dólar caro. Los intelectuales de "Carta Abierta" y también el gobierno, creen haber descubierto la pólvora con el actual esquema económico, al que denominan pomposamente "régimen económico heterodoxo".

Dice el documento:
"El régimen económico heterodoxo, que viene sosteniendo el gobierno nacional como objetivo irrenunciable, reposa en el mantenimiento de un tipo de cambio elevado, competitivo y estable a través de la intervención del Banco Central para evitar la apreciación cambiaria. La obtención de superávit fiscal y externo permite recrear un régimen de acumulación solvente, enfatizando una mayor participación del Estado en la economía. Al mismo tiempo se reduce la vulnerabilidad externa a partir de la acumulación virtuosa de reservas vía el sostenimiento del tipo de cambio alto y saldos positivos del comercio exterior".

Y agrega un párrafo para el recuerdo:
"La cancelación de las obligaciones con el FMI, la reestructuración de la deuda pública y las renegociaciones de los compromisos externos a largo plazo son conquistas emblemáticas dirigidas a liberar al país de trampas y grilletes heredados del neoliberalismo y fortalecer su posición internacional".
Considerar el pago anticipado de la deuda al FMI como "una conquista emblemática" resulta un poco exagerado. Sobre todo, teniendo en cuenta que inmediatamente después de la cancelación Argentina tuvo que emitir bonos para que Venezuela los comprara cobrándonos una tasa de interés que triplicaba la del FMI.

El "régimen económico heterodoxo" o el agujero del mate

Pero volvamos al "régimen económico heterodoxo". Es claro que el crecimiento económico de los últimos años se funda en el inusitado auge de la economía mundial que, a su vez, se origina en gran medida en los livianos manejos económicos de los Estados Unidos, que luego culminaron con la crisis de las hipotecas subprime. No podemos dejar de mencionar una curiosidad: los gobiernos de Argentina y Venezuela son dos de los que más duro atacan la globalización y el mercado mundial, sin embargo han sido de los más beneficiados. Es el mercado mundial el que nos ha favorecido con sus altos precios de commodities y nos ha permitido crecer de un modo inigualable en todos estos años. Podría agregarse que Hugo Chávez es un gran impugnador del mercado mundial pero cuando le presta dinero a la Argentina, lo hace a tasas de usura, que tienen en cuenta la baja calificación crediticia que padece el país.

La economía mundial creció a tasas inusitadas, estimulada por la demanda de Estados Unidos y China, lo que llevó a las nubes el precio de los commodities incluidas los productos del agro, nuestra principal exportación. Esto significó un aumento formidable de nuestras exportaciones y la posibilidad de que el estado –mediante las retenciones- se quedara con una parte del mayor ingreso del sector agropecuario y lograra una holgura fiscal con pocos antecedentes en la historia nacional.

El documento de CARTA ABIERTA presenta al "régimen económico heterodoxo" como una suerte de ruptura epistemológica en la Ciencia Económica pero no es más que un poderoso –y quizá fugaz- viento de cola a la embarcación económica nacional. Ese es todo el secreto. No existe tal programa sino excepcionales condiciones económicas globales que han aumentado en forma brutal las exportaciones argentinas y su Producto Bruto.

Podría agregarse incluso que el gobierno argentino no solamente es injusto con el orden económico global, del cual ha obtenido brillantes dividendos, sino también con los recientes manejos financieros de los Estados Unidos que devinieron en la crisis de las hipotecas subprime y en la recesión global en curso. En efecto, el motor del crecimiento económico de los años previos, con el consiguiente aumento del precio de nuestros productos agrarios, ha sido Estados Unidos y, en especial, su política financiera expansiva que luego derivó en la crisis que vivimos.

Resulta sencillo ahora echarle la culpa al Norte por la permisividad financiera y sus consecuencias pero sería justo también reconocer que han sido esos manejos los que permitieron e impulsaron el crecimiento previo a escala mundial, del cual Argentina resultó beneficiada.

El mecanismo de la devaluación compensada, la existencia de tipos de cambio reales diferenciales, es un antiguo instrumento de política económica utilizado para intentar resolver la dualidad de la economía argentina: la existencia de un eficiente sector exportador de alimentos y la presencia de una industria nacional a la que nunca terminan de alcanzarle los estímulos que se le otorgan.

