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Panorama político nacional de los últimos siete días

Frágil y fugaz
por Jorge Raventos

Hay quienes, apresurados, caracterizan ya como una “contraofensiva victoriosa” los últimos movimientos del oficialismo: la renovada delegación de atribuciones del Congreso al Poder Ejecutivo y la flamante alianza con don Julio Grondona para enfrentar al Grupo Clarín.

El extenso hiato abierto entre la fecha de la elección y la asunción de los legisladores votados por la sociedad no ha hecho más que agravar la fragilidad institucional del país: el Congreso no muestra hoy un balance de fuerzas que refleje el último recuento y el último mandato de la ciudadanía; la terca negativa a asumir ese dato crucial por parte del oficialismo le otorga al gob ierno una ventaja políticamente ilegítima, aunque se encubra con la misma imperfecta legalidad con que consumó el adelanto del comicio. Se trata, claro está, de una ventaja impregnada de fugacidad: tiene un final cantado, que coincide con el término de esta integración legislativa en diciembre y la asunción de los nuevos congresistas. La fugacidad puede incluso extremarse si el abuso de esta situación excepcional termina de calentar los ánimos sociales, que se muestran altamente resentidos con las instituciones y empujan, como en ocasiones no tan lejanas, la acción directa. En la última semana se han observado atisbos de esa situación: rutas cortadas, rebeldía callejera contra un fallo judicial, enfrentamientos ante el Congreso cuando se votaron las atribuciones extraordinarias al Ejecutivo, choques con las fuerzas de seguridad en una villa porteña.

Cadenas y secuestros

Malherido tras sucesivas derrotas, el gobierno ha decidido celebrar con pompa sus fugaces triunfos. Comprometió, por ejemplo, la cadena nacional de radiodifusión a la celebración de un convenio con la Asociación del Fútbol Argentino; otorgó a don Julio Grondona, el hombre que maneja la institución desde tiempos del Proceso Militar, un rango casi idéntico al de un estadista aliado y hasta consagró la inédita ceremonia con los acordes del Himno Nacional.

En un denodado esfuerzo por dotar de emotividad a ese (todavía misterioso) contrato destinado a cambiar de concesionario la televisación del fútbol profesional, la señora de Néstor Kirchner comparó las prácticas de las empresas que hasta hace apenas unos días transmitían los partidos con algunas atrocidades del Proceso militar: les imputó “secuestrar los goles hasta el domingo (…) como antes secuestraron y desaparecieron a 30.000 argentinos”. La frase sonó desafinada y tan desconcertante como cantar Caminito con la música de La Cucaracha. Estela de Carlotto, buscando, quizás, apuntalar la figura presidencial, interpretó que la señora “tal vez tuvo la sensación de que la gente que estaba impidiendo que los pobres vieran fútbol gratis es la misma que secuestró durante la dictadura” y atribuyó la opinión a que se trataba del “reflejo de una mujer perseguida”. En rigor, durante los años del Proceso la familia Kirchner comenzó a edificar su actual fortuna en la Patagonia y la señora viajó de Santa Cruz a la capital bonaerense a rendir sus últimas materias de abogacía en esos tiempos, lo que hace suponer que no la perseguía nadie, ni en el Sur ni en de la dictadura militar.

Una vez que la presidente cometió esa comparación, los miembros de su gobierno se sintieron comprometidos a asumirla como propia. Así, Gabriel Mariotto, el interventor del Comité Federal de Radiodifusión, explicó que “el secuestro del gol era un secuestro grave para la sociedad en tanto y en cuanto no pudiera verse el fútbol por televisión abierta”. Aunque admitió que la reproducción de la totalidad de los goles seguirá interdicta hasta los domingos después de las 10 de la noche, el funcionario consideró que “ya no hay un secuestro”.

En cualquier caso, ni la presidente, ni Mariotto, ni la AFA han terminado de aclarar de dónde saldrán los fondos (mínimo: 600 millones de pesos anuales durante una década) que el gobierno prometió a Julio Grondona, ni si en esa cifra se computa un perdón de las deudas de los clubes al erario público. Tampoco está claro para los clubes cómo se distribuirá el tesoro que aportará el gobierno.

Si bien el jefe de gabinete, Aníbal Fernández, había jurado que el Estado “no pondrá una moneda” para el fútbol, la señora de Kirchner indicó esta semana que la financiación sería asegurada por la publicidad oficial. Como la pauta que maneja el gobierno central roza los 500 millones, no alcanza para pagar la cuenta del fútbol; se requeriría derivar también a ese fin parte de lo que invierten en propaganda entes que hasta ahora han gozado de autonomía en su gasto publicitario (como la AFIP). El gobierno, previsor, ya había iniciado desde la Secretaría de Medios un proceso de concentración. Las condiciones reales del convenio con la AFA seguirán, al menos por un tiempo, en tinieblas. Ahora el primer rédito que el gobierno quiere extraer de este episodio consiste en exhibir ante amigos y adversarios que le ha ganado una batalla “al monopolio”, es decir al Grupo Clarín. Néstor Kirchner aspira a que se registre que todavía tiene capacidad de daño: necesita, una vez más, cortar la fuga de sus propias tropas si es que debe capitanear, como prevé, una retirada en orden.

