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A partir del 1° de Diciembre, este foro cesa su actividad, atento a que la nueva etapa de formación de líneas alternativas dentro del peronismo requiere, más que la ya agotada discusión acerca del PJ, un trabajo específico de análisis y propuestas que puedan fortalecer a los nuevos liderazgos peronistas liberales.

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Panorama político nacional de los últimos siete días

Sonata otoñal
por Jorge Raventos

Es natural que el mes de marzo suscite evocaciones otoñales: los árboles pierden la verde lozanía que unos meses antes se creía eterna; las hojas amarillean y caen, melancólica metáfora de la finitud.

En la quinta de Olivos el esplín de la estación parece provocar tempestades cerebrales: una incesante producción de ocurrencias que adoptan vertiginosamente el formato de medidas, decretos, anuncios y parecen imaginadas para detener el paso del tiempo o, al revés, acelerarlo, como si la consigna no fuera esta vez aquella que Alvaro Alsogaray forjó medio siglo atrás (“hay que pasar el invierno”), sino una variante invertida: llegar al invierno; si fuera posible, eludiendo el imperdonable otoño. Del otro lado de los ventanales de la quinta, sin embargo, la única verdad sigue siendo la realidad: el amarillo se extiende, implacable; las hojas no dejan de caer.

Por momentos el activismo de Néstor Kirchner crea la ilusión de que el proceso pueda detenerse y modificar su sentido. El tsunami de sus iniciativas (una ventaja que tiene el poder, que juega con piezas blancas) desconcierta. Ocurrió, por ejemplo, cuando envió a su mujer a corporizarse en la primera reunión del año entre el gobierno y la Mesa de Enlace agropecuaria. Muchos creyeron ver en esa movida de la dama una disposición de Kirchner a aflojar su ofensiva contra el campo, una sincera apuesta a soluciones consensuadas. Aconsejados por la buena fe, la cortesía o el candor, los líderes del campo imaginaron una tregua (espejismo que, sin embargo, no hipnotizó a sus bases), pero más temprano que tarde comprendieron que no había allí otra cosa que una maniobra para pialarlos, desunirlos y consumar la venganza por la derrota que el oficialismo sufrió un año atrás.

El viernes 13, el anuncio del adelantamiento de las elecciones (de octubre al 28 de junio, un salto al ansiado invierno y un imprevisto recuerdo de la fecha en que cayó el gobierno de Arturo Umberto Illia) provocó un nuevo desconcierto momentáneo. Inclusive, en un primer momento, algunos referentes de las fuerzas que quieren encarnar la oposición a Kirchner entraron por el aro, como leones domesticados. Igual que antes los líderes agrarios, terminaron replegándose su ingenuidad. Kirchner entretanto avanzaba: juntaba a su tropa en la Cámara de diputados y conseguía media sanción para el anticipo. Simultáneamente, lanzaba otra ofensiva por los flancos: le dio a su esposa a suscribir su tercer decreto de necesidad y urgencia, con la llamada “coparticipación” de las retenciones a la soja. Se trata de un intento de alquilar la solidaridad de gobernadores e intendentes haciéndolos socios en el reparto del botín arrebatado a los agricultores. También aspira a atornillar, con el argumento de esa parte del botín y la ayuda de los gobernadores, a los senadores más independientes de su propio bloque, a varios de los cuales sospecha tentados a la fuga.

Para los gobernadores de provincias que no cultivan “el yuyo”, se trata de un beneficio neto, bienvenido (cuando llegue, eso sí) en vísperas electorales. Para los mandatarios de distritos con fuerte presencia agraria, en tiempos de sequía financiera esos fondos también pueden representar un presente, aunque con mucha proporción de presente griego: por una parte, representan apenas un diezmo de lo que la caja central percibe de esas provincias impositivamente por retenciones; por otra, la tortuosa medida imaginada en Olivos agrava el conflicto del campo, mantiene paralizada la economía de las provincias y las agita violentamente en el campo socio-político. Los productores están que arden ante lo que consideran, con bastante realismo, una provocación.

La Casa Rosada pintó la iniciativa como una medida redistrubitiva y justiciera, y quiso con ella arrebatarle al campo ya no sólo las retenciones, sino la bandera de reivindicación de la Argentina interior que fue central en su larga y victoriosa movilización del año último. Esta vez la operación de los Kirchner no engatusó a nadie: los que la compraron lo han hecho claramente por interés o porque comparten la estrategia de la pareja presidencial. El campo respondió de sobrepique con un paro extenso que no excluye bloqueos de rutas.

Kirchner amplió el alcance de su maniobra en la misma semana: presentó su proyecto de ley para modificar el régimen legal que rige el sistema de medios de comunicación. El titular de la residencia de Olivos (domicilio que figura en el padrón bonaerense) quiere ponerle nombre a lo que suele llamar su “proyecto” a través de lo que define como “el enemigo”. Ese enemigo es lo que un vocero periodístico que escribe lo que él dice (antes y después de que lo diga) ha llamado “el complejo agromediático”. Dispuesto a jugar sus cartas en este otoño y en el curso de la campaña electoral, Kirchner prefiere pintar a la oposición política como un mero epifenómeno de lo que en los años setenta, antes de dedicarse a hacer fortuna en Santa Cruz, llamaba “la oligarquía”.

