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Panorama político nacional de los últimos siete días

¿Monarquía o Poliarquía?

por Jorge Raventos

El domingo 7 de junio, tres semanas antes de los comicios, el diario La Nación publicó una encuesta de la firma Poliarquía (una de las más acreditadas del mercado) según la cual el llamado “Properonismo” -la reunión de justicialistas disidentes, independientes y seguidores bonaerenses de Mauricio Macri- con Francisco de Narváez y Felipe Solá a la cabeza, estaba superando en la provincia de Buenos Aires al Frente por la Victoria, de Néstor Kirchner. Una singularidad del estudio reside en que se trataba del primero de ese tipo que registraba una derrota de Kirchner. Otro rasgo excepcional: el estudio de Poliarquía no fue solicitado ni por el gobierno, ni por el oficialismo o alguna otra fuerza política, sino por el propio diario La Nación; se trata, pues, de un trabajo de independencia política garantizada.

Empate técnico

En rigor, la ventaja que la encuesta le adjudicaba a De Narváez (3,10 puntos) era mínima, de apenas una décima por encima del margen de error muestral que manejan las consultoras de opinión pública, de modo que sería casi más preciso definir el cuadro resultante como de “empate técnico”. Después de esa, se conoció otra encuesta, de la firma Opinión Autorizada, que esta vez le asigna los 3 puntos de ventaja a Kirchner.
En cualquier caso, las cifras de Poliarquía determinaron un estado de creciente nerviosismo en Olivos. Y también en la cúpula del Acuerdo Cívico y Social, la alianza que reúne a radicales, socialistas y seguidores de Elisa Carrió. Sucede que lo que ese “empate técnico” estaba revelando –más allá de quién estuviera unos centímetros delante de quién- era un escenario de polarización, el horizonte que tanto el kirchnerismo como el Acuerdo se han esforzado en evitar.
Para la estrategia oficialista la consigna dominante ha sido la clásica: divide et impera. El negocio de Kirchner consistía desde el primer momento en alentar una distribución pareja de los votos de las mayores fuerzas opositoras (el peronismo disidente y el Acuerdo), de modo de sacar ventaja de esa división. Aunque durante varias semanas desde Olivos se hizo lo posible para inflar las velas de la boleta que en la provincia encabeza Margarita Stolbizer (las encuestas encargadas por el kirchnerismo parecían anunciar el éxito de la maniobra) , la encuesta de Poliarquía vino a mostrar que el voto anti-K tiende a canalizarse a través de la boleta de De Narváez y que el Acuerdo panradical queda rezagado, unos 15 puntos por detrás de los competidores principales, aunque con una muy buena performance en el interior bonaerense.

Tal vez el síntoma más vehemente de que la muestra encargada por La Nación pegaba muy cerca del blanco sea este: De Narváez mantuvo sin cambios la línea de acción de su campaña; en cambio, tanto Kirchner como el Acuerdo modificaron sus enfoques de modo significativo.

La polarización

El huésped de la Residencia de Olivos pareció resignarse a la polarización y encabezó una línea de ataque personal contra el candidato del Properonismo, montada sobre las extemporáneas actuaciones que contra el mismo (citándolo a indagatoria) lanzó el juez Federico Faggionato Márquez, un magistrado que sobrelleva misteriosamente 36 causas en su contra y que depende plenamente de la indulgencia del Consejo de la Magistratura (lo que es lo mismo: de las espadas oficialistas que dominan en ese cuerpo, Carlos Kunkel y Diana Conti).

La operación judicial, sumada a la ofensiva de Kirchner en el mismo sentido, operó como un refuerzo de la tendencia polarizadora. Varios hombres importantes del oficialismo hicieron saber su desacuerdo con una situación que parecía (así lo indicaron rápidamente las encuestas del mismo gobierno) favorecer a De Narváez. En La Plata se dejó oír la voz de José Scioli, hermano del gobernador: “"Independientemente de cualquier candidato, sea del color político que sea, a escasos días de la elección decisiones de esta naturaleza no ayudan. No es útil en este momento y no le hace bien al proceso electoral". Es cierto que, unas horas después, el gobernador recordó que “nadie habla por mí”; no lo es menos que, con su estilo prudente, Daniel Scioli evitó sumarse a la táctica del acoso político-judicial a De Narváez. El ministro Julio De Vido, que ya había discrepado con Kirchner en torno a los choques con el sector empresario, también se diferenció en este punto. Lo propio hizo Sergio Massa. Desde fuera del gobierno, Alberto Fernández, antiguo socio principal del emprendimiento K, disparó: “La citación por momentos me parece que es más útil a De Narváez que al mismo Gobierno, a quien le atribuyen haber sido parte de esta operación. Es innecesario, inútil y una mala práctica".

