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Opinión

ORTODOXIA Y ORTOPRAXIS Y EL DESVELO DE LOS AÑORANTES

Movimiento nacional, vaciamiento ideológico y resurgimiento de antiguas estructuras imposibles otrora es el rompecabezas para armar de una Argentina controvertida y desgobernada. ¿Dónde está el peronismo?

Por Juan Carlos Sánchez

Los ortodoxos nacionales son considerados nostálgicos por los librepensadores de signo opuesto. La ortodoxia del nacionalismo argentino se nutre de paradigmas intocables: San Marín, Rosas, Yrigoyen y Perón. Cuatro muertos y hay muchos más que como ellos están vivos en la historia. Algunos son negados, otros respetados a regañadientes, todos imposibles de ignorar; he aquí el secreto de la identidad buscada por los argentinos, algo así como la piedra filosofal capaz de cambiar el plomo que nos sumerge en el oro de la “Argentina Potencia” y que nada tiene que ver con las reservas monetarias: La inevitabilidad de estos arquetipos al momento del debate.

Rompiendo con su hermana la poesía, la historia requiere para la trascendencia mucho más que tener un hijo, plantar un árbol y escribir un libro, exige la capacidad de entusiasmar y de generar estados de ánimo conflictivos. Se llama mística y tiene liturgia propia.

Una experiencia que no se completó fue el “Altar de la Patria” soñado por López Rega y definido como la síntesis de lo que somos realmente los argentinos. Era de esperar, Lopecito es mala palabra. Quien hizo un acercamiento profundo y caro al sentimiento nacional desde una parcialidad de esa perspectiva fue Carlos Menem cuando trajo de Inglaterra los restos del Brig. Gral. D. Juan Manuel de Rosas, se animó hasta allí. En realidad el concepto (que dio origen al proyecto del “Altar”) fue del Gral. Perón y no de su frustrado ejecutor, secretario y Ministro de Acción Social. Basta leer los discursos últimos del General y su “Modelo Argentino para el Proyecto Nacional” con fuente doctrinaria en “La Comunidad Organizada” para comprenderlo en su real dimensión.

La identidad de una familia (la nacional en este caso) no se realiza desde los prohombres (ni las promujeres) aceptados unánimemente sino desde el universo de los que viven en la memoria; no se logra ni ignorando a la abuela promiscua ni al tío que dormía la mona en el estaño, sería engañarse a sí mismo buscar las raíces en los santos y en los héroes solamente. Somos lo que somos desde el primer español que desembarcó en tierras del futuro Virreynato y del indio que lo recibió y de la india que se amancebó hasta Cristina incluida mal que nos pese la india o la Cristina o ambas.

Eso quiere decir que nos guste o disguste, el actual argentino -que soy y que eres- es consecuencia y no casualidad y menos una construcción artificial a partir de una selección por simpatía. Asumir lo que somos sería la solución a muchos desencuentros nacionales; simplificando, es reconocer a esa abuela y a ese tío a gusto o disgusto. Dante Quinterno desde el inolvidable Patoruzú coloca a nivel protagónico al Cnl Cañones, a Isidorito, a la Chacha, a Upa y hasta al caballo Pampero. Por cierto al indio en primer lugar. Diversidad en orden a la unidad que es lo más difícil de interiorizar desde los fundamentalismos.

Hasta aquí los ortodoxos. Los “ortoprácticos” posmodernos de la Argentina, siempre concediéndoles a propios y ajenos el privilegio de la honradez intelectual, se debaten entre el reconocimiento y la construcción a satisfacción del ser. Es que somos una nación nueva con un pueblo viejo que no siempre acepta a sus ancestros. Para algunos Roca fue un asesino y para otros lo fue Cafulcurá. Cosme Béccar Varela en un libro que recibió Cristina en la Redacción del diario explica la convivencia de los porteños con los invasores ingleses de la primera invasión desde la cortesía y hospitalidad natural de los españoles y criollos. Lo mismo hicimos con los indios aunque hay que reconocer algunos altibajos profundos. Los ingleses en los actuales EEUU de Norteamérica simplificaron todo masacrando a los indios. Los españoles tomaron manceba, tuvieron hijos y a su tiempo hubo que legislar para que los criollos (mestizos) no se adueñaran definitivamente de la administración del Virreynato.



En el siglo pasado nació una nueva fuente doctrinaria que dio surgimiento a generaciones de ortodoxos: El peronismo. Reiterando conceptos anteriores, fue y es aceptado o no pero nunca ignorado. Imposible, porque le cupo la mejor definición de la sociopolítica: “El subsuelo de la Patria sublevado...” según Scalabrini Ortiz.

En síntesis, aquello que existe y que no es visto ni reconocido pero sin lo cual la superficie tampoco existe o no es posible y que cuando emerge transforma todo. Lo visible -como lo esencial no visible a los ojos al decir del Principito- no es lo real siempre. Puede estar oculto a los ojos. Desde aquél subsuelo sublevado, ¿qué es lo visible del peronismo en la crisis K?