Pero una devaluación con retenciones, de ningún modo constituye un programa económico integral. Y esto ha comenzado a verse ahora, con la crisis que se avecina. Existe la sensación de que hemos recibido un fuerte flujo de dinero del mundo global, que no hemos sabido aprovechar.

Los problemas nuestros y los ajenos

Antes de la crisis mundial ya comenzaron a aflorar algunos problemas del "régimen económico heterodoxo". Uno de ellos es la inflación.

El ajuste de 2001 fue tan brutal y la pérdida de ingresos de los sectores más desfavorecidos fue tan grande que, a lo largo de los años, sus ingresos debieron necesariamente reacomodarse. Y esto generó aumento de los precios internos. Al aumentar el nivel de los precios, el esquema económico va perdiendo su principal fuente de sustentación: el tipo de cambio elevado. Llegado a ese punto al gobierno le quedan pocas opciones. Una, devaluar nuevamente, con los riesgos inflacionarios que ello implica. La otra, más inocente y rústica, deformar los índices de inflación para demostrar a los exportadores que la pérdida de ingresos no es tan alta como ellos dicen.

Pero la inflación es palpable y ya hay una larga fila de empresarios, encabezados por De Mendiguren, que están pidiendo que el dólar trepe a 4,50 ó 4,80. También hay economistas que piden lo mismo. Insospechablemente, Aldo Ferrer es uno de ellos. El autor de La Economía Argentina, jura y asegura que un ajuste del tipo de cambio no impactará en los precios. Es probable que al hacer esta promesa, Ferrer no tenga en cuenta la dimensión política de la medida. Una devaluación creará incertidumbre y aumentos inevitables en todos los precios por la falta de confianza que existe respecto del gobierno nacional.

Ahora bien, en caso de que el tipo de cambio no se ajuste, los problemas son de otra naturaleza: los exportadores, especialmente los industriales, comenzarán a tener problemas para colocar sus productos. Al aumentar los costos internos y permanecer prácticamente inalterado el tipo de cambio, su ganancia se reduce notablemente a punto tal de sacarlos del mercado. Además, ya se está terminando el tiempo de la holgura fiscal, ya no quedan fondos para subsidios sectoriales masivos. Todo se complica.

De modo tal que el brillante esquema heterodoxo ha llegado a una encrucijada difícil por problemas propios del esquema, a los que ahora se le suma la crisis mundial, que trae desafíos adicionales. Pero es claro que, aún en ausencia de esta crisis, el plan K ya tenía motivos propios para la preocupación.

En cualquier caso y pese al extraordinario momento económico mundial en el que le tocó gobernar, la pareja presidencial marcha a la deriva. Carecemos de un plan económico integral para el cual, al parecer, los Kirchner están inhabilitados ideológicamente. En efecto, un programa económico integral debe convocar a los diversos sectores de la economía, principalmente al agro y la industria. Discutir con ellos y con todo el pueblo argentino, un plan económico a mediano y largo plazo, objetivos de política económica claros, definir las principales variables de la economía y establecer reglas de juego para un período prolongado, de modo tal que el mundo empresario sepa a qué atenerse.

Nacionalismo y liberalismo

Como decíamos, el chantaje ideológico que intenta CARTA ABIERTA es muy rudimentario. Es una especie de Braden o Perón para la economía aunque sesenta años después. Es un cuento infantil, que podría resumirse así: en la Argentina hay dos posiciones ideológicas. Una, que quiere un Estado fuerte que asegure el crecimiento económico y una equitativa distribución del ingreso; el otro, (los "neoliberales") que plantean una economía sin Estado, donde cada vez habrá más pobres y cada vez se concentrará más la riqueza. Además, en esta economía despiadada, se desmantelará crecientemente el aparato productivo nacional y habrá menos trabajo para todos.

Con este planteo ideológico, estamos clavados en 1945. Entonces sí la Argentina se había dividido en dos bloques de intereses antagónicos que representaban dos proyectos distintos de país. Uno, restablecer el viejo país agrario que había sido herido de muerte en 1930 y que había sido desalojado del poder por la Revolución del 4 de Junio. Esa Argentina puramente agraria, desentendida del interior, despreocupada de la industria, había despilfarrado durante décadas las oportunidades de capitalizar en el país la inmensa renta agraria diferencial porque la apropiación de esa riqueza colosal recaía en una clase agraria que no tenía necesidad de transitar el camino de la tecnificación y de una producción creciente. Era la famosa oligarquía cuya baja productividad en relación con la potencialidad de las tierras, ha sido señalada como el núcleo responsable de la parálisis económica nacional.