Oposiciones y decepciones

En la trinchera del Acuerdo, los malos pasos parecieron estar inducidos tanto por la decepción ante las cifras registradas por Poliarquía como por cierta desesperación ante ellas.

Razonablemente, en el conglomerado “panradical” se alentaba la esperanza de eludir una polarización que los dejara marginados. Eduardo Fidanza, uno de los directivos de la consultora Poliarquía escribía esta semana que “el tablero electoral (…)puede dividirse en cuatro grandes casilleros, que resultan de la intersección de dos ejes imaginarios: uno oscila entre el kirchnerismo y el no kirchnerismo; el otro, entre el peronismo y el no peronismo. Bautizaremos a cada uno de estos cuatro espacios con nombres cacofónicos: kirchnerismo peronista, kirchnerismo no peronista, peronismo no kirchnerista y no peronismo no kirchnerista.” Para Fidanza, “en este contexto, son posibles dos recuentos de fuerzas en el tablero electoral. Depende de la lectura que se haga de él. Si se lo enfoca considerando la distribución de votos entre oficialismo y oposición, resulta que el Gobierno reúne aproximadamente el 35% y la oposición, el 65%. Si se lo aprecia, en cambio, considerando la distinción entre peronismo y no peronismo, se observa que el peronismo aglutina al 65%, mientras que el no peronismo alcanza al 35%”. Con dos tercios de opositores a Kirchner sobre el escenario, serían muchos los decepcionados si, en virtud de la fractura entre los no kirchneristas bonaerenses, el esposo de la Presidente terminara saliendo primero.

Ahora bien, puesto que un muy amplio espectro de la sociedad toma al peronismo disidente como una manifestación legítima de oposición y alternativa a Kirchner y su “modelo”, no parece demasiado conducente la idea del Acuerdo de vender que “son lo mismo” y atacarlos en bloque como si realmente fueran un fenómeno unívoco. La suma que hace Carrió en función del eje peronismo-no peronismo no autoriza a sacar conclusiones sobre el otro eje. Una dirigente aguda y formada como Elisa Carrió, que es quien más anima esas interpretaciones poco tolerantes, no ha de ignorar aquella célebre frase de un poeta francés que Bartolomé Mitre le recordó a Roca en 1901: “En democracia, cuando todo el mundo se equivoca, todo el mundo tiene razón”.

El vicepresidente Julio Cobos, convencido de que Francisco De Narváez –candidato de una fuerza política que no es la suya- está siendo “víctima de una campaña”, lo recibió en su despacho del Senado y permitió que la prensa difundiera la reunión. Los dirigentes del Acuerdo se lanzaron contra él. Probablemente es otra equivocación, que tendrá costos. Lo acusó Margarita Stolbizer: "La foto que Cobos no se sacó con Mario Barbieri (un candidato de la lista del Acuerdo que es amigo político del vicepresidente), se la sacó con De Narváez". La experimentada dirigente equipara en este caso un acto en el que el Cobos actuó en su función institucional como vicepresidente treatando de paliar una injusticia, con otro en el que lo que ella le reclama retroactivamente es que omitiera actuar como líder de una facción bonaerense. Es probable que al cuestionarlo de ese modo, Stolbizer lejos de disminuir la figura de Cobos, le esté agregando méritos. “Yo voy a seguir recibiendo a todos los políticos y a los argentinos en general, conforme a los atributos que tiene el vicepresidente”, se plantó el mendocino.

Sombras sobre el voto

Desde Santa Fe, otro dirigente que acredita prestigio social –Carlos Reutemann- criticó como Cobos la operación político-judicial contra Francisco de Narváez: "El juez lo podría haber citado tres meses antes o 15 días después de las elecciones. Tiene una connotación política enorme al tratarse de un candidato que está con buenas posibilidades”. Y agregó Reutemann: “De todas maneras tengo la sensación de que la provincia de Buenos Aires es un mundo muy especial. El segundo cordón es un tema muy importante, hay que tener 36 mil fiscales. Que nadie se duerma en la madrugada...". El referente del peronismo santafesino aludió así a otra de las sombras que se proyectan sobre los comicios bonaerenses: la del fraude determinado por una fiscalización imperfecta por parte de la oposición. La Junta Electoral Nacional de la provincia de Buenos Aires no hizo más sencilla la tarea de los opositores. Esta semana ese cuerpo aceptó parcialmente una propuesta del vicegobernador Alberto Balestrini y redujo de 390 a 350 la cantidad de electores para cada mesa. Esto supone que habrá más mesas: se agregarán 3600 mesas de votación, es decir que se requerirán otros 3.600 fiscales. En total habrá 30.792 mesas habilitadas.