La ortodoxia



Los ortodoxos también llamados históricos del peronismo no reconocen sus ancestros en lo que se vio en la superficie del acto en el cual Néstor Carlos asumió la presidencia del pejotismo y tienen razón. Lo mismo sostenían los Kirchner en su campaña post crisis de principios de siglo.

Tampoco ven peronismo en el discurso ni en la praxis. Veamos algunas contradicciones profundas solamente a modo de ejemplo y sin que la enumeración sea definitiva:

El peronismo fue virtuosamente respetuoso de la vida humana, ansiaba poblar la Argentina y defendía la familia. El kirchnerismo no.
El peronismo miró hacia adentro en su especulación doctrinaria, el kirchnerismo hacia fuera.
El peronismo miró hacia el mundo, el kirchnerismo desde el mundo.
El peronismo respetó las tradiciones y las instituciones republicanas, el kirchnerismo todo lo contrario.
El peronismo procuró la dignificación de la persona por medio del trabajo, el kirchnerismo consolidó el clientelismo.
El peronismo intentó la unidad nacional desde sus postulados doctrinarios, el kirchnerismo gobierna desde la confrontación en beneficio de sus intereses.
Para el peronismo el movimiento obrero organizado es la columna vertebral del movimiento nacional, para el kirchnerismo un instrumento para el agobio social.
El peronismo creó para los necesitados la Fundación Eva Perón, el kirchnerismo motorizó los D’Elía y los Pérsico.


Y así podríamos dar otros ejemplos pero nunca serán suficientes pues las diferencias profundas no están en la superficie visible tal como arriba escribí sino en la médula de la cosa. Dos ejemplos:

Uno, al menospreciar la vida del niño por nacer desvaloriza la vida en su plenitud y hace que la dignidad con que debe ser vivida se minimice, es una provocativa forma de dominación a futuro, pensando en las generaciones venideras.

Otro, en una conversación un columnista de este diario me contaba que el hijo de Sergio Schoklender, el mimado de Hebe de Bonafini, se enorgullecía de que su papá construía casas para los pobres con piso de loza radiante. Le respondí que más que caliente en invierno le conviene al pobre aprender a vivir con calidez humana y que desde el odio (el que grita Hebe) mal puede aprenderlo.

Obviamente estas diferencias profundas escandalizan a los ortodoxos. ¿Qué sucede con los ortoprácticos?

La ortopraxis

“Por ortopraxis entendemos la recta práctica; hace alusión a las acciones y proyectos que inciden en la realidad y la transforman conforme a un ideal que se formula como lo mejor para todos. La ortopraxis implica la inserción en la realidad que se quiere transformar, la clarificación de valores que se quieren promover, la formulación de alternativas de vida que se desean afianzar, y la decisión de tácticas y estrategias que posibiliten alcanzar los objetivos propuestos.” Dice la nota de Diario7 a la que hace referencia el recuadro superior. Analicemos.

Recta práctica implica marcos éticos. [1]
Un ideal mejor para todos supone la búsqueda del bien común.[2]
Los valores que se quieren promover implican su existencia y que son considerados como esenciales para producir una transformación positiva.[3]
La decisión de tácticas y estrategias implica la existencia de programas de gobierno.[4]
Nada de esto es visible en el kirchnerismo. [1]No son visibles los marcos éticos. El INDEX, los fondos de Santa Cruz, la valija de Antonini y la reelección de Néstor Carlos en la persona de su esposa así lo demuestran.

[2] El bien común, considerado como el bien de todos y de cada uno de los ciudadanos, no es la exigencia que mueve al gobierno. Los intereses personales y la construcción del poder es lo que lo desvela.

[3] Ante la inexistencia de ese marco ético que arriba se menciona es poco posible encontrar valores vivenciados.

[4] El kirchnerismo trabaja sobre la coyuntura sin tácticas y estrategias salvo aquellas que apuntan a sus intereses familiares.

De este análisis simple surge la imposibilidad de que el kirchnerismo realice una revolución moral que respete la dignidad de la persona. De hecho aquellas personas que son motores sociales o actores temprano o tarde habrán de colisionar con el kirchnerismo o abandonarlo. Así sucede con el campo que votó la fórmula autosucesoria y a poco se levantó. Vamos al campo...

La crisis de la Argentina desgobernada

El campo es hoy un eufemismo porque no toda la protesta es solamente campesina en términos estrictos. La sociedad urbana del interior, del país federal lo acompaña. Algunos en los cortes y asambleas, muchos más en la esperanza de que obligue esta movida nacional a un cambio de rumbo del gobierno... o su caída. Es así de terminante y determinante.

