Terminada la vergonzosa votación de la ley de medios en el Senado, con la sumisión irresponsable de muchos senadores a las pretensiones manifiestamente anticonstitucionales del Poder Ejecutivo, la guerra contra éste continúa. Sin duda, con la misma intensidad con que este Poder ataca al pueblo al que debería expresar. Las armas de esta guerra despareja, en la cual el Poder Ejecutivo cuenta aún con su mayoría caduca, sólo pueden ser las de la política más refinada. ¿Cómo oponerse si no, sin el mayor de los ingenios y la más firme de las voluntades, a la violencia y prepotencia de los métodos de un Ejecutivo inescrupuloso?
De todas las oposiciones, la que más debe esmerarse es la interna en el Partido Justicialista. Esto, en especial, en vísperas de que sea presentada en el Congreso la Ley de Reforma Política, amañada para servir también a los intereses totalitarios y oligárquicos del actual minúsculo grupo gobernante que, a pesar, de lo reducido, mantiene en jaque a la Nación. Con el reingreso de Duhalde a la lucha por la reorganización democrática del PJ, son varios ya los que están en condiciones de acelerar y controlar ese proceso. Ante los atropellos del Ejecutivo, se debería también contar con una renovada conciencia y participación en este tema del hasta ahora dormido y prescindente Poder Judicial. Los Kirchner, si bien controlan aún los botones del Poder Ejecutivo y, por dos meses más, la mayoría en ambas cámaras, no controlan del todo el Poder Judicial y, por cierto, mucho menos al gran conjunto del justicialismo, donde además de Duhalde, están los Rodríguez Sáa, Carlos Reutemann, Juan Carlos Romero, Felipe Solá, Ramón Puerta, José Manuel de la Sota, Carlos Menem, las figuras bisagra de Francisco de Narváez y Domingo Cavallo, y el gran aliado Mauricio Macri. Diferentes líneas internas de un espacio común, seguramente también diferentes equipos y diferentes propuestas, también diferentes aspiraciones, presidenciales o no, pero todos con una fuerte identidad común: antikirchneristas por convicción, habitantes del mismo espacio político abierto por Perón y nítidamente diferenciado del radicalismo (el otro gran partido) y republicanos y democráticos a rajatabla, aún debiendo pedir perdón por un pasado quizá menos lúcido. Alta política es mantener esa unión en conciencia de que se está combatiendo por la expresión de todos y de cada uno en ese espacio común, y por el derecho de los afiliados y del pueblo en general, a elegir entre todos ellos al que mejor los exprese en un momento dado.
Se trata de seguir una regla clara y compartida por todos. Antes que la loable “Moncloa” del bipartidismo, hay que hacer la Moncloa de TODOS los candidatos del PJ y crear una mesa común, capaz de atender a lo primero: sacar el PJ de las manos de los Kirchner y devolverlo a los argentinos.
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