Si bien se mira, al saltearse sin consulta ni consenso las reglas de juego del Código Electoral, modificar criterios impositivos por decreto, encarar una guerra de exterminio al campo (que es la palanca argentina para salir de la crisis), extender esa guerra al plano de la libertad de expresión y querer definir su campaña, antes que como una competencia con otras fuerzas políticas en el marco institucional, como una cruzada contra “grandes intereses” de los cuales los partidos adversarios serían una mera fachada, Kirchner está otorgando una naturaleza al conflicto que trasciende lo institucional. Se trata de un conflicto total, que se despliega antes, durante y después de las elecciones, en el que el propio Kirchner bloquea toda posibilidad de una solución de consenso entre las partes. Como lo ha escrito su vocero periodístico informal, todo “permite sospechar que, en algún momento, uno de los dos términos excluirá al otro”.

Kirchner se prepara para esa guerra tratando de impedir la retirada de sus propias tropas (lo que le cuesta, en todo sentido, y a veces no consigue, ya que sigue habiendo figuras importantes, gobernadores inclusive, que se le desmarcan) y polarizando la política, una conducta que, por obra de las circunstancias y la realidad, deberá ser replicada desde el otro campo.

Kirchner, actuando con indudable realismo, le otorga carácter plebiscitario a los próximos comicios, puesto que el oficialismo pone en juego su mayoría en ambas cámaras legislativas. Otra vez su vocero (cuando todavía pensaba en octubre): “El realineamiento en cierne, que implica tanto riesgo como oportunidad, podría ser el mejor modo de acercarse a octubre, para que el voto popular decida si acompaña o abandona un proyecto de transformación planteado sobre ejes claros”.

Puesto que esta visión está a la vista desde hace semanas (y no hace sino refirmar lo que ha constituido la línea de acción del oficialismo a lo largo de seis años), no tiene demasiado sentido sorprenderse de los dichos del funcionario Emilio Persico, cuando éste, en señal de obediencia debida, dice que “si perdemos la elección le entregamos el gobierno a Cobos y que él se arregle”. Los dichos de Persico son totalmente funcionales a la estrategia de Kirchner, cualquiera sea el camino que adopte tras la elección: contribuye a la polarización y advierte sobre la naturaleza conclusiva del enfrentamiento. Un influyente periodista capitalino escribió, indignado, que “el planteo es perverso porque amenaza con una crisis institucional si el resultado no favorece al oficialismo”. Otro, con más realismo, escribió en el mismo medio, que “nunca habrá concordia verdadera. .. hasta que este ciclo termine”. Es Kirchner quien pone su régimen ante el juicio plebiscitario de la sociedad. Es la realidad –nutrida durante seis años- la que da ese carácter al enfrentamiento. Quien quiere los hechos quiere las consecuencias.

1 comentario:

Anónimo dijo...

EL GABINETE DE CRISTINA F. de KIRCHNER:

A) Carlos BETTINI, actual Embajador en España, probable Ministro de
Relaciones Exteriores.. El 12 de enero de 1975 asesinó por la espalda
de varios tiros al Capitán Jorge BIGLIARDI, cuando este salía de su
casa con un hijo menor de edad a hacer compras familiares un domingo
por la mañana. (*)

B) Horacio VERBITSKY, Asesor en Derechos Humanos.. El 15 de marzo de
1976 detonó una bomba tipo vietnamita en la playa de estacionamiento
del Comando del Ejercito, causando la muerte de un camionero llamado
Blas García y heridas graves a 25 personas.(*)

C) Jorge TAIANA, actual Canciller, probable Embajador ante las
Naciones Unidas. El viernes 4 de julio de 1975 colocó una bomba y por
error en el bar El Iberico, matando a u mozo y a una mujer en la
puerta del baño.(*)

D) Nilda GARRÉ, Ministra de Defensa. Alias “LA GORDA” Participante activa de la
organización terrorista Montoneros, Teniente de esa organización , vinculada al secuestro extorsivo de los hermanos Born, en el año 1974, por el cual se cobraron USD 60
millones.(*)

E) Miguel BONASSO, Diputado Nacional, Organizó la voladura del Comedor
de la Superintendencia de la Policía Federal del día 2 de julio de
1976, que costo la vida a 24 personas y quedaron heridas, mutiladas y
ciegas otras 70.

F) Carlos KUNKEL, Diputado Nacional Asesor de ella. En 1974 participó
de la autodenominada ' Operación Primicia' que el 6 de octubre de 1975
intentó copar el Regimiento 29 de Formosa, donde asesinaron a un
oficial, un suboficial y 10 conscriptos e hirieron a otros 20. En su '
gloriosa' incursión mataron 10 civiles, tres de ellos menores de edad.