Muchos dirigentes peronistas parecen haberse cansado ya de lo que suponen una batalla perdida: elecciones democráticas en el Partido Justicialista antes de las elecciones de 2009. Hay ya muchos partidos en formación, de modo de no perder la chance electoral por la injusticia de la justicia electoral, que sigue dando la razón a Néstor Kirchner en su arbitraria posesión de un partido que sólo pertenece a los afiliados peronistas en particular y a la comunidad argentina en general.
No importa si la comunidad es peronista en su mayoría o si no lo es. El caso es que el Partido Justicialista es una institución y que como toda institución debe funcionar de acuerdo a la ley. La comunidad debe hacer suya esta causa, por la misma razón que debe exigir el cumplimiento de las leyes en todos los órdenes y frenar el uso y abuso de las instituciones públicas por parte de los malos políticos y peores funcionarios.
La comunidad peronista, en cambio, no puede renunciar tan fácilmente a reivindicar lo que ha quedado como legado institucional del General Perón. Hay razones políticas, de defensa de la institución que Perón creó como el instrumento electoral de su movimiento, y razones culturales, las de defender en un país que no es capaz de conservar lo más valioso de su patrimonio, un partido histórico con un nombre que expresa la única creación política argentina original, el justicialismo.
La generación formada desde la infancia por Perón para entronizarla como la primera elite democrática de la nueva era argentina no ha cumplido aún su misión. Esta no es la de desgajarse en una miríada de formaciones políticas personalistas sino la de ocupar y resguardar la institución heredada. En una época en la cual cuesta establecer lazos productivos con el pasado político, esta misión conservadora es de vital importancia para la Nación. Lo mismo puede decirse del Partido Radical, sometido a una idéntica extenuación histórica y necesitado de ser revalidado en su tradición.
Es verdad que bajo el ala invisible del movimiento peronista ha nacido una voluntad de liderazgo en Mauricio Macri, con la sigla del PRO, y que en singular correspondencia, bajo el ala invisible del radicalismo, se ha desarrollado Elisa Carrió, bajo el nombre de Coalición Cívica. El bipartidismo continua siendo una clara tendencia de los argentinos, y ha buscado su cauce más allá de las estructuras madres del PJ y del PR, corrompidas por dirigentes antidemocráticos.
No hay que confundirse, sin embargo, y creer que el camino hacia delante pasa por dos nuevos partidos. Esa piedra en el camino que son los Kirchner, a la vez en el partido y en el gobierno, lo van a impedir: con ellos, siempre se tratará de la competencia entre tres y nunca entre dos. Por esta razón pragmática, además de las otras mencionadas y que hacen más al sentimiento y a la responsabilidad personal, valdría la pena revisar el abandono prematuro del PJ. También a los radicales les conviene un PJ democratizado. Sólo ganaran si enfrentan a uno y no a dos. Ni que decir que a Mauricio Macri le conviene lo mismo.
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