El cuadro amplio

Si el gobierno parece haber fracasado en evitar la polarización bonaerense, puede al menos acreditarse un logro: la opinión pública parece todavía centrar el significado de los comicios del domingo 28 en el resultado de la elección de la Provincia, que es lo que Kirchner desea para hacer olvidar que sus fuerzas perderán seguro en todos los grandes distritos y que, tras el escrutinio, el oficialismo perderá la mayoría en el próximo Congreso. Kirchner está jugando todo lo que le resta en el territorio bonaerense. Confía en que un resultado moderadamente positivo para su fuerza en el mayor distrito del país le pueda garantizar una extensión de su dominio sobre el Partido Justicialista.

Allí, sin embargo, ya se observan los síntomas de revuelta contra la monarquía del santacruceña. Ya son muchos los que plantean la necesidad de “armar una mesa” en la que estén presentes las jefaturas territoriales para discutir qué hacer de aquí en adelante.

Parece que en ese terreno también la poliarquía le dará dolores de cabeza al Señor de Olivos.

1 comentario:

David Herrera dijo...

Uno no pude sustraerse del análisis temporal y la mirada holográfica corta de la política argentina. Siempre lo vi asi. Pero desde no hace tanto, comencé a balancear mis pensamientos en una mirada mas pacifica, mas histórica y proyectada en el tiempo.
Fines del siglo 19 y primeras décadas del siglo 20 marcaron un gran desarrollo económico del país, colocándonos en los privilegiados lugares de mayor potencialidad de crecimiento en el mundo. La postergación social era un fenómeno en el mundo, conformando una asignatura pendiente hacia mitad del siglo 20.
El Peronismo en la Argentina fue el mandatario y emergente necesario para instalar la necesidad de la justicia social pendiente. En todo el siglo 20 hubo anarquistas que bombardearon una y otra forma de evolución económico social.
E Argentina, quienes vulneraron los gobiernos republicanos o democráticos fueron las clases que atentaron contra la autoridad o gobierno democraticos. No fueron los pobres, no fueron los obreros; ellos nunca serian anarquistas. Eso lo sabe el buen empleador.
Pero desde un análisis histórico que estoy intentando pensar, en el siglo 20 hubo una suerte de antinomia entre desarrolladores del país a través del crecimiento económico (en general representando a las clases económicamente pudientes e intelectualmente mas cautivadas por un pensamiento de inserción internacional) y defensores de la no postergación de los derechos sociales (en general representantes de clases bajas y otras intelectualmente definidas como antiliberales)
Un hecho no menor es que en estos sectores se escondían subsectores que parasitaban y otros que solo buscan mantener estadios feudales para su conveniencia económica y sectorial, sin ningún escrúpulo para rapiñar.
Allí estaban dentro de las organizaciones (sindicatos, politicas empleados del estado, empresarios, agricultores, intelectuales, judiciales) algunas subcorporaciones, que como diría un refrán popular, nunca probaron con la pala. Agarremos nosotros que no hay para todos, es su frase favorita.
Repasando la historia reciente, hubo un solo momento en la política real, que los dos sectores más preponderantes del siglo 20, realizaron una alianza para el crecimiento económico y social. Los noventa. El supuesto populismo peronista y el supuesto liberalismo minoritario y autista, dejaron preconceptos y armaron un acuerdo. Hubo de haber previamente un sinceramiento de realidad económica (desocupación encubierta, hiperinflación y atraso tecnologico), hubo que mandar al ropero a los militares, hubo que mandar a sindicatos a los gremialistas que querían dirigir la política, hubo que desprender de la manguera del estado los autos de empresarios picaros. Hubo que dejar de coquetear con quienes manejaba códigos atómicos de guerra ajena. Todo en contexto económico nacional e internacional desfavorable. Asi se hizo
Ese acuerdo entre las formas de pensar el crecimiento y la equidad social, no pudo profundizarse ni pudo sostenerse en el tiempo y volvieron los de antes. Unos volvieron a hablar de la barbarie, de los vagos, de los politicos corruptos y los cabecitas negras y otros de los ladrones que se enriquecen a costa de sudor y del hambre del pueblo. Volvieron a esconderse en el rotulo de liberales y/ o progresistas. En realidad son conservadores del status quo del siglo 20 prenoventista. (piqueteros incluidos)
Ahora lo estoy entendiendo mejor.
Es necesario recrear aquella alianza que salga directo a buscar el desarrollo económico y la inserción en el mundo. Hacerlo con enormes ambulancias que sostengan la educación, la salud, la alimentación y el desarrollo intelectual de nuevas y muchas generaciones precarizadas. Sin intermediarios que cobren peaje.
El próximo gobierno argentino debe representar aquella síntesis de los noventa. Y corregir lo mal hecho. A ellos debemos empezar a elegir y sostener.