Es que, aunque algunos puedan observar este instante como un momento de contraofensiva oficialista, el propio Kirchner sabe que está batiéndose en situación de defensa, que su objetivo es conservar en esta situación fuerzas más o menos coordinadas y reservar recursos para momentos mejores si es que estos llegan (o para momentos peores, si estos se precipitan). El sabe bien que ha tenido que retroceder, que ya se vio forzado a entregar piezas importantes (Ricardo Jaime, por caso) y que el futuro no luce más prometedor. Su propia provincia, el búnker de Santa Cruz, se encuentra en problemas, con los ariscos petroleros en lucha, su gobernador enojado, la situación fiscal desbordada y una sombría y cercana derrota electoral a las espaldas.

Más alla de la fragilidad

La dispersión en las fuerzas de Kirchner (que todavía le permite, sin embargo, mayorías residuales en el Congreso) no encuentra enfrente una oposición estructurada. Aquella hegemonía se ha quebrado, pero lo que va quedando es un hueco, que a menudo decepciona a quienes imaginaban que la elección del 28 obraría como un remedio milagroso. Inclusive en diciembre, cuando el oficialismo pierda la ventaja que aún sostiene en las cámaras, el Ejecutivo verá más acotadas las libertades que hoy se permite, pero no por ello la nueva mayoría parlamentaria será una alternativa. En rigor, dado que el gobierno usa el diálogo político sólo para ganar un poco de tiempo mientras reordena su retroceso y no parece dispuesto a buscar acuerdos o a hacer concesiones a quienes ganaron en las urnas, lo que prometen los meses que restan hasta el año 2011 es un proceso de crecientes dificultades de gobernabilidad.

Es razonable que 2011 parezca un a meta muy lejana hasta para quienes pueden tener legítimas esperanzas en lo que en ese momento puedan determinar las urnas. Carlos Reutemann sorprendió a algunos esta semana cuando señaló, con mucha sensatez, que es muy temprano aún para que él pueda lanzar una candidatura, como tantos le requieren. El hecho de que haya mencionado, en cambio, a Eduardo Duhalde, fue una manera de puntualizar que para llegar a aquellas elecciones hay que caminar antes por un sendero lleno de acechanzas. Reutemann nombró a Duhalde, antes que como una opción a su propio nombre, porque pensó –y lo dijo expresamente- en "los momentos que vendrán, que se visualizan difíciles, de amplios consensos, de no ser tan cerrados en determinaciones". Que Reutemann no deja de lado sus aspiraciones lo prueba la enérgica actitud que adoptó frente a su seguidora, la senadora Roxana Latorre, de quien tomó gran distancia para diferenciarse de una conducta parlamentaria de ella que ayudó al oficialismo y fue duramente censurada por los sectores agrarios. El vínculo con el campo es una condición sine qua non para que Reutemann sea candidato. Pero es temprano para candidaturas del 2011, cuando lo que debe preocupar son los problemas del 2009: desde la pobreza a la inseguridad y, como telón de fondo, los riesgos de la gobernabilidad. El santafesino explicó así su alusión a Duhalde:
“Me dio la impresión por lo que lo escuché que (Duhalde) quiere hacer cuestiones muy similares al Pacto de la Moncloa, hacer un acuerdo entre todas las fuerzas políticas del país de un plan estratégico de 10 años. Me pareció una cosa bastante razonable.”


Lo razonable, parece señalar Reutemann, es mirar primero lo que está primero. En verdad, es lo que están haciendo distintas fuerzas del país, al costado de la discusión político-electoral. La Iglesia ha instalado con fuerza el tema de la pobreza como asunto prioritario de debate, algo que molesta al gobierno, que ve cuestionados su discurso y sus cifras no sólo por las evidencias de la realidad, sino también por voces cada vez más unánimes.

En Córdoba, con el impulso del empresariado y de la mayoría de las fuerzas políticas (no estuvo el oficialismo) se ha suscripto un programa de coincidencias bajo el nombre Acta de Compromiso por los derechos de los Cordobeses. Se trata de una agenda de acción pública que sus inspiradores piensan proponer a fuerzas de todo el país, en principio,a las de la Región Centro, que Córdoba integra junto con Santa Fé y Entre Ríos. Sus puntos principales (reforma del Consejo de la Magistratura, restablecimiento de la verdad estadística, disminución de las retenciones, eliminación del impuesto al cheque) no difieren de pronunciamientos como el de AEA (Asociación Empresaria Argentina) o la Mesa de Enlace agropecuaria. En la sociedad civil, en las organizaciones de la producción, en el terreno político y también en el sindical empiezan a tejerse consensos básicos, que serán indispensables para reconstruir lo que está deteriorado, para sacar al país del aislamiento y para apuntalarlo si la ingobernabilidad lo pone en peligro.

Hoy la oposición se ve frágil y la ventaja que mantiene el gobierno es engañosa y fugaz. Conviene mirar más allá y más acá de los espejismos.

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