Del otro lado existía un frente de intereses que proponían un país moderno, industrial, basado en la expansión de la demanda interna y que se disponía a utilizar la renta agraria para apuntalar a la industria nacional en sus pasos iniciales.

Los primeros, eran liberales. El mercado, librado a sus fuerzas, no haría más que confirmar nuestras ventajas comparativas estáticas y consolidar el país agrario. Braden fue el símbolo de este proyecto en las elecciones de 1946 pero detrás de él se alineaban fuerzas políticas y sociales reales. No se trataba de una batalla ideológica sino política, claro está. Allí estaban no sólo la Sociedad Rural de Buenos Aires sino también los antiguos partidos vinculados al régimen en quiebra: los conservadores, los radicales herederos del anti personalismo, los socialistas, los comunistas.

A Perón lo apoyaron los obreros industriales, que vislumbraban un nuevo país, el pobrerío del interior, un sector de los débiles industriales nacionales, las clases medias empobrecidas, los peones rurales. Desde aquí se promovía la existencia de un estado fuerte, porque era necesario torcer el rumbo "natural" de la economía argentina, que nos condenaba a un destino puramente agrario. Era una batalla política entre el status quo y el progreso histórico.

Qué es un estado fuerte

Afirmar que el Estado debe intervenir en la economía, no dice absolutamente nada. Decir que el Estado debe ser "fuerte", tampoco. Lo que nos corresponde hacer a los argentinos de hoy es, en todo caso, definir qué entendemos por un estado fuerte y qué creemos que debe hacer el estado para que el país crezca, para que sus trabajadores mejoren su situación social y para que la distribución del ingreso sea la mejor en beneficio de todos.

El estado de los años de Alfonsín, era grande, abarcador, extenso. Pero no fuerte. Quedó demostrado que no pudo controlar las principales variables de la economía. No pudo contener la inflación, no pudo siquiera tener un presupuesto, no pudo regular, salvo por breves períodos, el precio de la moneda extranjera, no pudo establecer un programa de crecimiento. Además no pudo hacer que las empresas públicas fueran eficientes. ¿Hace falta recordar que una línea telefónica podía tardar veinte años en ser provista? ¿Es eso un estado fuerte?

En cambio, tras la Reforma del Estado implementada durante los años noventa, el estado recobró fuerza: pudo detener la inflación, pudo recaudar impuestos, pudo ofrecer a los argentinos servicios públicos eficientes.

Pero hay algo más, y es lo más importante.

Desde el campo "nacional y popular" siempre se ha criticado al liberalismo argentino por su carácter desindustrializante, porque cada vez que ejercía el poder desmantelaba la industria y volcaba todo su esfuerzo en promover las exportaciones agropecuarias. Para este modelo de país, decíamos, sobraban 20 millones de argentinos, pues la producción agraria se caracterizaba por su baja absorción de mano de obra.

Al nacionalismo inercial, Menem les ha planteado un grave problema: durante su gobierno de diez años, la economía creció un 50% y la industria, un porcentaje similar. La producción automotriz pasó de 90.000 a 400.000 vehículos anuales y hubo un boom de consumo popular estimulado por el restablecimiento del crédito, producto de la eliminación de la inflación. Durante esos años, el país quebró una larga racha de años sin crecimiento o con bajas tasas de incremento del PBI.

Este dato es esencial pero no ha sido incorporado al análisis por parte de los exponentes del nacionalismo inercial. Muchos de los críticos de las reformas económicas de los noventa, recién recobraron su voz luego de que estalló la crisis de 2001. Pero antes de eso, avanzado incluso los años noventa, reconocían muchos de los logros económicos de la década aunque realizaban críticas parciales (extranjerización de la economía, mala distribución del ingreso, crecimiento de la desocupación, etc.). Pero todos reconocían explícitamente, los éxitos logrados contra la inflación y en materia de crecimiento económico, algo que después, obviamente, dejaron de hacer.

