El 12 de junio de 1974 el General se dirigió por última vez a los militantes reunidos en la Plaza de Mayo y los que allí estuvimos pudimos percibir, quizá por la urgencia e improvisación de la convocatoria, la singularidad afectiva del mensaje. El tono era de una calma y una intimidad inusual y, sin que lo supiéramos en ese momento, una despedida. Nos pedía compromiso y vigilancia; se llevaba con él “la música maravillosa” del pueblo argentino. Nos dejaba, además de la partitura para que no desafináramos, una orden no escrita de seguir escuchando la palabra de los compatriotas y también la clave para regocijarnos en su música. Muerto el General, el peronismo no ha sido otra cosa que la memoria de ese aprendizaje y la práctica cotidiana de una creatividad aplicada al adecuado acompañamiento del pueblo. A los dirigentes formados dentro de aquella visión peronista de la Argentina y de los argentinos, expresada además en la muy nacional, original y amplia filosofía política del justicialismo, hoy sólo se les reclama fidelidad a este específico legado de lealtad al pueblo.
Si para el General, durante los años revolucionarios, el PJ sólo era un instrumento electoral del movimientismo, para los que quedamos, y a treinta cuatro años de su muerte, el PJ es el instrumento institucional de una doctrina política que, como conjunto de normas y valores, no tiene ataduras ideológicas sino objetivos. Por eso el actual PJ, antidemocrático, autoritario y excluyente, debe ser restituido a las normas y valores que le dieron origen y debe entonces ser democrático, justo e integrador. Como el movimiento peronista históricamente sustituyó a la izquierda progresista, creando un progreso real en las clases trabajadoras y como además reemplazó a la antigua elite oligárquica en el ejercicio del poder, es impensable un PJ respetuoso de su lugar en la historia, que no absorba a aquellos que vino a reemplazar. El PJ institucionalizado tiene que albergar, además de a los peronistas ortodoxos, a las corrientes de izquierda que convergieron en el peronismo y a las corrientes liberales que, después de Perón, no tuvieron otro destino que el mismo peronismo.
El poder de los Kirchner en el PJ está en declive al igual que su poder en el país pero algunos temen aún que se queden en el PJ y en el Ejecutivo para siempre, si consiguen doblegar el Poder Judicial. Como alternativa a esta posibilidad, se ha hablado en los últimos días acerca de la creación de nuevos partidos, como el Partido Agrario o el Partido Unión y Dignidad, propulsados por peronistas excluidos del PJ actualmente usurpado. Otras estrategias han sido la reciente negociación de Reutemann con Kirchner para ganar de todos modos, disimulando una derrota ostensible del kirchnerismo, en las próximas elecciones de julio en Santa Fé, y también el anunciado regreso de Duhalde a la lucha partidaria para recuperar sus dirigentes robados por los Kirchner. Nos preguntamos entonces si la estrategia de un peronismo libre y creativo pasa por aceptar la exclusión y hacer rancho aparte o, por el contrario, por no perder ocasión para tomar posición de las porciones del PJ que le corresponden, por legítima herencia. Como la última década política en el PJ ha sido la de las exclusiones y la de la formación de partidos propios por todas y cada una de las minorías, quizá haya llegado el momento del movimiento inverso hacia la inclusión de todos en un gran PJ, asegurando la coexistencia democrática con elecciones libres. Los Kirchner expresarían así la última experiencia de exclusión y el peronismo libre encarnaría la superación de esta etapa, el comienzo de la inclusión de todas las minorías en su lugar de pertenencia original y la consiguiente definitiva institucionalización del PJ.
Llegó entonces la hora de que los grupos libres peronistas excluidos del PJ, marquen para ocuparlo su lugar en el conjunto, presionando en la justicia y, sobre todo, en la opinión pública a través de una persistente comunicación. Muchos grupos, definidos no por su ideología sino por su exclusión del PJ usurpado, darán vida así al inmenso espacio comunitario real del peronismo que va desde los seguidores de Pino Solanas a los cavallistas, pasando por los duhaldistas, los menemistas y por todos los nuevos pichones de águila que ya asoman la cabeza para representar a los argentinos. Ese último movimiento, el de la asociación en el espacio público de los grupos peronistas libres, será el que logre la definitiva institucionalización de un PJ que precisa ser tan justo, libre y soberano como quiere la doctrina.
Este movimiento no precisa en este momento coincidencias ideológicas, porque para eso estarán después las internas, sino un claro sentido de afinación con la maravillosa música del pueblo. Socialistas, ortodoxos o liberales, los peronistas honestamente comprometidos con el legado de Perón se reconocen en su permanente esfuerzo por dar en la tecla, para que siga la música.
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