El campo como corporación nunca se terminó de integrar al movimiento nacional pese a ser reservorio de las tradiciones. La puta oligarquía a la que se refiere tan generosamente Luis D’Elía sin acertar en la pedrada puede ser el pequeño grupo de rentistas del campo, no el conjunto de los protestantes. No se integró por intereses sectoriales, sí lo hicieron las poblaciones del interior, los trabajadores rurales, los empresarios, los profesionales, en fin, el resto del pueblo con lo que la oligarquía queda reducida a un pequeño grupo irrelevante que hoy no convoca si excluye a De Angeli y a sus similares. Pero el entrerriano no es un emergente casual sino programado. Su protagonismo es estudiado, trabajado por los medios capitalinos, detrás de él y de su carisma hay un proyecto, ¿quizá un partido político? Buzzi lo muestra con desenfado, es un político en campaña y esto es bueno, el campo debe encontrar un canal de participación cívica que excluya el piquete y los cortes o que estos sean la medida final y no la única posible. Tiempos ha esto era impensable, la puta oligarquía fue aniquilada políticamente junto al fraude patriótico y con la primera elección ganada por Perón. Pero algunas cosas han cambiado...



Nos acostumbramos a considerar pueblo al sector urbano, marginal, empleado industrial o clase media no tan independiente y ahora aparece el mismo pueblo con rostro gringo. ¿El mismo pueblo?

Considerado el pueblo como el excluido del beneficio de la praxis política no caben dudas de que sí en términos de nuestros tiempos como de aquellos previos a la justicia social. Porque aunque es pueblo el cliente urbano del conurbano de las grandes ciudades especialmente el bonaerense donde se ganan las elecciones, al perder la capacidad crítica, total o parcialmente, merced a las necesidades insatisfechas (entre ellas la cultura y la cultura política) se ha masificado.

Entonces y por la mejor gestión de vida del interior, el pueblo campesino goza de beneficios propios de su dignidad y ocupa el lugar del urbano, se subleva, se expresa, modela al líder y de hecho, protagoniza el cambio. Solamente le falta el conductor para ser “ortopráctico”.

¿Es esto bueno para el país? No lo se, veremos el resultado, pero es necesario que ocurra.

Contrario, la Nación seguiría en manos de manipuladores heterodoxos que utilizarían sin límites a la masa para sus propios fines.

¿Es peligroso el avance político del campo sobre el habitante urbano? No lo creo, con singularidades son lo mismo y cuentan con algo a favor: Son el reservorio de las tradiciones y de esa cultura nacional y popular anterior al tango y a la cumbia villera.

El permanente conflicto con todo, la política de todos contra todos, la crispación nacional provocada por el kirchnerismo no podía desembocar en otra cosa que no sea un “cordobazo”, un “viborazo” o en lo que terminó, un “tractorazo”. ¿Y que sigue después? Puede ser una nueva frustración que no es más que un tiempo de espera hasta la maduración de la Patria o un otro 17 de Octubre. Por las dudas que esto ocurra ya algunos compraron traje para el juramento.

¿Caerá Cristina Kirchner? Es absurda la pregunta, ella no significa nada, es su esposo el que cuenta. Entonces... ¿Caerá Néstor Carlos? En realidad tampoco importa demasiado en términos de historia cívica, cayeron estadistas, ¿qué importa un pingüino? Vamos por el segundo centenario y aún no resolvimos la cuestión de Caseros ni terminamos de comprender a Liniers.

Para los añorantes... ¿Dónde está el peronismo?

Perón lo definió magistralmente con su particular estilo irónico “En la Argentina hay conservadores, radicales, socialistas...” “General –preguntó el periodista- ¿y los peronistas?” “ah... peronistas son todos...” respondió Perón.

El peronismo que viene no será el del ’45. Hubo una Actualización Doctrinaria para la toma del Poder y una tercera presidencia con dos definiciones fundamentales: “Imberbes y estúpidos...” y “Para un argentino no hay nada mejor que otro argentino”. A este nuevo peronismo se lo verá mirando hacia el mundo, integrado, con el concepto del universalismo de Perón tal como lo hizo Carlos Menem y con el concepto de verdad y justicia esta vez en orden a la reconciliación (también lo hizo Menem) aplicable a todos, los unos y los otros.

Guste o disguste, el peronismo está en el subsuelo de la Patria, hoy sublevado.

1 comentario:

Edgardo Cora dijo...

Estupendo.

Y si hubiese internas en el peronismo, hmm, cabe conjeturar, sienta bien esperar - aunque sea desvelado - el más que probable triunfo de los añorantes del nuevo peronismo que mira y reconoce el mundo, no le teme, no se esconde, no se arrodilla ni confronta por pura estulticia o absoluta insolvencia.

El nuevo peronismo que apareció con la tercera presidencia quitándose a los "imberbes" de encima (que todavía hoy gritan, Dios Santo), que vivió con sus matices en los 90 y que busca hoy, otra vez, su nueva oportunidad en la tierra argentina.