Todos los éxitos de los noventa quedaron olvidados al estallar la convertibilidad en 2001. Aunque gobernaba Fernando de la Rúa, todos volvieron sus ojos hacia el gobierno anterior y "descubrieron" entonces que los argentinos habíamos vivido engañados, que se trató de una "segunda década infame".
Una actitud más honesta y laboriosa hubiese sido razonar por qué, durante esos años, el PBI argentino creció a tasas siderales. Pero puestos a elegir, resolvieron continuar adheridos al antiguo esquema de "nacionalismo" versus "liberalismo" y adjudicaron el estallido al programa que permitió que Argentina abandonara la parálisis y reorientara su economía hacia el progreso.

La justicia social, el empleo, la miseria

Los intelectuales progresistas de CARTA ABIERTA enfatizan su posición a favor de los pobres, su búsqueda de una mejor distribución del ingreso, de bajos niveles de desempleo.
Y eso está muy bien. Pero con sólo decirlo no avanzamos nada.

Una mejor distribución del ingreso no es algo que pueda lograrse en poco tiempo. Requiere, en primer lugar, crecimiento económico. Y aún con este dato a la vista, no está garantizada. Eso puede verse con el gobierno actual, que ha gobernado en condiciones excepcionalmente beneficiosas para el país, sin embargo no ha tenido logros en materia de combate a la miseria, ni mejoras en la distribución del ingreso.

Los años noventa fueron un tiempo en que la economía argentina incorporó tecnología en todas sus áreas. A diferencia de otras épocas, el aumento del producto bruto no significó una disminución de la tasa de desocupación. La producción automotriz se multiplicó por cuatro con sólo el diez por ciento de personal adicional.

Se trata de uno de los desafíos más importantes de la época. No han sido pocos los economistas y pensadores que han estudiado el fenómeno. Pueden leerse con beneficio los libros de Jeremy Rifkin (El fin del trabajo) y de la francesa Viviane Forrester (El horror económico). La incorporación de tecnología supone la resignación de puestos laborales. Esto ha sido siempre así pero en estos años se ha planteado en forma dramática. La imprescindible incorporación de tecnología constituye uno de los grandes desafíos de la época pues, al menos inicialmente, impacta sobre la tasa de desempleo. En su último libro (El Capitalismo periférico, 1981), Raúl Prebisch se ocupa del problema y concluye que la nueva realidad creada por la innovación tecnológica, genera diversidad de nuevos empleos que sustituyen a los anteriores, generados por el nivel anterior.

El combate contra la miseria, la desocupación y la lucha por una mejor distribución del ingreso sólo es posible en un país que consolida su crecimiento, que difunde los frutos del avance tecnológico y del trabajo de sus habitantes. El estancamiento económico sólo distribuye la miseria.

Al comenzar los años noventa se había llegado a una situación límite en otro aspecto: las empresas públicas, los organismos del estado, las administraciones provinciales estaban cargadas de personal de baja productividad. El Estado oficiaba como un seguro de desempleo con una pesada carga sobre el presupuesto. La Reforma del Estado incluyó necesariamente un reordenamiento del empleo público con la implementación de retiros voluntarios. Esto, por supuesto, incrementó el índice de desempleo pero su aumento es más numérico que real. De todos modos, la situación previa era insostenible y no podía prolongarse mucho más en el tiempo sin un estallido.

Una de las grandes contribuciones que puede hacer un gobierno para mejorar la distribución del ingreso consiste en detener la inflación. Aquella frase de Perón acerca de la escalera y el ascensor tiene completa validez. La inflación destruye los ingresos de los asalariados y genera un clima de incertidumbre económica que siempre conspira contra una distribución más equitativa del ingreso. Un horizonte de estabilidad significa también el renacimiento del crédito a tasas accesibles y esto supone siempre mayor consumo para los sectores más postergados de la población. Hoy el crédito para vivienda es inexistente porque el programa en curso está haciendo agua en uno de sus pilares fundamentales: la estabilidad. Existe la presunción de que, más tarde o más temprano, el tipo de cambio sufrirá un ajuste importante y, en esa situación, el crédito a largo plaza desaparece.

Cierto es que el combate de la miseria y la lucha por una distribución del ingreso más equitativa no es un tema que pueda tener una solución durante uno o dos mandatos presidenciales. Requiere de políticas de estado que los sucesivos gobiernos, de uno u otro signo político, mantengan durante plazos prolongados. Un país que crece supone la generación de nuevos negocios y empresas que nacen, se desarrollan y se consolidan, que generan empleo en forma permanente y construyen una dinámica de crecimiento sólido. Cargar los presupuestos provinciales de empleados públicos de baja productividad no soluciona el problema de un modo consistente. Los índices bajan pero el problema sigue latente para los gobiernos que vienen.

Antes del impacto de la tecnología, todo aumento del PBI suponía, en paralelo, un aumento importante del empleo y una reducción de los índices de desocupación. Pero ahora el PBI aumenta sin arrastrar demasiado la ocupación. Es un desafío del tiempo que vivimos.

La crisis del campo

El nacionalismo económico cuarentista, en su inercia ideológica, continúa chapoteando en un pantano del que no puede salir si no analiza con mente abierta los cambios ocurridos en el país y en el mundo desde la posguerra, fecha en que fue elaborado el paradigma ideológico que se empecina en sostener.

Esto se ve con claridad en el problema del campo. Con intención, el progresismo plantea que la discusión estaba centrada en una discusión técnica: de un lado los partidarios de las retenciones móviles, del otro la oligarquía tradicional, mezquina, neoliberal, opuesta a una justa distribución del ingreso. Hay que elegir entre el pueblo y la oligarquía. Entre los pobres y los poderosos. Pero el sector agropecuario argentino ha cambiado, y mucho, en las últimas décadas y ya no puede encasillarse en aquel esquema perimido.

Como ya señalamos, el proyecto agrario de país tuvo cincuenta años de gloria que comenzaron hacia 1880 y que sufrió un fuerte impacto con la crisis de 1930, el proteccionismo británico, la reagrarización de Europa, su determinación de subsidiar los alimentos. En esa fecha, el poder económico vinculado al país agrario desplazó a Yrigoyen del poder y abandonó su liberalismo tradicional, ya inútil para los nuevos tiempos de crisis mundial. Introdujo un fuerte intervencionismo estatal en defensa de su proyecto político y económico. Pero su proyecto sólo podía sostenerse con el fraude electoral. Muy a su pesar, y con el amparo de la crisis mundial nació una industria nacional para abastecer parcialmente al mercado interno, una débil industria liviana surgida a partir de la inevitable protección arancelaria que buscaba equilibrar las cuentas externas.

El proyecto industrial que surge en 1943 desde el estado fundaba su crítica a la oligarquía en su improductividad, en la carencia de inversión para promover el desarrollo agrario, en el despilfarro de la potencia productiva del agro argentino. Se trataba de una clase social que carecía de los reflejos capitalistas pues no reaccionaba con mayor producción ante el estímulo de mejores precios.

Pero mucha agua ha corrido desde entonces. Por de pronto, Perón congeló los arrendamientos rurales y, con la inflación, los precios de los alquileres de campos se volvieron irrisorios. Esto obligó a muchos terratenientes a vender parte de sus tierras a sus arrendatarios, con lo cual se expandió una clase de pequeños y medianos productores hasta ese momento inexistente. También las leyes sucesorias obraron en el mismo sentido a lo largo de varias décadas.

Pero además de ello, todo el campo argentino introdujo importantes mejoras técnicas que lo ubicaron en la cúspide mundial de la eficiencia y la productividad. La siembra directa, la maquinaria agraria, fertilizantes, herbicidas, modificaciones genéticas, introducción de nuevas variedades, trabajo científico de la tierra, riego, etc. hicieron que pasaran al olvido los señalamientos de improductividad y comportamiento rentístico con que tradicionalmente se ha impugnado al sector agrario argentino. La vieja oligarquía parasitaria y despilfarradora ya no existe. Su lugar es ocupado ahora por nuevos modelos de organización rural entre los que se destacan los pooles de siembra. El apellido Anchorena ya no es representativo del campo argentino. Ahora se habla de Grobocopatel.

Pero ha cambiado algo más. Da la impresión que la teoría cepalina acerca del "deterioro de los términos del intercambio" debería tomarse un descanso. Esa idea enfatizaba sobre la necesidad de poner proa a la industrialización en tanto las exportaciones agrarias estaban sometidas a una caída permanente de sus precios relativos respecto de los productos industriales, en su mayoría importados. La irrupción de China e India ha invertido la tendencia de los precios. Y el campo se ha transformado, en este momento, en un factor clave para cualquier programa de crecimiento integral del país.

Todos, incluso el propio sector